Crítica de Creed, con Sylvester Stallone
Título: Creed. Año: 2015. Duración: 132 min. País: Estados Unidos. Director: Ryan Coogler. Guión: Ryan Coogler, Aaron Covington. Música: Ludwig Göransson. Fotografía: Maryse Alberti. Reparto: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Phylicia Rashad, Will Blagrove, Juan-Pablo Veza, Andre Ward, Tony Bellew, Philip Greene, Manny Ayala, Cory Kastle, Vincent Cucuzza, Christopher Weite.
Sylvester Stallone lleva siendo etiquetado como cadáver cinematográfico desde hace más de veinte años. El intérprete de Rocky está incluido en una generación de actores de músculo, de cine de acción netamente ochentero; el actor italiano-americano ha sabido adaptarse a los tiempos e incluso se ha atrevido, no sólo a alargar las sagas de sus personajes más populares, también a crear una saga autoparódica en la que ha reunido a todas las estrellas de acción de los años ochenta a esta parte: Los Mercenarios. Por razones que quizás mezclen la simpatía del público hacia Stallone y el marketing cinematográfico, la mayoría de sus nuevas producciones tienen un enorme éxito y ofrecen al público una nueva vuelta de tuerca a nuestra forma de entender la industria cinematográfica en términos de secuela y spin off. La apuesta de Sylvester Stallone para 2016 es Creed, donde retoma en el personaje de Rocky Balboa, creado en el primer y oscarizado Rocky (1976); de forma más indirecta, y como leitmotiv del título, Apollo Creed también está presente en el personaje de su hijo. Apollo es la némesis afroamericana de Rocky; su primera aparición tiene lugar en un capítulo posterior de la saga, muriendo posteriormente en el ring a manos de un ruso rubio, cachas y dopado -interpretado éste por la también estrella de acción Dolph Lungred.
Casualidades de la vida, Rocky Balboa, ahora mayor, con problemas de salud y muy cerca de sus humildes orígenes, se encuentra en la tesitura de redimir al díscolo hijo de Apollo, Adonis Johnson (Michael B. Jordan). La dinámica de los argumentos de las películas de Rocky es de sobra conocida y pronto de establecerá una relación padre-hijo, maestro-discípulo entre ambos. La épica de las escenas de Creed no es nueva, Ryan Coogler, director de la película, quiere transmitir las mismas emociones que en otras entregas de la franquicia, pero su condición de cineasta independiente ha aportado nuevas ideas a la realización de la película, ideas que se sustantivan en una filmación más realista y cercana en algún momento al género documental. El filme no quiere quedarse en la mera explotación de los iconos cinematográficos y repetir de forma mecánica la fórmula de la saga, el realizador apuesta por una cinematografía más dinámica y agresiva, y a la vez, también repleta de humanidad.
Creed está repleta de guiños a la franquicia Rocky, tiene un guión más que previsible, y no obstante, la correcta dirección de Ryan Coogler crean una película simpática y sin mayores y loables pretensiones que la de satisfacer a los fans, atrapar sus corazones con un libreto sencillo y humano; el resultado de la cinta es inquietante: es tan conmovedora como fácilmente olvidable. Si éstas son las claves del éxito de esta película podemos asegurar que han funcionado con meridiana precisión, ahí están las nominaciones a los Globos de Oro, Oscar y certámenes de la crítica cinematográfica que podrían consolidar la carrera de Sylvester Stallone en su madurez y refrendar a la saga Rocky de cara a un imaginario colectivo intergeneracional. Con esta película y su saga matriz nos hallamos ante un fenómeno propio de la cultura popular. Rocky Balboa es uno de los iconos más importantes de nuestro imaginario colectivo y el público más joven quiere compartir el territorio emocional por el que ya deambularon sus padres hace décadas, de ahí que Rocky Balboa y Creed, personaje y película, sean entes que forman parte de nuestra sociedad de consumo, con un interesante atractivo de cara a la venta de merchandising, DVDs, etc.
