El día de ayer arrancó con una producción independiente norteamericana que ha despertado gran interés por las referencias postapocalípticas que contiene, concretamente ala saga Mad Max. Dos amigos obsesionados con el personaje Lord Homunculus, de la segunda parte de la saga, deciden construir un coche armado con un lanzallamas para estar preparados cuando suceda la hecatombe global. Entre idas y venidas, a vueltas con esa obsesión apocalíptica, las vidas de los dos amigos se verán envueltas en una espiral de sexo, violencia, nihilismo y desamor. Con grandes dosis de mala leche y elevando la testosterona hasta a lo más alto, el novato Evan Glodell, realiza con Bellflower una película de las películas más extrañas dela temporada. Conformato de cámara digital, disimulada por una elaborada manipulación, esta producción indie, tiene tan buenos momentos que será una propuesta a reivindicar por el aficionado en un futuro muy próximo.
Mary Harron, directora de American Psycho, inauguró con aquella cinta, el festival de Sitges del año 2000. Ahora vuelve con The Moth Diaries, realizando la presentación de este film en la presente edición. Disculpándose por no haber asistido al estreno de American Psycho debido a la coincidencia con el nacimiento de su hija, agradeció la atención que el festival ha prestado a su obra, si bien adelanta que la película que presentaba no era cine de género propiamente dicho.
Basada en el libro homónimo de Rachel Klein, The Moth Diaries se mueve en un terreno completamente mainstream para contar la superación de un trauma adolescente usando como telón de fondo una historia de vampiros en la que una joven deber vencer a la misteriosa vampiresa Ernessa que gusta de jóvenes colegialas para satisfacer su apetito malsano. Excelente ambientación gótica en un rígido internado, la cinta se mueve entre la realidad y la ensoñación de su protagonista. La buena elección de los actores-protagonistas, Amb Lily Cole y Sarah Gadon junto a la cuidada ambientación, son los pilares en los que se apoya esta producción que pretende llegar a un público muy amplio
Tuvimos la oportunidad de saborear un poco de softcore de la mano de los holandeses Maartje Seyferth y Victor Nieuwenhuijs, que acudieron a presentar la película sin ofrecer apenas pistas de lo que íbamos a ver. Nada advirtieron sobre Meat, película existencialista protagonizada por carnicero erotómano que se cepilla a su ayudante en la cámara frigorífica de su establecimiento. Meat es un film que se revela estético, y que oculta un morboso apetito por los placeres mundanos, en este caso la obsesión por la carne cruda. La película viene a ser una mezcla entre Delicatessen y Carretera Perdida, terreno en el que se mueve como pez en el agua, pero la ausencia de un planteamiento argumental convincente hace que la cinta sea, al final, más un manjar para la vista que para el intelecto.
Vampire es la última película del realizador oriental Shunji Iwai, que pretende encontrar el halo poético al asunto del vampirismo más prosaico, aquel que practican los humanos que se creen chupasangres. Rodada con cámara digital y formato frío, sin fotografía, con mediocres actores, parece que en su aventura norteamericana Iwai quiera hacer un remake no confeso de M. El Vampiro de Dusseldorf, pero al estilo del cine dogma. Con una duración excesiva (120’) para lo que es la calidad de la película y lo que el público puede aguantar en estas circunstancias, cuenta la historia de un adicto a la sangre humana con pinta de pitagorín que seduce a chicas depresivas y las convence para que se suiciden drenando su sangre. Dos horas de minimalismo estético acompañadas de violín machacón y de una puesta en escena más que floja, casi inexistente.