Crítica del cortometraje La Noche de Todos los Santos, de Gustavo Vallecas
Título: La Noche de Todos los Santos. Dirección: Gustavo Vallecas. Música: Pouppés Electriques. Casting: Altea Alcalde. Reparto: Carlos Álvarez Nóvoa, Pedro Casablanc, Alexandra Jiménez, Ana Gracia, Iván Massagué, Alfonso Lara, Helena Furiase, Alberto Ferreiro, Sandra Martín, José Hervás.
El cine, como lenguaje artístico que es, tiene la virtud de encerrar mensajes explícitos dentro de un contenido cinemático que está al alcance y deleite de los avezados espectadores que quieren ir más allá de las formas. La inmersión en la lectura de los códigos cinematográficos puede sorprender a propios y extraños siempre que haya una voluntad de indagar, de rascar más allá de la imagen. El fotograma, el plano o la composición de una imagen pueden estar llenos de detalles que nos relaten una historia que poco puede tener que ver con la impresión que se queda en nuestras retinas; “el género”, es para eso un marco ideal, un cajón de sastre donde la metáfora y el paralelismo entre la realidad y lo ficcionado pueden formar un tándem tan excéntrico como estimulante. La Noche de Todos los Santos es una de esas obras cinematográficas (cortometraje a más señas) donde la exposición de una realidad, tan descarnada como urgente, se relata en forma de obra de género fantástico, sin que exista ese desequilibrio narrativo que tanto se da en aquellas piezas de género que lo usan como pretexto y/o contexto para acercarse a problemas sociales o políticos. Gustavo Vallecas, el director de La Noche de Todos los Santos, se aproxima con esta obra al espinoso asunto de la Memoria Histórica, a la que quizás deberíamos referirnos más como “desmemoria”. Su cortometraje habla de memoria y reconocimiento a las víctimas de la dictadura franquista, dejando muy claro desde el primer momento el contexto geográfico y temporal donde tiene lugar la acción del corto; en este aspecto Gustavo Vallecas es explícito en su narración y rehúye del uso de elementos alegóricos que podrían atenuar la gravedad de lo que se va a contar, no hay elipsis que suavicen el mensaje que La Noche de Todos los Santos quiere transmitir pero sí hay un componente fantástico que sirve de dinamo para que la acción avance hasta donde Gustavo Vallecas nos quiere llevar.
La Noche de Todos los Santos arranca su acción durante la jornada homónima, es una fecha en la que muchos disfrutamos de un descanso, ignorantes de aquellas leyendas que indican que es la noche en la que los difuntos con cuentas pendientes en este mundo pueden salir de sus tumbas y reclamar lo que es suyo. Unas docenas de botas podridas recorren a paso lento un bosque del norte de España, los visitantes de ese bosque huyen despavoridos hasta el cordón policial que se prepara para ametrallar a una intuida amenaza. Paralelamente, varias llamadas telefónicas alertan a antiguos mandatarios del régimen franquista, ahora octogenarios, que reaccionan con miedo, pero también con decisión, ante los sucesos que están teniendo lugar en aquel remoto bosque. La cadena de acontecimientos de ambas historias paralelas confluye en un punto y final tan sorprendente desde el punto de vista fantástico como deseable para cerrar un oscuro capítulo de nuestra historia reciente. A priori, el engarce del relato fantástico con esta narración socio-política tan especial es una operación complicada que necesita de un fino bisturí, pero Gustavo Vallecas evita el desplome de la historia que más le interesa, la de la Memoria Histórica, salvando también los papeles de un relato fantástico que aporta el componente de diversión al espectador. Así, La Noche de Todos los Santos en un cortometraje comprometido pero que no ignora el hecho de que la audiencia necesita entretenerse para engancharse a una historia árida y casi desconocida para gran parte de ella, sobre todo la más joven. Esta circunstancia, la de la desmemoria de los espectadores más jóvenes, es realidad en las salas y también en la calle, y queda subrayada por la actitud de algunos personajes del cortometraje, desconocedores de un dato tan esencial como fue quién fue el bando vencedor en la Guerra Civil Española.
De excelente factura técnica, La Noche de Todos los Santos ha logrado la participación desinteresada de un buen número de actores y técnicos españoles. Los resultados que podemos apreciar en la pantalla son el fruto de un trabajo duro en el que Gustavo Vallecas y el equipo han expuesto mucho. El cortometraje español no es camino de rosas precisamente, a pesar de que la calidad de las obras en corto es hoy en día sobresaliente, hacer un cortometraje en España es toda una aventura que requiere del desinterés de sus participantes: nombres como el de Carlos Álvarez Nóvoa honran a un equipo que ha sabido darlo todo en La Noche de Todos los Santos, y mencionamos a este actor pues fue la última intervención ante las cámaras que realizó antes de fallecer.
La andadura de La Noche de Todos los Santos ha empezado con buen pie en diversos festivales de cine españoles, tiene grandes posibilidades de ser exhibido en multitud de festivales gracias a su tono híbrido y su categórico final. También nos gustaría pensar que la difusión de La Noche de Todos los Santos pueda ser un excelente acicate para que se generen más obras que traten el asunto de la Memoria Histórica, un tema que afecta a todos los estamentos de la sociedad española y que, igual que sucede en el cortometraje, tarde o temprano, y si no se afronta con valentía, terminará emergiendo de forma fantasmagórica a modo de aquel “eterno retorno” del que hablaba Nietzsche. Lo que ha conseguido Gustavo Vallecas es una reflexión despolitizada, humilde y conciliadora que no debe ofender a nadie y ha de servir de empuje y reflexión para la consecución de una justicia social que de momento nuestra sociedad tiene aparcada; el cine y los cineastas aportan su granito de arena pero la mayor parte esta tarea le corresponde a la sociedad civil.