The monkey, una película de Oz Perkins

Crítica de The Monkey, dirigida por Osgood Perkins

The Monkey. Año: 2025. Duración: 95 min. País: Estados Unidos. Dirección: Osgood Perkins. Guion: Osgood Perkins. Historia: Stephen King. Reparto: Theo James, Tatiana Maslany, Chirstian Convery, Colin O’Brien, Sarah Levy, Elijah Wood.

The Monkey, tercera obra en largo de Oz Perkins -ciara quien no lo sepa aún, es el hijo de Anthony Perkins- llega a nuestras pantallas poco tiempo después de su éxito, Longlegs (2024). Y es que la gestación de The Monkey fue anterior a aquella película, protagonizada por Nicolas Cage. La expectación de este título ha sido notable, habida cuenta del éxito entre el público de estómagos fuertes, que tuvo su anterior cinta. A lo que hay que añadir que esta vez no se parte de una historia original sino de un relato escrito por el rey Midas del terror, Stephen King.

En primer lugar, debemos destacar el tono jocoso de la cinta. The Monkey no tiene nada de ese “terror elevado” que caracterizaba a Longlegs. The Monkey es un divertimento creado para deleite de un público que se regocija en el gore, las muertes truculentas (y originales) y una falta absoluta de pretensiones intelectuales -en este caso-; todo es diversión, todo es sangre, todo es esperar a que el mono se ponga a martillear el tambor y a pasárselo pipa las muertes más locas vistas en una pantalla últimamente.

Por la parte del tono que Oz Perkins ha impregnado a la película, hay que celebrarlo, no cabe duda de que la cinta es un acierto comercial y que hasta pasará a la historia del terror como un clásico menor. Y es que ahí están las referencias a las sagas de Destino Final o Saw, mezcladas con muy mala leche, una mala baba que nos recuerda al filme de James Wan, Silencio desde el mal (2007) o los vericuetos humorísticos de otra de sus cintas,  Maligno (2021). Y desde aquí podemos sacar un apunte interesante, James Wan es el productor de The Monkey, una influencia más que evidente en la película de Oz Perkins.

The Monkey, una película de Ozz Perkins

Si en Silencio desde el mal, James Wan usaba a un muñeco ventrílocuo como vector de crímenes y maldades, en The Monkey, es un mono de juguete es, a la postre, ese vector. El mono tamborilero, por similitud biológica y también criminal, nos recuerda a esa pata de mono del relato W.W. Jacobs, a la que se le hacían peticiones y esta las cumplía de forma tan arbitraria como contraproducente para el interés de su dueño y solicitante. Y por último, para concluir este apartado dedicado a explorar las raíces populares del auténtico protagonista de The Monkey, debemos tener muy presentes aquellas adaptaciones en las que un mono ha sido el protagonista de las desdichas de los humanos, no sin razones de peso, todo hay que decirlo: desde la saga del Planeta de los Simios, pasando por títulos como Atracción Diabólica (1988), Phenomena (1987) o el mítico King Kong

Dicho todo lo anterior, y a la luz de esas referencias, concluimos que el primate representa la animalidad del ser humano, su parte más instintiva, y la sombra que le recuerda que, a pesar del avance de la civilización y el refinamiento, solo somos animales, primates evolucionados con un potencial de brutalidad tal que hacen palidecer a la bestialidad de  cualquier animal salvaje. Y así, The Monkey nos recuerda que tenemos ignotos reversos oscuros y sombras que en esta cinta están representadas por el mono tamborilero.

Si en el trabajo actoral nos tenemos que fijar, es ahí donde encontramos el punto flaco del filme. Los actores no son buenos, no tienen una buena dirección o quizás las dos cosas. La buena dirección de actores de Longlegs no se ve aquí por ninguna parte. Los personajes son planos y estúpidos, para nada nos encontramos con perfiles interesantes o historias humanas de relevancia; el cainismo, la paternidad y los traumas familiares pueden dar mucho de sí crear hilos argumentales interesantes, pero aquí no es el caso.

En la puesta en escena destacan unos efectos especiales memorables que acompasan los asesinatos más canallas, gore a raudales que en ocasiones parece que pretende emular al hiperbólico baño de sangre a los que Sam Raimi somete a sus personajes en cualquiera de las entregas de Evil Dead. Bien por ello, pero fallan las interpretaciones, el comportamiento de los personajes es demasiado ridículo en esos momentos. Y con esto volvemos al punto más hiriente de la película, The Monkey tiene un planteamiento interesante y está abrigada por una sobresaliente puesta en escena, pero los actores y sus interpretaciones están despojados de drama y de humor. Hemos mencionado a Sam Raimi, quizás alguien como él o su perfil serían los realizadores más adecuados para dirigir The Monkey.