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Crítica de El Expediente Warren: El Caso Enfield (The Conjurin 2), de James Wan

Título: Expediente Warren: El Caso de Enfield (The Conjuring 2 The Enfield Poltergeist). Año: 2016. Duración: 133 min. País: Estados Unidos. Director: James Wan. Guión: Carey Hayes, Chad Hayes. Música: Joseph Bishara. Fotografía:  Don Burgess. Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Frances O’Connor, Madison Wolfe, Lauren Esposito, Patrick McAuley, Benjamin Haigh, Maria Doyle Kennedy, Simon Delaney, Franka Potente, Simon McBurney.

El cine de terror comercial experimentó un antes y un después con el estreno masivo y ultrapublicitado de la película Poltergeist (1982). Eran los años 80 y la industria cinematográfica hacía gala de una vocación familiar que pretendía ahuyentar los fantasmas de la Guerra de Vietnam y las referencias que el american gothic hacía al puritanismo de su sociedad rural, encarnada por asesinos de masas, caníbales y sectarios de cultos satánicos. La familia de este género tan popular, representante de una nueva era de conservadurismo norteamericano reaganiano, aparenta ser un conjunto nuclear compacto, capaz de atreverse con cualquier amenaza terrenal o demoníaca a la que vencerán con la fuerza de la imaginación y unos cuantos remedios de libro, a su vez asistidos por estrafalarios investigadores de lo oculto. En este aspecto parece que Poltergeist es una obra seminal que sienta las bases de lo que hoy entendemos como blockbuster de terror, una cinta con pretensiones comerciales que normalmente se estrena en una época en la que el descanso escolar hace posible su visionado por toda la familia.

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En la productora Blumhouse Productions son expertos en el lanzamiento de productos de bajo coste y gran rentabilidad, sus películas de terror han cosechado loables éxitos de taquilla y de explotación en los formatos domésticos, siendo las sagas Paranormal Activity e Insidious buques abanderados de una nueva forma de entender la industria del horror: películas sin sobrecostes, de factura minimalista y sobreactuada pero que no rechaza frontalmente lo explícito y lo visual en su metraje, elementos hoy en día imprescindibles para captar al público en general y al aficionado al terror en particular. Un nombre destaca como primer espada de la Blumhouse Productiosn, James Wan. El en otrora interesante –fue el director de la notable Sentencia de Muerte (Death Sentence, 2007)-, este realizador de origen malayo es el firmante de las dos primeras entregas de Insidious, una fórmula creativa que repetiría para la productora New Line Cinema con Expediente Warren (The Conjuring, 2013) y Expediente Warren: El Caso de Enfield (The Conjuring 2, 2016). Sabedor de la receta del éxito para el horror multitudinario y orientado a las masas, los rasgos más característicos de estas obras son el susto fácil, el desconcierto, el enclaustramiento de los personajes en un recinto maldito en su batalla contra lo sobrenatural. Así resolvió los primeros capítulos de Insidious y continúa en la misma línea en las estilizadas entregas de Expediente Warren.

Vaya por delante aquello de “basado en hechos reales”, Expediente Warren está protagonizado por un matrimonio de investigadores de lo paranormal, el matrimonio Warren, cuyo trasunto masculino, Patrick Wilson, repite un papel que tiene no pocas similitudes con el de sufrido padre de la saga Insidious, una elección de casting que es de todo menos casual. En el primer Expediente Warren la pareja de investigadores nos mostraron una sala con una ingente cantidad de objetos malditos procedentes de los casos en los que han participado; Annabel, muñeca diabólica, que destaca por su impresionante presencia, dio lugar a un más que interesante spin off homónimo inspirado en La Semilla del Diablo (Rosemary´s Baby, 1968), de Roman Polanski. Si Annabel (2014) fue una notable salida de tono, no lo han sido tanto sus dos tediosas entregas. Ahora nos enfrentamos al estreno de la segunda, una hipervitaminada propuesta que pasa la acción a una vivienda londinense acosada por las fuerzas del Mal, cuyo punto de partida recuerda mucho a la película británica independiente When The Lights Went Out (2012). En cualquier caso, Expediente Warren hace gala de una mayor aparatosidad en el momento del sobresalto, es una superproducción; también sigue conservando ese tono retro de la primera entrega, ubicando temporalmente la historia en los años 70: pelucones, patillas y minifaldas vienen a ser una marca de fábrica de la saga, elementos icónicos que dan un toque de exotismo contra la contemporaneidad de la franquicia Insidious.

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En el terreno del horror psicológico no vamos a tener con mucha suerte si buscamos perfiles angulados, los personajes son planos como una hoja de papel y sus motivaciones y diatribas son tan insulsas como la estética de rancia guardarropía que gastan. La película es un glosario de efectismo, una acumulación de tópicos y sobresaltos a los que el matrimonio de Expediente Warren responde enarbolando remedios caseros de tan dudosa efectividad que necesitan de la complicidad de un público poco exigente para que surtan efecto. En este aspecto hay una imagen definitoria del carácter pueril de Expediente Warren: El Caso de Enfield, el fotograma en el que Ed Warren (Patrick Wilson) empuña un crucifijo de dimensiones ridículas para repeler a una presencia demoníaca; independientemente de la mitología asociada al uso de cruces, rosarios y crucifijos para combatir a vampiros y demonios, y de que dichos símbolos no sirven por sí mismos si no hay una fe que los respalda –la del investigador de lo paranormal, la del exorcista o la del cazavampiros- la banalidad de la que hace gala el guión de la película se sustantiva en esta imagen en la que el gesto de Patrick Wilson está tan sobreactuado como minúsculo es el tamaño del arma que utiliza contra el Mal.

Los que hemos acudido a la cita veraniega con Expediente Warren: El Caso Enfield nos hemos encontrado con una película que responde a un doble objetivo: por una parte el de ofrecer un producto veraniego a bajo coste y cuya promoción y rentabilidad son tan automáticas como seguras, habida cuenta de la reputación que tiene esta saga entre el público general. El segundo objetivo es más condescendiente con el público y consiste en procurar un refugio en el aire acondicionado de la sala al atribulado espectador que huye de los calores veraniegos, no da más de sí esta película de James Wan. Expediente Warren: El Caso Enfield es una propuesta inocua y olvidable, plana y redundante en la vacuidad, nada afortunadamente comparable a otros títulos que podemos ver en algunos festivales especializados; y no hablamos precisamente del Festival Nocturna 2016, donde fue preestrenada y en el que sirvió de colofón a otra insufrible y mediocre edición.

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