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Crítica de El Topo, con Gary Oldman

Título: El Topo (Tinker, taylor, soldier, spy). Año: 2011. Duración: 127’ País: Reino Unido-Francia-Alemania. Director: Tomas Alfredson. Guión: Bridget O´Connor y Peter Straughan (novela John LeCarré). Fotografía: Hoyte van Hoytema. Música: Alberto Iglesias. Reparto: Gary Oldman, Svetlana Khodchenkova, Tom Hardy, Benedith Cumberbatch, Toby Jones, Colin Firth, John Hurt, Simon Mcburney, Ciarán Hinds.

John LeCarré fue agente secreto del MI-6 (Servicio Secreto Británico) en plena Guerra Fría. A su pluma debemos El Topo y los retratos más sombríos del mundo del espionaje. Nada de gadgets, coches de lujo, fiestas o mujeres atractivas, los espías pasan desapercibidos y viven en un mundo de semioscuridad,  moviéndose entre bambalinas y recurriendo a identidades casi marginales y mediocres. Quede esto por delante como introducción al análisis de El Topo (Tinker, Taylor, Soldier, Spy, 2011), segunda y última película de Thomas Alfredson, el realizador del excelente film vampírico Déjame Entrar (Let The Right One In, 2008).

Sinopsis de El Topo: Años 70, en plena Guerra Fría. La cúpula del espionaje británico tiene “un topo” dentro. Un agente doble que pasa información reservada a los soviéticos. Una operación para descubrirle es desmantelada y George Smiley (Gary Oldman) es rescatado del retiro para llevar a cabo una investigación a espaldas de la cúpula que ha de proteger. Paralelamente se desarrolla una operación ultrasecreta de nombre clave “brujería” en la cual un informante soviético de alto rango estaría facilitando a la inteligencia británica importante información que desean compartir con los norteamericanos. Es un momento crítico para los servicios de información de ambos bloques.

Son la desconfianza, los celos, la traición, la soledad, el conformismo, y más que nada el vacío moral de los protagonistas, los que les conducen a la incapacidad de discernir cuál es su bando, convirtiéndose en seres huraños, solitarios, y ególatras, en los que contrasta su exquisita forma de vestir, comportarse y hablar, con una existencia gris que raya la sociopatía. Esta es la vida de los espías que nos cuenta El Topo. El director de fotografía envuelve a los personajes en una luz exagerada que exagera con sus trajes de colores apagados, dando como resultado es una textura gris y a veces difusa. El cuarto donde se reúne la cúpula de la inteligencia británica está insonorizado con un grueso panel de espuma, otorgando al sancta sanctorum de los espías un aspecto deseperanzadoramente retro, desasosegante, antientrópico, como una naturaleza muerta. Así son también el resto de escenarios que Alfredson utiliza para situar la acción: la casa de Smiley, el piso franco, el cuarto de interrogatorios soviético, la pista de aterrizaje donde Smiley amenaza con la deportación a Esterhase (David Dencick). Alfredson contó en El Topo con el mismo director de fotografía y montador de Déjame Entrar, cosa más que evidente a la luz de los resultados obtenidos. La puesta en escena de El Topo está cuidada, es estricta y sin salidas de tono, con reproducciones de los aparatosos equipos de espionaje de la época, limitaciones tecnológicas que también extiende a lo cotidiano: coches, teléfonos, telégrafos, cámaras, armas, son todos reproducciones de objetos de la época en la que se sitúa la historia. El costumbrismo que impregna al film alcanzan su mejor momento en los flashbacks de la fiesta de navidad, llena de detalles, gestos y secretos.

La interpretación de los actores, encabezados por Gary Oldman, están alejados de histrionismos, y sus rostros pálidos, a los que nunca les da el sol, reflejan el cansancio y el peso de la responsabilidades y errores que les supone luchar en las trincheras de esta nueva guerra, como dice uno de los personajes. Básicamente, el film se vertebra en torno a  nueve personajes y uno al que nunca vemos, el antagonista de Smiley al otro lado del telón de acero, Karla, al que Smiley conoció en una dura sesión de interrogatorio. Todos viven en soledad, con sexualidades inexistentes o desvirtuadas por los secretos y los intereses, pero en todo caso casi desapasionadas excepto para Irina (Svetlana Khodchenkova) y Ricky Tarr (Tom Hardy) que son los únicos que buscan un futuro más allá de la tela de araña tejida a ambos lados del telón de acero. Los sentimientos humanos quedan aplastados por el sentido del deber hacia los intereses de las superpotencias nacidas de la Segunda Guerra Mundial.

Escenas memorables hay muchas en El Topo. No nos cansaríamos de ver una y otra vez las reuniones de la cúpula de espías y sus diálogos; Peter Guillam (Benedith Cumberbatch) robando los archivos secretos; la amistad de Jim Prideaux (Mark Strong) con uno de los niños a los que imparte clase –Prideaux vive en una autocaravana a la puerta del colegio y esa amistad salva lo poco que le queda de humanidad-; la presión a que Percy Alleline (Toby Jones) somete a Peter Guillam; la conversación de Bill Haydon (Colin Firth) con George Smiley, y sólo por citar unas cuantas. Ninguna escena seleccionada es de acción, todas son dramáticas y hablan de la naturaleza humana,de sus deseos, de sus debilidades y de sus convicciones y de cómo unas traicionan a otras, muchas veces dejando la voluntad a un lado. Quizás sea ésta la lectura más provechosa que podamos hacer de El Topo, un thriller dramático donde se muestran las debilidades y fortalezas de los protagonistas, azuzados por las circunstancias de vivir permanentemente en guerra con sus compañeros de inteligencia, con los soviéticos y consigo mismos. Este punto a favor se convierte en contra para el gran público, que no está dispuesto a pasar más de dos horas viendo una película en la “no pasa nada”, es decir, no hay disparos ni explosiones. La falta de empatía con el público es su gran defecto, así como una resolución complicada, contada de forma poco clara.

El Topo no podía ser mejor noticia para los aficionados a las películas de espionaje, que necesitaban algo así después de que estos años de se pudieran degustar experiencias tan gratificantes como Leones por Corderos (Lions for Lambs, 2007), El Buen Pastor (The Good Shepherd, 2006), o Syrinia (2005), films que complementan la visión clásica y moderna de un género que aunque no lo creamos, tiene más de realidad que de ficción.

2 COMENTARIOS

  1. Lei el libro hace tiempo y me gusto. Precisamente eso de que no pase nada, contrariamente a lo que parece, le sienta realmente bien y va construyendo un personaje muy atractivo. Por lo que veo, la pelicula merece la pena. La vere sin duda, buena critica te ha quedado, de las que da gusto leer. Saludos

    • Estoy contigo. Es una película de personajes, de diálogos y de sensaciones, y cuando parece que menos pasa es cuando más importante es la película porque el espionaje y los espías de LeCarré se mueven entre las sombras y el silencio, y no entre el estruendo de Bourne -con todos mis respetos- o Bond. Te recomiendo también «El espía que surgió del frío», George Smiley es un personaje recurrente en la obra de LeCarre.
      Muchas gracias!!

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