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Crítica de Inquisición, de Paul Naschy

Año: 1976. Duración: 86’. País: España. Director: Jacinto Molina. Guión: Paul Naschy. Dirección Artística: Gumersindo Andrés. Reparto: Paul Naschy, Daniela Giordano, Mónica Randall, Ricardo Merino, Tony Isbert, Juan Luis Galiardo, Julia Saly. 

La primera película dirigida y protagonizada por el icónico Jacinto Molina/Paul Naschy llevó por título Inquisición (1976), una narración con marcado carácter historicista que además tiene interesantes insertos fantásticos y cuenta con un elevado nivel en la puesta en escena y planificación, sorprendente para la ópera prima del hasta entonces actor. Paul Naschy, que había debutado en el encabezamiento de repartos con la historia de licántropos La Marca del Hombre Lobo (1967), y a estas alturas ya se había convertido en todo un referente del cine fantástico español. Tras toda una década dedicado a interpretar a los monstruos que harían famoso al género del Spanish horror, o como otros prefieren llamarlo, fantaterror, abandona la saga licántropa de Valdemar Danisky, que tan buenos resultados estaba dando en taquilla, y realiza el salto tras la cámara con esta película de título explícito influida por dos modestos títulos de la época, El General Witchfinder (Witchfinder General, 1968) y Las Torturas de la Inquisición (Mark of the Devil, 1970), de los que toma prestados muchos elementos argumentales, pero logrando crear un film personal y de gran calidad, desvinculado por mérito propio de las influencias citadas.

Inquisición de Paul Naschy

El inquisidor francés Bernard de Fossey y dos de sus hombres viajan por una región apestada en busca de brujas y hechiceros para quemarlos en la hoguera. En el camino paran en casa del alcalde Armand, y Fossey se enamora de su hija Catherine. El empeño de Fossey por poseer a Catherine pondrá en peligro su sangrienta misión y les llevará a ambos a la condenación eterna.

Inquisición de Paul Naschy

En este film sorprende la versatilidad con la que Jacinto Molina (nombre que usa para firmar la autoría de la cinta) recoge tópicos de la exploitation de la época, sexo y violencia, mostrando profusión de desnudos femeninos en escenas muy cuidadas por un guión que evita la gratuidad de los mismos, encajándoles de manera apropiada en los bloques narrativos. La película también exhibe altas dosis de gore y sadismo; la cámara de torturas da de sí para la exhibición de unos esculturales cuerpos femeninos que son machacados con los más variopintos instrumentos de tortura. Pero ante todo destaca la solidez del guión, firmado también por el mismo Paul Naschy, que no deja lugar a la gratuidad de ninguna de las escenas rodadas, tarea difícil de acometer en una época, la del tardofranquismo, prolija en desnudeces y otros insertos morbosos para regocijo del reprimido españolito.

Inquisición de Paul Naschy

En el apartado de la ambientación, el trabajo del director artístico, Gumersindo Andrés, es impresionante al conseguir recrear de manera más que solvente y fidedigna cualquiera de los escenarios propuestos por el guión, ya sea una cuadra, la alcoba del inquisidor, o el sabbath de las brujas, para el que claramente se inspiró en la etapa tenebrista de Goya y sus pinturas negras. Como complemento a esta impagable ambientación, el vestuario diseñado para la película, en especial el de los inquisidores, juega un papel importante, tanto por su variedad y buena factura como por el contraste de los colores elegidos de acuerdo a cada personaje: los inquisidores visten trajes negros con una cruz blanca bordada en el pecho, otorgándoles un aspecto siniestro a la par que redentor -la Inquisición jugaba con esta contradictoria dicotomía para arrancar sus confesiones-. Las protagonistas femeninas son vestidas con trajes largos y camisones que recuerdan a la estética Hammer –no será éste el único detalle que recuerde a la legendaria productora, también la labor del fotógrafo incidirá en guiños hammerianos claramente identificables-; en los momentos más oníricos la protagonista, Daniela Giordano, llevará puesto un camisón rojo carmesí, de connotaciones vampíricas.

Inquisición de Paul Naschy

El reparto reúne a algunos de los mejores actores españoles de la época. Aparte de los protagonistas que encabezan el reparto, Mónica Randall, Juan Luis Galiardo, Ricardo Merino o Julia Saly, componen interpretaciones acordes con la época y los personajes que les son asignados, quedando en conjunto un sólido elenco que intensifica aún más la fuerza narrativa de una historia que se mueve por los derroteros de la denuncia social, y que a mitad de su metraje da un giro para sumergirse en terrenos netamente fantásticos. Y es ahí donde Daniela Giordano juega un papel decisivo al exhibir una excelente capacidad de mutación, desde la figura de una dama romántica que parece salida de un romancero castellano, hasta la de la una mujer cruel y lujuriosa capaz de subvertir su personalidad cristiana y candorosa con tal de obtener la venganza.

Inquisición de Paul Naschy

La denuncia social es más que evidente en este primer film de Jacinto Molina. Recordemos que su personalidad progresista fue la única que se atrevió a elucubrar con la muerte del dictador Francisco Franco en la película de Carlos Puerto, El Francotirador  (1978), y en Inquisición se despacha a gusto recreando los desmanes del Santo Oficio como organización represiva que fiscalizaba cualquier aspecto de la vida diaria, si bien el film quedó finalmente ambientado en Francia para no soliviantar aún más a las autoridades del momento. El personaje de Ricardo Merino, de apariencia fea y vulgar, y personalidad mezquina, simboliza en la película a la figura (real) del testigo inquisitorial, aquel que,  sin más argumento que su testimonio, era capaz de provocar la ruina de los denunciados ante la Inquisición, institución que con pocas excusas se lanzaba a la persecución de toda aquella persona que pusiera en tela de juicio el dogma católico o sus preceptos morales, por ridículos que fuesen. Así, Naschy/Molina realiza una disección en clave fantástica de estos escabrosos aspectos histórico-culturales deliberadamente ignorados en nuestros libros de historia, cuyas páginas siempre abogan a favor de una versión más humanista del papel de la Iglesia en nuestra andadura como nación; baste recordar que la Inquisición en España se abolió a principios del s. XX.

Inquisición de Paul Naschy

La puesta en valor de los films de Naschy/Molina es urgente. Tras Inquisición, Molina realiza la que quizás fuera su mejor película, El Huerto del Francés (1977), también una crónica negra de la historia de España pero basada, esta vez, en un hecho real y concreto, los asesinatos perpetrados por Juan Andrés Aldije “El Francés”. Ni Inquisición, ni El Huerto del Francés, ni otras de las películas de Naschy fuera y dentro del ciclo licántropo son accesibles para el aficionado al no existir una editora que decida hacerse cargo de los derechos de publicación en formato doméstico. Estos derechos se pierden en un maremágnum de litigios interminables, dejando el nombre de Naschy como eterna figura a recuperar y gran desconocido para el aficionado español. Es una pena que siempre que hablemos de contraculturalidad pongamos en los altares a autores extranjeros, cuando en España ha habido auténticos francotiradores –cinematográficos-, y pocas veces se ha apostado por ellos…this is Spain.

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