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SAW III editada en DVD y Bluray en una «edición extrema»

Una introducción a la saga SAW

El éxito de la saga SAW es un anomalía dentro de la industria cinematográfica norteamericana de terror. Las ya ocho entregas que comprenden hasta ahora la franquicia no han escatimado en explicitud gráfica de torturas, asesinatos y elementos visuales destinados a provocar la insana nausea del espectador menos acostumbrado a estas lides. Al contrario que las sagas slasher de los años ochenta y principios de los noventa (Pesadilla en Elm Street o Viernes 13), SAW lleva a la audiencia a una especie de éxtasis de la crueldad, de diabólico paroxismo donde la única ley que impera es la ley del más fuerte, del dominador, del sádico, y lo que es aún más doliente para la víctima y el espectador, la del sermoneador, vigilante de una moral que se revela a todas luces conservadora. Si esto último no es un axioma nuevo en el cine de horror norteamericano, tan dado a ofrecer lecciones morales y a educar desde la pantalla, la saga SAW lo lleva a la práctica mostrando un catálogo de sadismo que no encuentra parangón en cuanto a ingenio, creatividad y estallidos de gore.  Lo explícito de su representación visual tiene un porqué en la mente de la persona que mueve los hilos tras cada una de las trampas y truculentas pruebas a las que están sometidas las víctimas, ese porqué es la mente moralista y criminal de Jigsaw (Toby Bell), émulo del personaje que Kevin Spacey interpreta en Seven (1995), pero esta vez llevado a una dimensión menos intelectual de un tipo de cine que raya explotación.

La franquicia SAW comenzó con la película homónima dirigida por James Wan. Más tarde, continuada por Darren Lynn Bousman y otros realizadores en la órbita de la productora Twisted Pictures, propietaria de la saga, ha tenido unos altibajos que la han alejado del propósito original, más fundamentado en el cine de horror clásico, y sobre todo en el policíaco giallo y, volvamos a repetirlo, en la estética y objetivos narrativos de Seven. Si la primera SAW era un cinta donde el espectador debía encajar el puzle que Jigsaw le proponía, el resto de las películas discurren por derroteros donde se echa de menos el reto que James Wan lanzaba al espectador, el de construir una realidad a partir de un escenario minimalista y una historia que se va dibujando a pinceladas, o más que eso, a brochazos de hemoglobina. En el resto de las películas, su tono moralista nos empuja a una contemplación más nihilista de sus hechos, motivaciones y consecuencias. Llega al cénit de este lujo exhibicionista su entrega rodada en 3D, para regocijo de sus fans.

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Numerosos personajes jalonan la andadura de SAW, empezando por el protagonista absoluto, el moribundo, y  no por ello menos cruel, Jigsaw (cuya traducción es la de puzle), su interminable rosario de víctimas y sus acólitos. Jigsaw está aquejado de cáncer y quiere que su legado continúe, mostrando a propios y extraños el camino correcto de hacia una vida plena. Esta sentencia que acabamos de proponer es realmente paradigmática y contradictoria ante el visionado de escenas donde precisamente la vida humana se reduce a pulpa sanguinolenta, pero Jigsaw entiende que la vida debe discurrir en la vía de un conservadurismo a ultranza, so pena de ser castigados no sin antes concederles una oportunidad para la redención. Jigsaw concede redención, John Doe en Seven no contemplaba remisión alguna de los pecados capitales por los que castigaba a sus víctimas. No obstante, una pregunta lanzamos al aire ¿realmente los creadores de la saga esperan que el espectador aguarde la salvación de las víctimas de Jigsaw o son simplemente carnaza para la picadora para que la audiencia se meta un chute de adrenalina? Difícil respuesta que, de un lado, nos llevaría a mira al conjunto de la saga como un vehículo de explotación de cine de horror y gore, pero de otra, nos llevará a terrenos más oscuros, donde intervienen factores tan diversos como nuestro inconsciente reprimido y la situación geopolítica actual, especialmente como consecuencia de la llamada War on terror (Guerra contra el terrorismo) impulsada por la administración de George W. Bush tras el atentado a las torres gemelas. El lector habrá quedado impresionado al leer los constructos “inconsciente reprimido” y “guerra contra el terrorismo”, merece una explicación, sin duda.

Un nuevo género cinematográfico nace tras la declaración de la guerra contra el terrorismo, anunciada por el presidente Geoge W. Bush ante la nación norteamericana. Esta guerra no sólo se librará en Oriente Medio, cubil de los terroristas de Al Qaeda y presuntos culpables del derribo de las torres gemelas. También se librará en casa y sus víctimas serán los propios norteamericanos, atenazados por un puñado de leyes represoras que se engloban en el llamado Patriot Act, cajón de sastre donde se recortan de forma gravísima numerosos derechos civiles en pro de la prevención de ataques terroristas en suelo estadounidense y de la detección de quintas columnas entre la sociedad norteamericana. Más allá de este Patriot Act, la CIA, el ejército y otras agencias de inteligencia reciben órdenes expresas para quebrar la moral de los detenidos durante la guerra contra el terror: el conocido como “procedimiento estándar”, incluido dentro del Manual de Prácticas de Interrogatorio Avanzadas de la CIA, éste establecía pautas muy precisas para arrancar confesiones a los detenidos usando la tortura. Sumémosle la ausencia de garantías procesales y, lo que es más escandaloso, la “cosificación” de los detenidos, transportados a black sites, donde son torturados y asesinados sin que medien más prolegómenos. Sí, todo esto ocurre en un país que se considera la cuna de la democracia, y sucede con el auxilio de otras naciones la órbita de la OTAN y sátrapas de medio mundo que ofrecen sus países como santuarios donde realizar este tipo de actividades. Pongamos un nombre al género cinematográfico que sublima este clima de agitación política y desasosiego existencial: Torture Porn. Si el arte materializa las inquietudes de un época, el torture porn para el cine de horror norteamericano es el reflejo en el espejo de una sociedad que se dice la cuna de la democracia, pero que no deja de lidiar con el horror de sus aspiraciones imperialistas.

SAW (2004) es la primera película de horror estadounidense que lleva a la pantalla la angustia existencial del norteamericano, la que ritualiza en forma de cine de género una realidad oculta a los medios -a excepción del cuasi controlado escenario de Guantánamo-. En SAW no hay objetivos políticos, sí morales. Tampoco hay un aparato estatal que proteja a los torturadores ni refrende sus métodos, no olvidemos de que se trata de cine de horror, no es cine político como vimos en la imprescindible y manipuladora Zero Dark Thirty (2012), pero un análisis de las situaciones dadas en cada una de sus entregas y de las motivaciones de Jigsaw nos llevan a un escenario que, aún por faérico, es muy similar, en esencia a lo que podría darse en cualquier sesión de interrogatorio de la CIA llevada a cabo en un black site. No obstante, Jigsaw es un sádico y torturador con más estilo, sus fuentes de inspiración no solo son la posmodernidad de la estética fetish, en él hay mucho de inquisidor -a veces aparece vestido con una bata roja con capucha-, de voyeur, de manipulador MK Ultra y, por supuesto, de vigilante slasher, rector de la moral y las buenas costumbres, azote de los toxicómanos, adúlteros, divorciados y gentes de semejante ralea. Sus métodos de tortura y ejecución son ingeniosos y logrados, pero siempre ha lugar al arrepentimiento, a la vuelta al redil del pecador, del infortunado ignorante que está malogrando su vida por no seguir los dictados del camino de la rectitud, pero no sin perder algo valioso, la remisión no es gratuita y normalmente se salda con la mutilación como forma de recuerdo indeleble de su debilidad. Mucho de todo esto nos recuerda a Seven, pero no podemos perder de vista otras cintas más clásicas como Theatre of Blood (1973) o la saga del Doctor Phibes, películas todas protagonizadas por un torturado -y torturador- Vincent Price.

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SAW III editada por 39 Escalones

SAW III (2006) es la cinta con la que la saga crea un punto de inflexión en lo creativo y en lo narrativo tras la endeble segunda entrega, que traicionaba el espíritu detectivesco que impregnaba el arranque de la franquicia. No queremos decir que SAW III sí dispone de ese toque tan estimulante que fue la mezcla del incipiente torture porn con el cine giallo, para nada. Lo que SAW III hace es inmolar de forma absoluta la saga a los dioses de la sangre y el sufrimiento, obteniendo un resultado sobresaliente. El papel de Jigsaw como vigilante de la moral y el conservadurismo se consolida, asistiendo a un espectáculo gore conceptual, más parecido al de un representación psicodramática que a una película gore al uso. Jigsaw, enfermo terminal y con escasas probabilidades de supervivencia, deposita en su discípula Amanda (Shawnee Smith) el legado de su modus operandi sádico y moralista.

Esta tercera entrega de la saga es fiel a la marca de la casa: abunda en flashbacks, tratamiento fotográfico apurado en contrastes cromáticos que recuerdan a la estética CSI y tampoco faltan las cada vez más ingeniosas trampas en las que los infortunados deben purgar sus pecados. Pero en esta ocasión, el argumento difiere de las anteriores entregas creando un tour de force que llevará a los protagonistas a un desenlace inesperado en el que sus destinos se cruzarán. Es notorio el abandono del tono detectivesco de la primera entrega pero aún conserva -y lo hará toda la saga- el muñeco que anuncia el comienzo del juego en el que el prisionero tendrá que probar su valía para la redención.

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Jigsaw yace en la camilla de un improvisado hospital de campaña montado en una nave industrial. La nave ha sido convertida en un laberinto en el que las estancias estarán ocupadas por personas cuyo destino estará sellado a menos que se produzca la intervención salvífica de uno de Jeff (Angus Macfadyen), uno de los protagonistas. A modo de improvisado Teseo, la aventura de Jeff le llevará a decidir sobre la vida o la muerte de personas involucradas en la muerte de su hijo. Finalmente, su encuentro definitivo -que no revelaremos- supone el clímax de una historia jalonada de gore, torture porn, flashbacks y enigmas que conforman, a modo de puzle, un juego en el que el sádico que hay detrás se divierte y la víctima sufre. Ese sufrimiento visto, bien por el objetivo de una cámara convencional o por un circuito cerrado de TV, es la gasolina que alimenta a ambos sádicos (Jigsaw y Amanda) hasta su explosivo final.

Esta tercera entrega, dirigida por el también responsable de la segunda SAW, Darren Lynn Bousman, ha sido objeto de una espléndida edición en España. La compañía 39 Escalones se ha atrevido con esta cinta tan extrema para crear una edición igual de extrema. Con el subtítulo de Edición Extrema nos presenta dos formatos, DVD y Bluray con idénticos contenidos y presentación.  Ambas tiradas han sido limitadas a 1.050 copias cada una, por lo que, en primer lugar, animamos a nuestros lectores a que se hagan con una de estas copias antes de que puedan agotarse.

Volviendo a las características de la edición de SAW III, ésta dispone de dos metrajes, uno el que  pudimos ver en las salas de cine, con una duración de 104 minutos, y otro de 110 minutos como versión sin censura de la ya por sí brutal película. Por si no fuera poco, se incluyen suculentos extras como algunas escenas eliminadas y diversos clips que nos muestran algunos secretos del making off del filme. Como remate, y para regocijo de los que gustan ver las películas con audiocomentarios, se incluyen 3: un audiocomentario con el director, guionista y productor ejecutivo de la película, otro con el director, director de fotografía y montador, y un tercero con los productores de la compañía Twisted Pictures, responsable de toda la saga.

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Si hasta ahora hemos alabado la gran cantidad y calidad de los contenidos, la presentación es igual de lujosa. La edición de Saw III que realiza 39 Escalones se presenta en formato digipack, con un espléndida portada diseñada ad hoc. Abriendo este digipack nos encontraremos con un interesante libreto sobre la saga, y más concretamente centrada en Saw III, que ha sido escrito por José Luis Salvador Estébenez, redactor del blog de cine de misterio, La Abadía de Berzano. El libreto de 24 páginas, sazonado con gran cantidad de material gráfico del filme, recorre la historia de la saga con profusión de documentación y detalles técnicos, relatando los antecedentes de la misma y su recorrido a través de una década entera de secuelas.

La edición de SAW III por parte de una compañía independiente como 39 Escalones es un espaldarazo a las ediciones de coleccionista de cine de terror que están siendo reclamadas cada día más por una gran parte de los aficionados. Lanzar este tipo de ediciones es un esfuerzo para la compañía que debe ser reconocido -y lo es- por los fans, recompensados ampliamente por la cantidad de sorpresas y extras que éstas contienen. La edición de Saw III está muy por encima de muchas otras ediciones realizadas por grandes compañías, y eso se debe a que ha sido elaborada con mimo y cariño, para que los aficionados puedan experimentar un visionado estimulante y tan extremo como la propia edición de 39 Escalones.

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