En la tercera jornada en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya nos desayunos con un auténtico clásico del fantástico español, La Casa sin Fronteras de Pedro Olea. Terminamos la jornada con un late show muy terrorífico y trasnochamos con el impecable thriller Night of the Guardian. En medio, algunas sesiones de espiritismo que no pueden faltar en este festival.
La Casa sin fronteras
Era el año 1972, en pleno tardofranquismo cuando Pedro Olea se decide a escribir, dirigir y producir La Casa sin Fronteras, una historia inusual en nuestra filmografía que trata sobre peligrosa y tenebrosa secta llamada La Casa Sin Fronteras. En su día y aún hoy se quiere asimilar a esta secta con el Opus Dei. Pedro Olea, que ha estado presente en la sala introduciendo la película, desmiente tal extremo y nos cuenta algunas cosas sobre la producción de la cinta y su recorrido posterior. Él mismo confiesa que tiene una copia en mal estado en su colección personal. Afortunadamente, la película ha sido objeto de una restauración que hemos podido disfrutar.
Rodada en un oscuro y frío Bilbao, la película cuenta con dos protagonistas principales, Geraldine Chaplin y Tony Isbert. Ambos compartirán un destino similar al ser atrapados por la vengativa secta La Casa Sin Fronteras, término paradójico que evoca luz y apertura, cuando la película es decididamente oscura y opresiva; he aquí uno de los mejores aspectos de la película, su ambiente frío, oscuro y húmedo que transmiten una sensación de desesperanza ante un final inminente. Igual ocurre con la interpretación de los actores principales.
Pedro Olea es más conocido en el mundo del fantástico por El Bosque del lobo, pero la recuperación de La Casa Sin Fronteras le encumbrará aún más dentro de los iconos del cine fantástico español.
The last ashes
Cerca de dos horas y media dura este eurowestern ambientado a finales del siglo XIX en una zona boscosa de Luxemburgo. Da para contar mucho o divagar contando nada. The Last Ashes se queda en el punto medio, pero ese no es su mayor problema.
Está claro que las sociedades de prácticamente el mundo entero están regidas por un patriarcado. El relato que esta época se hace de nuestro devenir como pueblos del mundo no deja lugar a dudas, y no digamos ya las pequeñas que no han abandonado aún la lógica feudal. Autoras, las más, se han lanzado a rodar historias que ponen esto de relieve una y otra vez, pero el terreno del eurowestern estaba aún por ollar.
Loïc Tanson, su directora, nos trae una historia sobre patriarcado, humillación, venganza y redención que hará las delicias de un público concienciado con este tema pero también a quién la ingesta de un producto preparado y prácticamente masticado le siente mejor que otro donde deba buscar claves, señales e interpretar códigos. The Last Ashes tiene un punto de partido complicado, todos los eurowesterns lo tienen ya que es difícil trasladar el argumentario del western de América a Europa. Si tragamos con esa premisa, el resto debería ser un ejercicio cinematográfico estimulante, pero The Last Ashes deja todo más que masticado y el mensaje de liberación feminista es tan obvio que su argumento se podría haber resumido en noventa minutos.
The Last Ashes da para serie de TV de lujo si los productores rodasen algunas escenas adicionales para salvar una narración tan plana y triunfaría en la televisión europea. Por cierto, muy bonita la fotografía.
Brooklyn 45
Ted Geoghegan, el realizador de la interesante Aún estamos aquí, nos trae su nuevo título, Brooklyn 45, un alegato antibelicista en clave de película de terror con tintes de comedia y un planteamiento teatral al estilo Cluedo.
Brooklyn 45 es un encendido alegato en contra de la guerra que no es necesario leer entre líneas, el realizador, que escribió la historia junto a su fallecido padre, veterano de Vietnam, utiliza como excusa una sesión espiritismo para sacar a la luz los demonios interiores de los personajes, traumatizados por lo que han vivido en la Segunda Guerra Mundial.
Empezando por un casting muy acertado, las interpretaciones de los actores son impecables. Cada uno de los personajes se siente muy bien ubicado en el rol que le toca defender y transmiten sus sentimientos y pesares de manera cristalina. Como no, entre el reparto está uno de los imprescindibles del bumblegore que ya protagonizó Aún estamos aquí, el ubicuo Larry Fassender.
El apartado de los efectos especiales se resiente debido a las limitaciones presupuestarias de la película. Una cosas que juega en contra de Brooklyn 45 es que no ha podido superar a su título antecesor. Es una película mucho más pequeña y menos ambiciosa. Es una pena porque con un presupuesto y unas miras algo más elevadas podría haber sido una interesante propuesta.
Late night with the devil
Llegamos al plato fuerte del día, Late night with the devil es una de las películas más esperadas del festival. Si en Brooklyn 45 ya habíamos señalado la vocación teatral de la película, vemos que sucede prácticamente lo mismo en Late night with the devil, que se desarrolla por entero en directo en un plató de televisión. La propuesta a priori es interesante.
Podemos decir que Late night with the devil es una actualización del American gothic que ocupó toda la escena del cine de terror norteamericano en los años 70. La textura de la película es original, también el formato, el imprescindible 4:3 de la televisión de la época.
En el plató en directo de este late show que se va de las manos van apareciendo personajes de lo más pintoresco hasta que el presentador se las tiene que ver con un auténtico demonio.
Si la propuesta nos gusta porque es realmente original, el ritmo de la película nos deja bastante planos. Un poco más de ambición a la hora de mostrar sobresaltos hubiese estado bien, y no dejar lo mejor para el final.
Night of the hunted
Han pasado unos cuantos años ya desde que Franck Khalfoun dirigiera el remake de Maniac (2012), protagonizado por Elijah Wood y producido por su colega Alexandre Ajà. Una nueva colaboración entre Alexandre Ajà y este realizador nos ha traído el thriller Night of the Hunted, una angustiosa película sobre el acoso de un francotirador a la clienta de una gasolinera (Camille Rowe). Obviamente, este acoso no va de soltar una palabrotas si no de descerrajar balas de gran calibre a la protagonista y a todo aquel que se pare a llenar el depósito en ese lugar.
Frente a la gasolinera hay un gran cartel en el que está escrito en letras gigante «God is nowhere» (Dios no está en ninguna parte). Esta premisa que elimina a Dios de la ecuación de nuestra existencia no es cuestión baladí, habla de lo errático y lo contingente de nuestras vidas. En este aspecto se nos viene a la cabeza la esclarecedora película de Luis Buñuel, El fantasma de la libertad (1974) en el que un francotirador asesina a gente sin motivo ni móvil alguno. ¿Existe la libertad o estamos completamente dominados por fuerzas ajenas a nosotros? Night of the Hunted hace evidente ese axioma desde el principio de la película.
Rodada en un espacio muy limitado, Night of the Hunted es admirable la planificación de todas las escenas. La película es pequeña en sus limitaciones presupuestarias pero el buen uso del espacio le hace parecer más grande. El ritmo no decae, su hora y media de metraje no dejan lugar al aburrimiento; cuando no hay acción, la conversación entre la protagonista y el francotirador nos muestran un nación dividida políticamente en dos facciones, una ultraderecha extremadamente radicalizada y una parte de la sociedad americana progresista que está dibujada como aburrida y falta de objetivos vitales.