Crítica de La Pasajera, dirigida por Fernando Fernández López y Raúl Cerezo

La Pasajera. Año: 2021. Duración: 90 min. País: España. Dirección: Raúl Cerezo, Fernando González Gómez. Guion: Luis Sánchez-Polack. Historia: Raúl Cerezo. Fotografía: Ignacio Aguilar. Reparto: Ramiro Blas, Cecilia Suárez, Paula Gallego, Cristina Alcázar, Yao Yao.

La Pasajera es la primera de las películas que los directores Fernando González Gómez y Raúl Cerezo han estrenado en 2022. Este es su primer largometraje juntos (para Raúl Cerezo es el primero de una dilatada carrera como cortometrajista y productor, y Fernando González Gómez ya cuenta con un largo previo), pero hace poco anunciaron que habían terminado el segundo, Viejos, una obra que, con suerte, llegará a las pantallas a finales de 2022. Con La Pasajera, esta pareja de realizadores nos ha brindado una de las mejores experiencias del año en lo que se refiere a cine patrio. Y es que La Pasajera es una comedia de terror que no podría ser más patria, castiza y cañí de lo que es.

Frente a otras películas de terror español, que apuntan sus miras al llamado elevated horror, La Pasajera conoce muy bien el suelo que pisa y busca una identidad propia y sin ambigüedades. Como muestra, sus personajes tienen personalidades muy marcadas y responden a arquetipos sociales bien conocidos, identificables, y hasta asimilables con el espectador. El protagonista, Blasco (Ramiro Blas), es un hombre tradicional, aficionado a los toros y a los pasodobles, un arquetipo de hombre chulesco, síntesis de esa forma de ser tan odiada por el colectivo feminista. Sus compañeras de viaje son Mariela (Cecilia Suárez), Lidia (Cristina Alcázar) y su hija adolescente Marta (Paula Gallego), mujeres modernas y «progresistas», que acorralarán ideológicamente al castizo de Blasco en un viaje en furgoneta, que se verá importunado por una presencia de otro mundo.

Crítica de La Pasajera, dirigada por Fernando González Gómez y Raúl Cerezo

La marcada personalidad del filme también se encuentra en su ambientación. La acción de La Pasajera transcurre en carreteras secundarias españolas de escaso tráfico, gasolineras casi abandonadas y tascas con aspecto poco amistoso. “La Vane” va a atravesar pueblos aparentemente despoblados y páramos donde es mejor no detenerse. En estos escenarios es donde el ente de otro mundo acosará nuestros hispánicos protagonistas, para los que el horror y los sustos no tendrán fin. ¿Lo llamamos Spanish Gothic? ¿Por qué no? La Pasajera es una película de género, pero también es cine costumbrista.

La Pasajera tampoco sería lo que es sin sus referencias cinematográficas. Merece la pena detenernos un momento y escribir, a ritmo de pasodoble, y sin pensar demasiado, los nombres de algunos títulos de cine fantástico que han podido servir de inspiración a la película: Xtro (1982), Posesión Infernal (1981), La Cosa (1982), Un Hombre Lobo Americano en Londres (1981), Hidden (1987), Vinieron de dentro de… (1975), Llegan sin avisar (1980), Casi Humanos (2013). Es innegable que La Pasajera rezuma cine fantástico ochentero en gran parte de su metraje.

Crítica de La Pasajera, dirigada por Fernando González Gómez y Raúl Cerezo

Pero La Pasajera no es solamente un cúmulo de referencias y recursos muy bien empleados. Destacamos la estupenda labor en la dirección de los Ferezo (Fernández/Cerezo), un tándem muy bien avenido que ha filmado escenas de gran intensidad en un espacio muy exiguo, y que nos han regalado una colección de planos inolvidables. También se merece destacar la labor en la fotografía de Ignacio Aguilar y el ácido guion de Luis Sánchez-Polack.

Si un aficionado al terror y al cine fantástico quiere pasar un buen rato, La Pasajera es un título más que recomendable. Cine de género correcto en su puesta en escena, sobresaliente en su realización y modesto y sincero en su mirada y su alcance. Y encima tiene una ajustada duración, 90 minutos. Vistas las alternativas que tenemos en las carteleras y en las plataformas digitales, La Pasajera va a suponer un descanso al visionado de títulos mainstream, de más de dos horas de duración y de insoportables ínfulas.

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