Crítica de Bone Tomahawk, con Kurt Russell
Título: Bone Tomahawk. Año: 2015. Duración: 133. Director: S. Craig Zahler. Música: Jeff Herriott, S. Craig Zahler. Guión: S. Craig Zahler. Fotografía: Benji Bakshi. Reparto: Kurt Russell, Patrick Wilson, Matthew Fox, Lili Simmons, Richard Jenkins.
El western ha muerto, larga vida al western, las idas y vueltas de este género a las carteleras de nuestros cines han sido una constante desde su casi desaparición a finales de los años 70. Si la década de los 80 supuso un panorama desértico para los colts y las estrellas de sheriff, el western se ha mantenido con colgando con alfileres de los proyectos de las productoras, que de vez en cuando apostaban por un nuevo título. En pleno siglo XXI el western sigue vivo y ha sabido mutar y reinventarse a sí mismo para asegurar su supervivencia; la idea de crear un western al estilo clásico es un acto de atrevimiento que sólo un cineasta cortado a la antigua usanza puede realizar (Tommy Lee Jones en Deuda de Honor, 2015), el western que hoy en día se puede realizar se mezcla con otros géneros o se concibe como un espectáculo visual con tintes de blockbuster (El Renacido, 2015), pero ante todo el western es entendido en la actualidad como un ejercicio de autoría, un terreno de experimentación y de cruce transversal de géneros, el último Tarantino, Los Odiosos Ocho (2015) es una prueba de ello. Pero los terrenos del horror son los más transitados en este recorrido transversal, la cinta The Burrowers (2008) expuso un interesante supuesto en el que se mezclaba horror, cine social e intrahistoria norteamericana. Deudora, como The Burrowers, de argumentos recurrentes en los filmes de John Ford o Howard Hawks, usando ese viaje o búsqueda que recorre ignotas tierras del Oeste norteamericano a modo de recorrido iniciático, Bone Tomahawk (2015) representa una interesante vuelta de tuerca en el que se mezcla un horror tangible y primigenio y una lectura de lucha de clases que hace que este título sea uno de los más interesantes de la temporada en cuanto al género fantástico.
Bone Tomahawk, dirigida por el debutante y escritor S. Craig Zahler y protagonizada por nombres tan potentes como Kurt Russell, Patrick Wilson o Matthew Fox, es una película que se cuece a fuego lento, todo su aparato narrativo se mueve despacio, deteniéndose en la descripción y el rol de cada uno de los personajes en el microcosmos de ese pueblo de pioneros que es Bright Hope: forajidos, indios renegados, agentes de la ley, esclavos libres, comerciantes o médicos, todos los estamentos de la incipiente civilización que los pioneros crean en mitad de las tierras salvajes son dibujados en la primera media hora de la película, tras la cual el guión toma la dirección de la búsqueda, la expedición de rescate de una mujer blanca raptada por una tribu de indios extremadamente salvajes, una comunidad troglodita cuyos códigos morales poco tienen que ver con la nobleza que los pieles rojas exhiben en otros westerns.
El grueso del metraje está ocupado por la peripecia de la expedición en la que los protagonistas sufren el acoso de una cruel banda de forajidos en inhóspitos parajes que tienen poca relación con esa visión preciosista y romántica de los westerns más épicos. Los lugares donde tiene lugar Bone Tomahawk son feos e inhóspitos, carentes de refugio y susceptibles de ser asaltados por forajidos que rebanan los pescuezos de los expedicionarios. Bone Tomahawk preconiza así su climática parte final, un segmento que es, sin duda, lo más interesante de toda la película. Llegando a ese momento, los pocos antecedentes de que disponemos sobre los captores de algunos miembros de la comunidad de Bright Hope nos advierten de que Kurt Russell y el resto de los protagonistas se van a enfrentar a unos salvajes en extremo crueles, pero no sabremos hasta que punto en tanto no se adentren en su territorio; es en ese momento en el que la mezcla de géneros de Bone Tomahawk reluce como su principal e inestimable valor: los salvajes parecen sacados de Holocausto Caníbal (Rugero Deodatto, 1980), no sólo en su aspecto visual, también en por su crueldad y hábitos alimenticios: son unos crueles y despiadados caníbales que demuestran un sadismo en una brutal y contundente secuencia filmada en un plano indirecto, una sorpresa que emociona a los aficionados al fantástico y directamente sitúa a Bone Tomahawk como una de las películas más estimulantes de la temporada.
Bone Tomahawk es una propuesta que contiene interesantes valores de cara al imaginario fantástico de este principio de siglo, pero es una lástima que el director S. Craig Zahler no haya sacado todo el jugo que el título se merecía, de hecho lo que esta película se merece es un director más atrevido, con más potencia visual. Bone Tomahawk cuenta con un reparto versátil y un guión más o menos sólido, quitando alguna irregularidad achacable a los convencionalismos del género. Lo más flojo de la película es su puesta en escena, pobre en su generalidad, su look visual falto de la suficiente garra en las secuencias donde se debería apostar por el extremismo; quitando la parte indicada en el párrafo anterior, en su conjunto, Bone Tomahawk adolece de un ritmo más atmosférico y de una dirección de arte y planificación que se queda coja, especialmente en la parte de la caverna troglodita, donde nos quedamos con muchas ganas de saber más sobre la tribu caníbal: cómo viven, “cómo se alimentan” o cuáles son las relaciones jerárquicas entre ellos. Resuelta de forma apresurada y sin una conclusión contundente, Bone Tomahawk sabe a poco a pesar de lo original de la propuesta.
Bone Tomahawk hace una interesante apuesta por la mezcla de géneros y establece sus mejores marcas en los momentos en los que esta mixtura irrumpe con inusitado bestialismo, aún así es una pena que no se haya aprovechado por entero las posibilidades que su planteamiento ofrece, una oportunidad difícil de repetir porque el factor sorpresa ya no sería tal si se filmase otro título parecido; si ese escenario fuera posible ¿no estaríamos entrando de lleno en el terreno de la exploitaton? Sería un panorama que nos resultaría hartamente familiar, si no echemos un ojo a toda la cannibal exploitation italiana de finales de los 70 y principios de los 80; curioso cuanto menos lo que Bone Tomahawk –un título convertido ya en clásico- podría llegar a provocar.