Crítica de El Exorcismo de Georgetown, protagonizada por Russel Crowe
El Exorcismo de Georgetown (The Exorcism). Año: 2024. Duración: 93 min. País: Estados Unidos. Dirección: Joshua John Miller. Guion: Joshua John Miller, M.A. Fortin. Reparto: Russel Crowe, Ryan Simpkin’s, Sam Worthington, Chloe Bailey, Adam Goldberg.
El Exorcismo de Georgetown (The Exorcism) es la segunda incursión de Russel Crowe en el subgénero de los exorcistas. El Exorcista del Papa (The Pope’s exorcist, 2023) fue una película de éxito inesperado, y tanto fue así que alguien decidió rescatar algún guion olvidado y se lo propuso a Russel Crowe para repetir el éxito. El en otrora estrella de fama mundial no ha encarrilado muchos éxitos en sus últimos años de carrera, pero el taquillazo relativo de El exorcista del Papa le ha dado el aire suficiente como para atreverse con otra película de terror y repetir con los exorcismos, aunque el papel que interpreta en El exorcismo de Georgetown poco tiene que ver su anterior acercamiento al mundo de los demonios.
Vamos a comenzar por dejar claro que El Exorcismo de Georgetown es una película mediocre en su factura, con un guion mediocre en su escritura y con un elenco de protagonistas igual de mediocres. Que Russel Crowe encabece el cartel solo es un reclamo para atraer espectadores a la sala, pero incluso su interpretación es mala y, a la postre, viene acompañada de un personaje manido y poco interesante al que se le da una vuelta de tuerca para que parezca original. Le acompaña brevemente el actor Sam Worthington, un intérprete más joven pero cuya carrera no vive su mejor momento, alejado de las grandes producciones.
En El Exorcismo de Georgetown, el mal no interviene vía sortilegios ni amuletos, si no que aparece en escena de una manera más psicológica, como es más habitual en los tiempos actuales, de terapias conductistas y una sociedad sobremedicada y ajena espiritualidades medievales. La incapacidad de llevar a buen puerto las actuaciones y una dirección titubeante, con algunos sustos más que predecibles, nos ponen a las puertas de decidir si nos conformamos con un espectáculo insulso y manido, o bien abandonamos todo a su suerte y nos consolarnos con lo benevolente de su duración.
Y dicho esto vamos a pasar a hablar de El Exorcismo de Georgetown olvidándonos del lastre de sus actores y vamos a centrarnos en la película como experiencia de cine de género.
Todo cambió en 1972, el American Gothic llega a la ciudad. Hasta entonces, el campo norteamericano estaba sufriendo los horrores de una horda de asesinos caníbales, sectas demoníacas y psicópatas con motosierras. Pero el virus del Mal se extiende rápidamente y las ciudades empiezan a ser un terreno propicio para la aparición de asesinos de todo pelaje (El estrangulador de Boston, 1968) que acechan a los urbanitas en sus propias casas; ya no es necesario que los excursionistas neoyorkinos se desplacen a las Montañas Rocosas para ser empalados y devorados. Y estos acólitos del mal solo son la avanzadilla de lo que está por llegar, el mismo Satanás hará su aparición en el centro de Washington con El Exorcista (1972), obra seminal del American Gothic y matriz de la que emergen todos los títulos del recién creado subgénero de posesiones y exorcismos, incluido El Exorcismo de Georgetown.
Este subgénero, dedicado al trato y expulsión de demonios, tiene infinidad de títulos, unos más y otros menos logrados. Unos que aportan puntos de vista diferentes (El Exorcismo de Emily Rose, 2005) y otros que son una mera explotación (Exorcismo, de Paul Naschy, 1974). Hay un buen puñado de películas en cada uno de los grupos. Desde luego, El Exorcismo de Georgetown pertenece al segundo grupo, y no es porque quiera imitar de forma ínclita al clásico de William Friedkin si no porque la película que protagoniza Russell Crowe quiere ser a la vez un exploit de su matriz pero también un título que tenga muy presente -como homenaje, si se quiere ver así- esta circunstancia,
El Exorcista marca la línea de comienzo del subgénero, antes de ese título el subgénero no existía. Viendo El Exorcismo de Georgetown y siendo conscientes del importante legado de El Exorcista, que el título de 2024 subraya en su primer y último actos, entendemos por qué resulta tan difícil revivir la saga y por qué Exorcista, El Creyente (2023) resultó un intento fallido de continuar con el argumento original de William Peter Blatty. El Exorcista sigue teniendo una fuerza arrolladora cincuenta años después y sus códigos no han sido superados aún.
El Exorcismo en Georgetown es una película mediocre que terminará haciendo más daño que beneficio a su protagonista, pero incita a reflexiones interesantes desde el cine de género y a una revisión urgente de El Exorcista y de algunos otros títulos que se salvan de la quema de un subgénero que aún no es capaz de romper el cordón umbilical que le une a aquella obra maestra del terror psicológico y sobrenatural.