Crítica de Titane, dirigida por Julia Ducournau
Titane. Año: 2021. Duración: 108 min.País: Francia. Dirección: Julia Ducournau. Guion: Julia Ducournau. Música: Jim Williams. Reparto: Agathe Rousselle, Vincent Lindon, Garance Marillier, Myriem Akeddiou, Dominique Frot.
Titane (2021) es la segunda película de la directora francesa Julia Ducournaur, un título que se alzó con la Palma de Oro en Cannes 2021, un premio que nadie esperaba, ni siquiera la propia realizadora. Para sorpresa de propios y extraños, este reconocimiento quizás tiene su explicación en la rompedora y comprometida estética de la película, y en ser, desde el punto de vista de cine de género, una sinopsis de varios de los temas y clichés que han pululado por el ámbito fantástico durante los últimos treinta años.
La anterior película de Julia Ducournaur, Crudo (2016), insufló oxígeno al ya decadente cine de terror extremo francés, también conocido como nueva ola de cine de terror francés, fenómeno de corta duración y visualmente extremo que ha ido alargando su vida casi de milagro, con el estreno esporádico de algún título, sin que hasta la aparición de esta realizadora pareciera contar con un digno abanderado. Si en Crudo, la realizadora exploraba las obsesiones de la familia medio burguesa francesa y los contratiempos de una joven despertando a su etapa adulta, en Titane decide explorar otros territorios más ignotos y abstractos, sirviéndose para eso de un buen puñado de referencias que plasma en la pantalla de manera ordenada pero sin que en conjunto vayan a transmitir un mensaje sólido.
El body horror de David Cronenberg y su “nueva carne”, más concretamente, Crash (2004) y la pulsión del ser humano moderno para lacerar y mezclar su carne con el metal, forman parte de Titane desde el comienzo del metraje –Titane incluso toma como inspiración su banda sonora, reinterpretada por Jim Williams. Desde que Alexa (Agathe Rousselle) queda “bautizada” para la “nueva carne”, al comienzo de la película, su vida va a estar marcada por la misantropía y el apego a lo mecánico, a aquello que está desposeído de conciencia. Aunque David Cronenberg es la principal referencia de Titane, tampoco debemos perder de vista al cyberpunk de Shinya Shukamoto en su saga Tetsuo.
Aparte de eso y de mostrarnos personajes y situaciones extremas, el discurso es difícil de encontrar. Si Cronenberg dotaba a todas sus películas de una narrativa y un anhelo, ya fuera más o menos trascendente, Titane sacude al espectador con escenas y propuestas radicales, con una caterva de personajes no al límite, si no más allá. Titane no pretende ser hiperrealista, sino extrema y punk. Si buscamos algún tipo de lectura que podamos llevar a nuestra cotidianeidad, quizás la encontremos en la transexualidad como uno de los motores del cambio y la nueva carne en el ser humano occidental de hoy en día, donde género y sexo se difuminan y constituyen otra forma existencialismo y mirada al vacío. En Titane la transexualidad es entendida no solamente como un cambio de sexo si no como algo más, va acompañada de una evolución biónica. ¿Drama o cine fantástico? Ambas cosas a la vez.
Titane cuenta en el reparto con el veterano Vincent Lyndon, en el papel de un personaje destrozado y, de nuevo, extremo. A partir del segundo acto del metraje el tándem Rousselle/Lyndon se hace con el absoluto protagonismo de la película, Julia Ducournau confía la suerte de su guion a estos dos personajes. Siguiendo la lógica que antes hemos apuntado, en la escena final, el personaje de Vincent Lyndon queda redimido de su dolor y el de Alexa se sacrifica en pos del cambio de paradigma de la humanidad. Esta es la pretenciosa lectura que hemos sacado de Titane, aunque como hemos comentado antes, la película es más un catálogo de propuestas que un camino con una conclusión coherente.
Este segundo trabajo de Julia Ducournau ha llegado al público de dos maneras diferentes. La primera es con la sorpresa y la incredulidad de estar viendo un espectáculo visual vacío y gratuitamente extremo. La otra será la de pensar que Titane representa un lienzo en blanco para que el aficionado al fantástico vuelque sus gustos y obsesiones en ella y saque sus propias conclusiones. Los espectadores del primer grupo abandonarán el visionado pasados los primeros veinte minutos.