Crítica: El Pasaje (The Passage), una película de J. Lee Thompson
Título: El Pasaje (The Passage). Año: 1979. Duración: 99 minutos. País: Reino Unido. Guión: Bruce Nicolaysen (Novela: Bruce Nicolaysen). Director: J. Lee Thompson. Reparto: Anthony Quinn, James Mason, Malcolm McDowell, Patricia Neal, Kay Lenz, Paul Clemens, Christopher Lee, Robert Rhys, Michael Lonsdale, Marcel Bozzuffi, Peter Arne, Neville Jason, Robert Brown, Rose Alba, Jim Broadbent
El Pasaje (The Passage): tardía película de hazañas bélicas
Antes de nada, y para los que terminen de leer esta reseña y ardan en deseos de ver la película El Pasaje (The Passage), hay que indicar que la única edición en dvd disponible en el mercado es española, y no por ganas de aumentar la leyenda negra de nuestro país, he de decir que la calidad de la copia es más que pésima: formato televisivo, colores sin restaurar, sin subtítulos, títulos de crédito cortados, etc. Se puede hacer el esfuerzo y verla pero la calidad del visionado desmerece completamente a esta gran película, que necesitaría de una edición restaurada para el disfrute de todos los aficionados. Y tras las malas noticias, que se digieren enseguida, vamos a disfrutar del análisis de esta cinta de aventuras bélicas.
Olvidada y desconocida para el público de hoy, en gran parte por el problema antes reseñado, El Pasaje (The Passage) es un ejemplo de cine tardo-bélico de indudable calidad. Quedan muy atrás las películas de “hazañas bélicas” ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, que glosaban las gestas imaginarias o reales de personas (soldados, miembros de la resistencia o personas comunes) que combatían al Tercer Reich y a las potencias del Eje dinamitando trenes, asesinando a oficiales alemanes o volando bases secretas. Tras una década de películas rodadas en cinemascope y con elencos galácticos como Los Cañones de Navarone (Guns of Navarone, 1961), El Desafío de las Águilas (Where Eagles Dare, 1969), La Gran Evasión (The Great Scape, 1963) o El Día Más Largo (The Longest Day, 1962) sólo por citar algunas entre un largo etcétera, el subgénero marca su punto de inflexión con la irónica Los Violentos de Nelly (Kelly´s heroes, 1970). A partir de ese momento se empiezan a agotar las historias aunque aún hubo algunas producciones que, a finales de los años 70, siguieron la estela de aquellos tiempos de gloria reformulando sus planteamientos propagandísticos originales. Un Puente Lejano (A Bridge So Far, 1977) cuenta un capítulo del Día-D con una narrativa un tanto apática, Ha llegado el águila (The Tagle has landed, 1979) narrada desde el lado alemán, relata el intento de asesinato de Winston Churchill; y por no alargar más la lista únicamente añadiremos El Pasaje (The Passage), dirigida por J. Lee Thompson y contando con Anthony Quinn como estrella principal, que repetirían el tándem que ya formaron en Los Cañones de Navarone.
En esta ocasión, El Pasaje (The Passage), la película planteada por Thomson y escrita por Bruce Nicolaysen, basada en su propia novela, huiría del espectáculo grandilocuente y la puesta en escena grandguiñolesca de las antiguas producciones bélicas, para contar una historia más sencilla, con un interesante punto de arranque argumental. Anthony Quinn es un pastor vasco –del que nunca se dice su nombre- que es contratado por una organización de la resistencia para evadir a una familia de refugiados a través de los Pirineos. El padre de familia, el profesor Bersog, Interpretado por James Mason, es un prominente científico alemán disidente. Un oficial alemán, el capitán Von Berkow, interpretado por Malcolm McDowell, perseguirá a Bersog utilizando métodos dignos del más sanguinario de los nazis.
El Pasaje (The Passage) orbita en torno a estos tres personajes principales, muy bien definidos y estereotipados. El pastor vasco, rudo y pragmático que accede a hacer de guía por la no despreciable cantidad de 5.000 pesetas de la época, incluyendo la liquidación de cualquier nazi que se interponga en su camino. El profesor Bersog, paradigma de científico alemán con conciencia ética pero de constitución débil y peligrosamente apegado a su familia. Y por último el excelente personaje del capitán Von Berkow, imagen hiperrealista de un oficial de las SS, que cumple con todos y cada una de las virtudes negativas que se le achacan a un perro de presa del Tercer Reich, y que ofrece un oscuro y elegante contrapunto al rudo pastor.
Retorno a la nazi exploitation
El personaje de McDowell es uno de los más realizados de su carrera y, de entre los personajes de oficiales nazis de la historia del cine, puede que sea el más exagerado de todos ellos. El carácter de este personaje tiene una justificación que no encontraremos al otro lado del océano sino en el cine europeo de los años 70, el subgénero conocido como la nazixploitation, batería de películas realizadas, en general, por directores italianos y que básicamente trataban de campos de exterminio de mujeres y oficiales nazis (hombres o mujeres) malos malísimos que las sometían a todo tipo de vejaciones. El auge de este subgénero coincidió con la gestación de El Pasaje. Sin entrar en el estudio de este rico e interesante subgénero, que nos llevaría unas cuantas páginas, pasemos mejor a analizar algunas escenas de la película que imprimirán el barniz eurotrash a ésta, una producción de hazañas bélicas norteamericana que desprende tufo a exploit por los cuatro costados.
El pastor y la familia del profesor Bergson tiene que esconderse en una caravana de carros gitanos (cuyo patricarca es interpretado por Christopher Lee). El capitán Von Berkow les descubre y se lleva a la hija del profesor (Kay Lenz) para que le haga de esclava sexual. El oficial, enfundado en cuero negro, es desvestido por la chica, la cual toma una ducha sin jabón y ni siquiera se la deja secarse (guiño al trato ofrecido a los prisioneros de los campos). El coronel enseña a la chica sus calzoncillos, con una esvástica bordada en ellos, tras lo cual procede a sodomizarla, estando su cuerpo aún mojado. Al haber terminado, ella es entregada a un suboficial para una nueva violación. No sólo hay un desnudo de la bella actriz sino que la violación y la humillación a la que es sometida se recrea con detalle aunque la escena de sodomía no es explícita. Esta escena es un auténtico hito para una producción americana de la época y nos remite a los tiempos de gloria del nazixplotation europeo. Steven Spielberg en La Lista de Schindler (Schindler´s List, 1993) planteó una escena similar pero con conclusión feliz.
El capitán Von Berkow, vestido de nazi SS, pero con mandil y gorro de cocinero, tortura a uno de los miembros de la resistencia (Michael Lonsdale) en la cocina de la Gestapo y termina cortándole las falanges con un gran cuchillo de cocina simulando que corta perejil. Atención a la expresión sádica del personaje de McDowell. Y como última escena a destacar es aquella enla que Von Berkow, enfundado en estricto cuero negro, quema vivo al patriarca del clan gitano. El vestuario de Von Berkow está cuidadosamente estudiado para dar el tono hiperrealista al personaje. Desde las escenas de paisano a las escenas en la montaña, el oficial permanece enfundado en ajustadas prendas de color negro, trajes de cuero, de chaqueta o abrigos. Un par de escenas más, que podrían pasar por ridículas, resultan engrandecidas por McDowell: el monólogo ensimismado sobre la nueva era del Reich que ofrece pistas sobre cierto complejo de inferioridad del personaje y la imitación que Von Berkow hace de Hitler con un peine, escena iluminada desde su espalda como si fuera un retrato de la época.
El Pasaje (The Passage): la guerra de los refugiados
J. Lee Thompson pone en liza una forma de verla Segunda Guerra Mundial que apenas había sido tratada por el cine: el drama de los refugiados que huyen de Francia buscando la salvaguarda de España para, desde allí, huir a Norteamérica. Muchos refugiados creyeron inocentemente que el régimen fascista español se mantendría neutral y dejaría libre tránsito a los refugiados que atravesaran los Pirineos con gran riesgo de su vida. En la realidad no era así, sino que el régimen franquista ponía a esos refugiados a disposición de la Gestapo. El film de Thompson no llega a esos planteamientos políticos y en la última parte de la película describe la aventura en las montañas pirenaicas, sacando partido a los impresionantes paisajes con una más que correcta fotografía y jugando con la persecución, la desesperanza de los perseguidos y un par de escenas de acción, quedando el final de la película a modo de epílogo, para que el público pueda ver con sus propios ojos la muerte del oficial nazi, cuya maldad le hace merecedor de una “segunda muerte” no menos horrible que la que él ha dispensado a algunos de los personajes del film.
¿Qué es un vasco?
Y queda como nota curiosa un apunte de carácter patrio, la conversación mantenida con el personaje de Kay Lenz con el pastor vasco:
«Nunca he visto a un vasco…». «¿No?», pregunta éste. Y Kay Lenz continúa: «…pero había oído decir cosas horribles de ellos». «Crea todo lo que le digan», responde el protagonista volviendo los ojos hacia las cumbres.
Hollywood pasa por el tamiz de su pluma todo aquello que pueda sonar a mito para su explotación cinematográfica. Al parecer los vascos también ocupan un pequeño lugar en el imaginario de los guionistas norteamericanos, igual que ellos ocupan un lugar en el nuestro.
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