Miami Vice poster

Año: 2006. País: EE.UU. Duración: 122’. Director: Michael Mann. Guión: Michael Mann. Fotografía: Dion Beebe. Reparto: Colin Farrell, Jamie Foxx, Gong Li, Naomie Harris, Luis Tosar, Justin Theroux, Ciarán Hinds, Barry Shabaka Henley.

La serie

El triunfo de la revolución comunista en Cuba y el posterior fracaso de la invasión de la isla por parte de exiliados cubanos entrenados en EE.UU. provocó sendas olas migratorias de opositores al régimen castrista entre los que iban incluidos multitud de delincuentes, que encontraron en las costas de Miami un campo fértil para el narcotráfico y el blanqueo de dinero. A esta circunstancia se unió la proliferación de los grandes cárteles de la droga en los países sudamericanos, dando lugar a un nuevo tipo de delincuencia, más capaz, agresiva y global, que tuvo su reflejo cinematográfico en El Precio del Poder (Scarface, 1983). No tan ajena al ámbito de influencia que marcó la legendaria película de Brian de Palma, una modesta serie de buddy cops, enmarcada en la estética MTV de la época, Corrupción en Miami (Miami Vice 1984-1989), llevó a la pequeña pantalla lo que la grande había convertido en un espectáculo de dimensiones épicas: la vida de gangsters que vivían en mansiones a pie del mar, policías encubiertos que conducían ferraris, soplones que regentaban clubes nocturnos, y en definitiva una ciudad en guerra constante, sazonada por toneladas de cocaína. Dos incipientes estrellas televisivasDon Johnson yPhilip Michael Thomas encarnarían a los policías de incógnito Sonny Crockett y Ricardo Tubbs, que se moverían como pez en el agua en la maraña criminal de Miami pero que siempre conservarían su integridad como agentes de la ley.

Mientras Miami Vice continuaba arrasando en las parrillas de programación de medio mundo, Michael Mann continuó con sus aventuras en tonos pastel con la producción el largometraje La Banda de la Mano (Band of the Hand, 1986), exploit colorista dirigido por Paul Michael Glaser (Starsky & Hutch). Este film contaba, en clave de action movie, las consecuencias de la desintegración social en Miami, producto del tráfico de drogas y de la consolidación de las bandas armadas, que convertían barrios acomodados en guetos miserables a base de ráfagas de Mac-10. La película estaba muy en consonancia con otras producciones de la época como Colores de Guerra (Colors, 1988), que trataron de poner un tono de realismo a la cotidianidad violenta del entorno urbano de los ochenta: una jungla de suburbios descascarillados que era territorio hostil para policías y trabajadores sociales.

Si echamos la vista atrás desde el estreno del primer capítulo de la serie, nos percataremos de que la influencia de la creación de los productores Michael Mann y Anthony Yerkovich ya ha quedado completamente difuminada, aún cuando supuso un referente en la cultura popular de una década entera. La estética ochentera, ajada y pastosa, quedó relegada al rincón del exceso por las modas que le seguirían posteriormente, y sobre todo por la austeridad visual que caracterizó el cine y la televisión de principios del siglo XXI. Pero Miami Vice siempre estuvo allí para ser rescatada. La historia de dos incorruptibles policías undercover que convivían entre el lujo y los narcotraficantes cubano-americanos, la omnipresente estética colorista, o la música pasada de moda de Jam Hammer, quedan como glosario para una obra que han aterrizado recientemente, Drive (2011), que recrea un momento fílmico que se creía perdido, y que tiene como punto de referencia el serial de Michael Mann.

Veinte años después, el largometraje

Para la historia del cine contemporáneo Michael Mann se convirtió en pionero del rodaje en alta definición con la película Collateral (2004). Ahora esto suena muy lejano dado que los avances tecnológicos -sobre todo a partir de la irrupción del formato 3D-  se suceden muy deprisa y están terminando por convertir las salas de cine en parques de atracciones de tecnología audiovisual en constante evolución, donde se usan envoltorios de lujo para mostrarnos las más banales vacuidades. Afortunadamente Michael Mann siempre ha concebido el cine como una disciplina artística en continua evolución tecnológica. Su obra fílmica es una constante búsqueda de la innovación y la narración de historias.

Miami Vice (2006) fue su segundo experimento en alta definición con la idea de usar este formato para ofrecer escenas con una gran profundidad de campo, aprovechando así los amplios espacios urbanos que ofrece la ciudad de Miami, donde obviamente se sitúa la mayor parte de acción de la película. También se utiliza la cámara de alta definición para lograr captar secuencias de un gran realismo, como las carreras de lanchas en mitad de la noche. Estas son rodadas con un gran sentido de la planificación pues en ningún momento se utiliza luz artificial, entre otros motivos, por pura imposibilidad de iluminar una secuencia que se desarrolla físicamente en varios kilómetros de longitud. Desde esa premisa Mann opta por la recreación de secuencias íntegras, y en escenarios reales, para mayor verismo de la acción, otra de las constantes de su estilo. Quizás este director es muy discutible en otros aspectos que analizaremos más adelante, pero al menos intenta que la recreación de sus historias sean  verosímiles, huyendo en lo posible de la falsificación escénica.

El film ofrece una actualización de las aventuras de Crockett y Tubbs en las antípodas del planteamiento original en la pequeña pantalla. En la práctica podemos olvidar la serie de televisión a la hora de abordar el visionado y el análisis de Miami Vice. Sonny Crockett está interpretado por Colin Farrel y Ricardo Tubbs por Jamie Foxx, asumiendo unos papeles cuya profundidad poco tiene que ver con sus homólogos televisivos. Este aspecto dramático viene caracterizado por la cruel frialdad que el guión imprime a los personajes, y que provoca la falta de empatía con el público. Más bien, lo que se pretende es que el espectador traspase la línea marcada por la pantalla y se introduzca en el mundo de unos policías cuya identidad personal y fingida parece fundirse en una sola, llegando a solaparse la una en la otra. Durante la relación amorosa de Sonny Crockett con Isabella (Gong Li), la mujer del narco Jesús Montoya (Luis Tosar) hay una escena que transcurre en la habitación de hotel en la Habana. Crockett muestra sus verdaderos sentimientos a Isabella, pero en un brusco cambio de registro, el policía intenta renegociar su trato con el cártel mostrando al espectador la escisión/fusión personal de su falsa identidad con la verdadera. Los retratos de Crockett y Tubbs, con su pinta decididamente macarra, se desdibujan conscientemente.

Veinte años después de la creación del serial televisivo el mundo ha cambiado. Ahora es más global que antes y la tecnología de espionaje y contraespionaje dista años luz del vetusto método del micrófono pegado al pecho. Miami Vice usa y abusa de la exhibición tecnológica para que el espectador se sienta un voyeur. Policías y gangsters utilizan métodos de vigilancia digital de última generación para anticiparse a los movimientos de los contrarios. Mann retrata un mundo de alta tecnología democratizada para ambos bandos y usada indistintamente para espiar o  matar –es parte del negocio, de la guerra-. En un momento del metraje, José Yero (John Ortiz), lugarteniente de Montoya afirma «estoy obsesionado con la tecnología del contraespionaje, hago que la gente me cuente todo lo que quiero saber» ¿Cómo ser invisible en un mundo de hipervisibilidad? Para Crockett y Tubbs su tapadera debe ser tan real como su verdadera identidad. Asistimos de nuevo a la fusión de las identidades de un lado y otro de la ley.

Un ejercicio de estilo

Michael Mann es un director de estilo. Sus películas son ensayos lúcidos sobre formas, luces, escenarios y puntos de vista de una realidad que se antoja poco maniqueísta pues los conceptos morales del bien y el mal están tan mezclados en toda su obra como las identidades de los protagonistas de Miami Vice. El marco urbano Miami Vice, Heat (1995) o Collateral nos es mostrado como un mundo cartesianamente incoherente e ilegible debido a lo hiperestructurado de su construcción, como una trampa de acero y asfalto perfectamente diseñada. Las autopistas, terminales de carga, puertos, azoteas o campos de caravanas son utilizadas de forma estilizada y decorativa para escenificar la vida y muerte de los protagonistas, allí aman y allí sangran.

La escena del último tiroteo es una síntesis del estilismo con el que Mann ha filmado esta cinta. La alta definición ahora ofrece un aspecto tridimensional a la imagen. Esto, unido al grano de una filmación con muy poca luz –que regala un juego de sombras muy interesante- da como resultado un formato muy crudo, en el que los ecos sordos de los disparos juegan más a angustiar y menos a crear espectáculo, aunque esto no quiere decir que esta escena clave ande desprovista de la magnificencia que requiere un tiroteo de la factoría Mann. Entre otros recursos, el de salpicar a la cámara con la sangre de los heridos imprime esa huella de enfrentamiento descarnado que resulta aún más brutal que en las balaceras de Heat.

A veces el discurso narrativo de Miami Vice de ser lógico y coherente, toda vez que los personajes disponen de ese halo de superhombres que les convierte en intocables, erigiéndose en rectores, en apariencia indolentes, de una trama que afecta a la credibilidad del relato. Es otra argucia más de Michael Mann para abrirnos la puerta a un mundo de héroes, un universo arquetípico en el que las fuerzas cósmicas libran crueles batallas nocturnas en pistas de aterrizaje o descampados mientras el resto de los ciudadanos duerme plácidamente. La escena de la discoteca es la primera muestra de este estilema, el tiroteo en el campo de caravanas es la última; ambas de increíble resolución pero que funcionan como un mecanismo engrasado si, como se indicaba anteriormente, el espectador quiere dar un paso más allá de la pantalla y ponerse en la piel de Crockett, Tubbs, Isabella o Montoya. Si el espectador de Miami Vice opta por salir del cine e irse a dormir pensando que únicamente ha visto un correcto thriller, nunca más recordará que en las calles de Miami hay una guerra y que una vez él fue invitado a participar en ella. Por fortuna, la revisión de esta cinta, más extraña con cada visionado, tiene la capacidad de transmitir la angustia del calor pegajoso del mar de Florida, de ese no-lugar que extiende sus tentáculos hasta Haití o la selva amazónica, cubil del narco Montoya.

Miami Vice no es la cinta más emblemática de su director. Exceptuando El Último Mohicano (1992) quizás sea Heat la película más falsamente accesible de este realizador. Lo que Miami Vice representa es la madurez de una obra primigenia, el serial ochentero, reinventado como un ejercicio de estilo en el que la existencia de sus protagonistas, igual que los de Heat, deviene en puro thrill alejado de los convencionalismos que lastran al cine de acción contemporáneo.

 

2 COMENTARIOS

  1. La serie, absolutamente mítica. Los capítulos en los que Sony el pierde la memoria y se convierte en un sicario. Digamos que de lo mejor que ha dado la tv en el policíaco.

    Quizas por eso, aunque la pelicula no sea mala, no la juzgo mas que como secuela o remake. Si tuviera otro nombre, creo que hasta diría que era buena. Pero que quieres que te diga. Esa cutrez hortera que presentaba la serie. Ese teniente castillo y las dos compañeras que tenian los protagonistas. El soplón, en fin , todo el ambiente que destilaba. Demasiado mítico para ser imitado…con mejor o peor fortuna…Cuidate

    • Creo que la serie y la peli tienen muy poco en común, sólo la base argumental. Veo la serie como un producto de su tiempo, sin embargo la película es un ejercicio de estilo muy intemporal. Ufff, finde intenso en la muestra SYFY!! Saludo!!

Responder a plared Cancelar respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí