the burrowers

Crítica de la película The Burrowers, dirigida por J. T. Petty y protagonizada por Clancy Brown.

The Burrowers. Año: 2008. Duración: 96 minutos. País: USA. Dirección: J.T. Petty. Reparto: Doug Hutchison, Clancy Brown, William Mapother, Sean Patrick Thomas, Karl Geary, Jocelin Donahue, Laura Leighton.

The Burrowers está basada en la serie de televisión homónima, que no se ha estrenado en España, la que quizás sea a estas alturas la penúltima película de J.T. Petty, director de Mimic 3 (Mimic: Sentinel, 2003), presenta un estilo un poco plano y como no, televisivo, aunque el formato panorámico que ofrece el film le dota de cierta calidad fotográfica en la que resalta la naturaleza de los inmensos prados donde antaño pastaban los bisontes que fueron exterminados por los hombres del western, cuyos personajes protagonizan la película, que tiene horror, pero también una gran carga de contenido social en ese y otros aspectos de la andadura del hombre pálido por los territorios vírgenes del Oeste americano. La película cuenta con un icono del cine fantástico como uno de los protagonistas principales, el veterano Clancy Brown, que hizo de villano en Los Inmortales (Highlander, 1986), y con otro rostro conocido, Doug Hutchison, el guardia de la prisión de La Milla Verde (The Green Mile, 1999).

The Burrowers, western de terror dirigido por J. T. PettyLa mezcla de los géneros western y horror es el principal reclamo de The Burrowers. Curiosa mezcolanza de géneros que hasta la fecha sólo había sido discreta la aparición de algunos pistoleros fantasmas como en El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985) o misteriosas desapariciones en la blanda y comercial Desapariciones (The Missing, 1994).

El principal defecto de The Burrowers es que las escenas más interesantes se desarrollan de noche, lo que obliga al responsable de fotografía a iluminarla escena. Los prados quedan iluminados en el lugar de la escena casi como si fuera de día mientras que los fondos de los planos permanecen totalmente oscuros debido a la profundidad de campo de las localizaciones, es inevitable. Además, los monstruos son construidos de forma digital en casi todas sus apariciones, lo que les confiere una biología poco detallada.

En su comienzo, The Burrowers puede recordar al clásico de John Ford, Centauros del Desierto (The Searchers, 1956) sobre unos vaqueros que inician la búsqueda de personas desaparecidas en una granja de Dakota. Por supuesto, las desapariciones son achacadas a los pieles rojas. Tras la captura y asesinato de algunos indios que encuentran por el camino, los expedicionarios se percatarán de que algo les ataca de noche y no es precisamente un ser humano.

The Burrowers, western de terror protagonizado por Clancy Brown

El metraje de The Burrowers cuenta con escenas de horror, combates entre vaqueros e indios, un estupendo combate final con los monstruos de las madrigueras, y acompañado una reflexión sobre la aniquilación de las culturas indígenas, poseedoras de saberes que el hombre occidental ha despreciado de forma sistemática, evitando la reformulación de los fenómenos que se presentan como inexplicables en aras de la pervivencia de la moral judeocristiana y de la idea del hombre como conquistador de la naturaleza. Así, se nos queda un sabor amargo al observar el exterminio de los últimos poseedores de conocimientos arcanos sobre los seres de las madrigueras. Aparte de un película de horror, se nos ha contado una parte de la historia del genocidio americano, extrapolable a cualquier otra parte del mundo; el fin de una era que tuvo como protagonistas a seres humanos que se relacionaban con el cosmos mediante el desarrollo de una conciencia mágica. Dicen que cuando se deja de rezar a un Dios, éste desaparece. Exterminados aquellos que conocían sus secretos, y con los que los seres de las madrigueras compartían una suerte de existencia mágica, tendrán ánimo para manifestarse al hombre blanco y cristiano. La película muestra el ocaso de un mundo primigenio en el cual nuestro pensamiento lógico no tiene nada que hacer. En nuestras manos está ensoñarlo al menos, como ha hecho J. T. Petty y como hicieron otros antes.

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