Crítica El Diablo Sobre Ruedas, de Steven Spielberg
Título: El Diablo Sobre Ruedas (Duel, 1971). Duración: 91 ‘. Guión: Richard Matheson. Director: Steven Spielberg. Fotografía: Jack Marta. Música: Billy Goldenberg. Reparto: Dennis Weaver, Tim Herbert, Lou Frizzell, Jacqueline Scott, Eddie Firestone, Lucille Benson, Gene Dynarski.
Un conductor avanza pausadamente por una polvorienta carretera del Medio Oeste norteamericano. Un adelantamiento poco afortunado a un herrumbroso camión que transporta una cisterna de productos inflamables va a hacer que David Mann (Dennis Weaver), el conductor de un Chrysler aerodinámico, vaya a ser perseguido con una saña brutal por el ese camión que parece salido del infierno; del conductor poco se conoce excepto por sus botas de cowboy y sus manos, únicos planos en los que se ve alguna parte de su fisonomía.
El nombre asignado por la distribuidora española a la película Duel (1971) fue El Diablo Sobre Ruedas, la designación original de la ópera prima de Steven Spielberg tiene reminiscencias a un western pero nominalmente no saca partido a los matices “diabólicos” presentes en el libreto firmado por el brillante escritor y guionista Richard Mattheson. El Diablo Sobre Ruedas fue realizada en un principio para televisión y su montaje abarcaba 74 minutos de duración, pero el éxito con el que fue recibido en la pequeña pantalla hizo que su productora, los Estudios Universal, adquiriera los derechos de la tv-movie y la convirtiera en un híbrido de 90 minutos mediante el añadido de escenas adicionales, como ha llegado a nuestros días. Steven Spielberg realiza una película en la que el suspense y la acción están por encima del dibujo de los personajes: apenas atisbada la identidad del conductor del camión, tampoco sabemos gran cosa del acosado David Mann, le retrata más su angustia por el acoso que sufre que los breves apuntes que vislumbramos de su vida personal. Sólo en apariencia, Steven Spielberg se aleja de la corriente de terror imperante en la época, el American Gothic, pero nada más lejos de la realidad, El Diablo Sobre Ruedas es una intensa cinta en la que una criatura diabólica (ese camión oxidado, cargado con sustancias inflamables y con unas fauces donde muestra las matrículas de sus víctimas) vaga por las polvorientas carreteras rurales americanas, como un depredador al acecho de algún infortunado al que mandar al infierno; este planteamiento es una vuelta de tuerca al American Gothic, destilado en forma de thriller y transversalmente mezclado con una road movie. El Diablo Sobre Ruedas cuenta con una sobria dirección, pulso y conocimiento de los códigos del género del terror.
Desde la distancia que nos separa de su estreno, El Diablo Sobre Ruedas es un título que está completamente vigente, una película que, a pesar de los peros que hoy le podamos poner, genera las mismas emociones de antaño. Steven Spielberg domina el tempo cinematográfico, controla la escena, el plano, la sugerencia; todo en la película está preparado para una sudorosa persecución hasta las mismas puertas del infierno –atención al climático final-. El anonimato del conductor del camión hace pensar en él como el jinete de una bestia infernal, de un demonio, acaso aquel jinete sin cabeza de la leyenda gótica Sleepy Hollow, a lomos de su caballo infernal; la escena de la “rueda de reconocimiento” en la cafetería de carretera incide en el anonimato del conductor del camión, igual que con los anónimos sectarios de otro título señero del American Gothic como es Carrera con el Diablo (Race with the devil, 1975). La inquietud ante lo inexplicable, lo absurdo de una persecución sin cuartel sin motivo aparente, conecta al espectador con el perseguido Dennis Weaver, un actor que nos transmite la angustia y la incerteza de los caprichosos y desconocidos motivos de esa carrera a muerte. Si en la actualidad vemos como los subgéneros que dio a luz el American Gothic se están deconstruyendo –el ejemplo más notable está en el neoslasher It Follows (2014)-, El Diablo Sobre Ruedas es una película que repiensa algunos de los códigos del American Gothic de manera muy prematura dada su fecha de producción: el satanismo y la presencia del asesino implacable y sin rostro son tópicos que están omnipresentes en el cine de terror de esa época (mitad de los 60 hasta principio de los 80) que marcó la modernización del cine de horror norteamericano.
Un visionado a El Diablo Sobre Ruedas nos mostrará una película que goza de una excelente salud. Aunque las técnicas narrativas y visuales han progresado enormemente y hacer un título siquiera parecido a la primera película de Steven Spielberg sería muy complicado aún para una productora independiente, el sentimiento de agobio y sudor frío que transmiten sus imágenes de colores saturados y su fotografía luminosa o la versatilidad con la que Spielberg rueda cada escena, apurando el suspense hasta sus últimas posibilidades, nos ofrecen el perfil de un cineasta incipientemente potente en lo visual, con esmero en los detalles, en los gestos, gran conocedor de un rosario iconográfico fuertemente arraigado en el imaginario de la cultura norteamericana.
