El Valle Oscuro western poster

Crítica del western El Valle Oscuro

Título: El Valle Oscuro (Das finstere Tal) Año: 2014. Duración: 114 min. País: Austria. Director: Andreas Prochaska. Guion: Martin Ambrosch, Andreas Prochaska (Novela: Thomas Willmann). Música: Matthias Weber. Fotografía: Thomas W. Kiennast. Reparto: Sam Riley,  Tobias Moretti,  Paula Beer,  Helmuth Häusler,  Martin Leutgeb, Johannes Nikolussi,  Clemens Schick,  Florian Brückner,  Hans-Michael Rehberg, Erwin Steinhauer,  Franz Xaver Brückner,  Xenia Assenza.

La deconstrucción de un género cinematográfico, literario, pictórico o de cualquier otra índole artística viene dada por un proceso de mutación en el que sus códigos y estilemas se desmontan de su esqueleto original para volverse a ordenar, no ya de forma distinta, sino a veces caprichosa, creando un nuevo corpus a veces irreconocible, como un anti-género que, sin embargo, atesora de manera hermética aquellas claves, dotándolas de un sentido más profundo e intrincado de las que poseía su modelo original. En estos años asistimos a la «deconstrucción» de numerosos géneros cinematográficos, quizás producto del agotamiento de éstos y de la aparición escénica de nuevos talentos que coquetean con el subtexto de las historias. Esto hace que se revisen continuamente los géneros y que nos encontremos con muestras de un inminente cambio de mentalidad a la hora de tratarlos. Dentro de la deconstrucción de los géneros hay obras que rozan el arte y el ensayo -y hasta la experimentación- para narrarnos las convulsiones del mundo pasado y presente, y de cómo los seres humanos interaccionan desde el inconsciente con su entorno, todo narrado desde un punto de vista cinematográfico. Podríamos poner multitud de ejemplos pero vamos a centrarnos en el fenómeno del «neo-western», producto mutante de un género ya de por sí cambiante, flexible y adaptable a casi todo tipo de época y casi todo tipo de lugar.

Cuando los más agoreros daban por finiquitado a uno de los géneros cinematográficos por excelencia, el western, han surgido un puñado de propuestas que no se pueden juzgar de otra manera sino atrevidas e indudablemente frescas: Bone Tomahawk (2015), el western caníbal protagonizado por Kurt Russell, Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight,2015) de Quentin Tarantino, la propuesta fantástica The Burrowers (2008), la minimalista Slow West (2015), o Ardor (2014), de Pablo Fendrik,  son varios de esos títulos al que viene a unirse El Valle Oscuro (Das Finstere Tal, 2014), una película austríaca dirigida por Andreas Prochaska -en otrora montador de Michael Haneke-. Es notorio observar que las fechas de realización de todos estos títulos se encuentran en una horquilla muy cerrada y cercana a la actualidad, coincidencia que viene avalada por el interés del público y de los productores independientes por este tipo de productos.

El Valle Oscuro con Sam Riley

El Valle Oscuro es una película europea, ya hemos indicado que su nacionalidad es austríaca. Es un título gestado desde la esperanza de su exigua industria (hermanada con la industria cinematográfica alemana) para intentar conseguir un producto de calidad y fácilmente exportable. En primer lugar se ha contado con un protagonista internacional, el versátil actor británico Sam Riley, en segundo lugar la historia busca una evasión geográfica a los Alpes austríacos que nos remite a títulos clásicos del western «nevado» como El Día de los Forajidos (Day of the Outlaw, 1959) o El Rastro de la Pantera (Track of the Cat, 1954). Por último, hay una clara referencia argumental y de tono con El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985), filme que Andreas Prochaska ha tenido como obra de cabecera a la hora de gestar este guión basado en la novela de Thomas Willmann.

Un forastero aparece al comienzo del invierno en un escondido valle de los Alpes austriaco con la intención de fotografiar su impresionante belleza. Sin embargo, este taciturno visitante tendrá otras intenciones muy distintas: el valle entero se encuentra bajo el control de un patriarca que impone su ley a sangre y fuego y toma a su capricho a todas las jóvenes del valle a modo de «derecho de pernada». Nuestro fantasmal forastero, llegado de Norteamérica y hablando el alemán de manera muy básica e insegura, administrará justicia llevado por unos motivos que el metraje desvelará en su último acto. La sinopsis de El Valle Oscuro nos recuerda a otros títulos en los que un pistolero «sin nombre» o de incierta procedencia aparece en una pequeña comunidad para administrar justicia o practicar una particular venganza que terminará de forma violenta con sus opresores. Sin duda El Jinete Pálido se marca como principal referencia de la película, pero no la única, a poco que nos pongamos a repasar algunos títulos.

El Valle Oscuro se nutre de un paisaje natural espectacular que al que el realizador saca un gran partido durante la primera hora del metraje, durante la presentación de los personajes y en los momentos más costumbristas de la cinta. Todo parece indicar, hasta ese momento, que nos encontramos ante una película con personalidad, independientemente de las referencias al western norteamericano que hemos citado anteriormente. Es, empero, el desarrollo de la trama lo que arrastra a El Valle Oscuro al tenebroso terreno del mimetismo, de la imitación sistemática, de la búsqueda de un suelo seguro donde asentarse por miedo a que la deconstrucción del género termine devorando a una obra que promete, a priori, ser una apuesta segura para su comercialización. El desfile de personajes, en un principio atribuidos de un gran carácter localista -y poco generalista- degenera en una sucesión de tópicos y arquetipos que bien podrían estar presentes en cualquier filme norteamericano. Las escenas de acción, aún por hacerse esperar, no suponen una explosión de violencia tan brutal como se promete, abusándose de la cámara lenta y cometiendo la insensatez de insertar una canción pop en la escena de acción más climática y decisiva.

El Valle Oscuro western de Andreas Prochaska

Queda para el final señalar que el personaje de Sam Riley se convierte en una especie de trasunto apocado del arquetípico «pistolero fantasmal» o «pistolero sin nombre» con tan pocas y escuetas líneas de diálogo que no dibujan un personaje interesante y misterioso. La escasa gesticulación de Sam Riley y su poca interacción a nivel hablado con el resto de los personajes no deja mucho margen para admirar su existencialismo excepto a niveles muy elementales. La causa de este desaguisado no la tiene tanto el actor británico como su desafortunada elección en pos de una mejor carrera comercial de la película. Lo más sensato hubiese sido elegir a un actor austríaco o alemán que no tuviese ningún tipo de barrera idiomática a la hora de interpretar al personaje principal. Lamentablemente, habría que comparar a este personaje con nuestro Capitán Alatriste, interpretado en el cine por Viggo Mortensen en la película homónima; encontramos en este personaje, con un castellano muy limitado, las mismas carencias, y su chapucero modo de ocultarlas, que en el caso del pistolero de El Valle Oscuro.

Nos quedamos con el recuerdo de una película apriorísticamente interesante pero a la que le falta una prometida profundidad que no termina de llegar. El Valle Oscuro plantea una interesante premisa que no desarrolla con los matices y el oficio cinematográficos necesarios a pesar de contar con el potente componente de una naturaleza brutal y visualmente impactante. Es complicado que un cineasta que se ha curtido en televisión como es Andreas Prochaska lleve a El Valle Oscuro al nivel que se merece, eso queda hartamente patente en las soluciones visuales que incorpora en los momentos más decisivos, lo que no significa que el realizador sea mejor o peor que otros sino que parece desconocer la épica que ha de contener necesariamente un western. Toda «película del oeste» que se precie ha de tener una aureola de misticismo, de épica y de brutalidad de la que El Valle Oscuro carece, refugiándose en la frágil seguridad de una sucesión de tópicos que hastían a un público conocedor del género y que está ansioso por degustar nuevas propuestas.

El Valle Oscuro neowestern

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