Ficha Artística


Año: 2013
Duración: 86 min
País: Estados Unidos
Director: James DeMonaco
Guión. James DeMonaco
Música: Nathan Whitehead
Fotografía: Jacques Jouffret
Reparto: Ethan Hawke, Lena Headey, Max Burkholder, Adelaide Kane, Rhys Wakefield, Edwin Hodge, Tony Oller, Tom Yi, Tyler Jaye, Alicia Vela-Bailey, John Weselcouch.

FUTURO DISTÓPICO
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Distopía y Violencia

El habitante del mundo occidental, acomodado en un sistema político estable que le proporciona lo necesario para su confort, cree estar moralmente sometido a unas normas básicas de comportamiento cuyo origen está en las ideologías políticas o religiosas que promueven la igualdad y la paz entre todas las personas, incluidas aquellas que están fuera del orbe occidental. El resto del mundo…aunque no nos lo creamos también tienen sus propios códigos de comportamiento, pero claro, a ojos del ciudadano europeo, americano o israelí sólo son culturas atrasadas e ignorantes del neoliberalismo que nos ha llevado a los occidentales a este status quo de felicidad y bienestar material. Pero no sabemos por qué, este refinado ciudadano, culto y acomodado conserva pulsiones de las que le es imposible desprenderse; que un intachable padre de familia un día perpetre un horrendo crimen no es tan habitual como la desidia anímica que nos produce el visionar como bombardean sin piedad a unos pobres diablos en la otra punta del mundo. En esta isla de confort y corrección moral en la que vivimos no todo es perfecto y la violencia, cuando nos toca de lejos sobre todo, es consentida e incluso admirada por nuestros conciudadanos. El hecho de que en la película El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932) sea un culto y refinado millonario el que se dedique a dar caza a los infortunados náufragos que llegan a su isla privada ya nos pone en aviso; el cine siempre ha tenido en cuenta la ilusión en la que vivimos, advirtiéndonos que las pulsiones violentas e irracionales forman tan parte de nosotros como de los despiadados insectos.

Los vías para canalizar la violencia del ciudadano occidental han sido mostradas por los mismos sistemas políticos y religiosos que por otra parte han querido siempre reprimirlas: la celebración de festividades donde se cometen sacrificios brutales de animales o los programas televisivos con las últimas imágenes de bombardeos de aquellos lugares lejanos en distancia cuyos nombres no sabemos ni pronunciar, son válvulas de escape, formas de obtener esa ración de sangre fresca que nos reclaman nuestros instintos. Hasta el momento no ha habido una forma institucional que no sea la de los mencionados sacrificios de animales para que el ciudadano ejemplar pueda ejercer en primera persona tal brutal violencia, si tal caso se plantease la respuesta vendría dada por los gobiernos de las naciones, que crearían mecanismos de escape de violencia muy parecidos a los que describe The Purge la noche de las bestias (The Purge, 2013), llegados a un punto en el que nos encontraríamos en un escenario típicamente distópico, momento y lugar en el que nuestro interés como cinéfilos por el fenómeno violento hace que nos frotemos las manos a tenor del juego cinematográfico que el panorama distópico ha dado hasta la actualidad y seguirá dando a buen seguro.

The Purge: la noche de las bestias es una película que aparentemente tiene de todo menos complicado. A simple vista su argumento es muy básico: hay una noche al año en los Estados Unidos en el que cualquier asesinato, tortura y acto violento está permitido, pasada esa noche el país vuelve a la calma y a la prosperidad, liberados así los instintos más brutales en ese periodo de doce horas noche conocida como «la purga». Esta idea parte de un colectivo conocido como los Padres Fundadores del país, que reformulan los principios morales por los que se rigen los ciudadanos tras varias crisis económicas y guerras que llevan a los EE.UU. al desastre. Parece que la purga funciona y que los buenos ciudadanos norteamericanos, tras «sacar a la bestia» una vez al año, el resto del tiempo se dedican a medrar y a comportarse como buenos padres e hijos. Naturalmente, la purga no se ceba con los más pudientes sino con los menos favorecidos, incapaces de adquirir las medidas de seguridad necesarias para impedir que un grupo de desalmados entren en sus casas y hagan lonchas a sus familias. Si este punto de partida parece sencillo y poco atractivo a priori, los resultados obtenidos por su director, James DeMonaco, son muy satisfactorios no sólo en cuanto al apartado de acción y thriller, también en el retrato que realiza de una sociedad –en la que nos tenemos que incluir nosotros a pesar de no ser norteamericanos- que mete debajo de la alfombra toda su inmundicia moral, ayudada por un sistema político que ha encontrado la forma de librarla de toda carga de conciencia.

La elección de los actores principales para esta modesta película, Ethan Hawke y Lena Heady, es un acierto de pleno, intérpretes versátiles y conocidos -a Lena Heady se la conoce más por su papel en Juego de Tronos que en su fantástica interpretación en The Broken-. Estos conocidos rostros fueron elegidos para llamar al público a las salas y convencer al respetable de que ante todo estaba viendo un espectáculo mainstream de acción protagonizado por el siempre poli con cara de buen chico Ethan Hawke -sin duda su papel en Training Day fue decisivo para su entrada en el género actioner-. Los personajes de Hawke y Heady forman parte de esa élite económica que medra a costa de la purga vendiendo sistemas de seguridad ultrasofisticados, y que luego serán víctimas de la misma causa que les procura su bienestar y felicidad cuando unos enmascarados asalten su casa con intención de cargarse a toda su familia y a un indigente al que han dado cobijo.

Planteada la trama y el contexto inicial, tras el acoso de los enmascarados -sospechosamente parecidos a los de la película Los Extraños (The Strangers, 2008)-, tras este giro la película comienza a plantearse como una nueva home invasion, aportando momentos muy buenos y otros de dudosa efectividad, abusando de la sorpresa y del disparo por la espalda al malo siempre que uno de los protagonistas está en peligro. No obstante, secuencias de acción como la de la sala de juegos están sumamente logradas, exhibiendo una excelente planificación y resultados: un intenso tiroteo y un par de hachazos bien dados a esos malnacidos de la purga, que prueban su propia medicina. Hay más que evidentes paralelismos con Asalto a la comisaría del Distrito 13 -remake que protagonizó casualmente Ethan Hawke- y con su obra «inspiradora», Río Bravo: la defensa de la casa desde el mismo momento en el que el personaje de Ethan Hawke reparte las armas a su mujer e hijos y les manda proteger distintas áreas de la casa es un momento calcado de la cinta que dirigió John Carpenter.

El inesperado giro final nos devuelve a la parábola con la comenzamos la película, la de esa distopía en la que todos los ciudadanos de una manera u otra están inmersos y que condiciona sus vidas lo quieran o no. Este último acto además aporta un tono más crudo, un tufillo al tan manido género del torture-porn que realmente asusta. Y es que entre secuencia y secuencia de acción el realizador había conseguido que se nos cayera la babilla mirando a la pantalla y que olvidásemos cuales habían sido las causas detonantes de tamaña explosión de violencia. Sin duda los espectadores hemos sido víctimas y verdugos de la purga, desde nuestros salones o desde la pantalla de un cine hemos encontrado una distancia cómoda para recrearnos en una grave muestra de violencia aunque esté tamizada por efectos especiales y una fotografía de tonos oscuros. La resolución de la película puede hacernos reflexionar -ahí está la opción- sobre nuestra relación personal con los fenómenos violentos, o sobre como los sistemas políticos realizan esas complicadas maniobras de ingeniería social sin que las conciencias de los ciudadanos se resientan. En todo caso, la película es un ejercicio distópico que se disfruta y se agradece, sobre todo por la modestia y la sinceridad con la que está realizada.

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