Crítica de Dangerous Animals, dirigida por Sean Byrne
Dangerous Animals. Año: 2025. Duración: 93 min. País: Australia. Dirección: Sean Byrne. Guion: Nick Lepard. Reparto: Hassie Harrison, Josh Heuston, Jai Courtney, Rob Carlton, Ella Newton.
Dangerous Animals (2025) es la tercera película veraniega de terror que reseñamos esta temporada. Está dirigida por un conocido de este medio, el australiano Sean Byrne, al que entrevistamos con motivo del estreno de su anterior título, Devil´s Candy (2015) en el Festival de Cine de Sitges de 2015. Nada menos que diez años han mediado entre aquel estreno y Dangerous Animals. La vuelta de Sean Byrne a la dirección nos ofrece a un realizador mucho más maduro y adaptado a los usos del cine comercial, pero que conserva los tropos de aquellas películas que le hicieron célebre entre los aficionados, sobre todo la memorable The Loved Ones (2009).
Dangerous Animals es una película de terror “con tiburones” (y algo más), pero para entender mejor qué es y su contexto debemos tener muy presente el potente impacto que causó Tiburón (1975). La cinta dirigida por Steven Spielberg supuso un antes y un después en muchos aspectos. En primer lugar, desde el punto de vista del género, sitúa a un escualo como un asesino sin piedad al modo de un slasher al uso, pero en un contexto (el marino) y con unas reglas (todos los slashers tienen reglas) que supusieron un cambio radical para la época. Por otro lado, hubo un cambio en la estrategia de exhibición; Tiburón se estrenó en pleno verano (29 de agosto), con la recién implantación de los aires acondicionados en los cines, y poniendo en marcha la maquinaria del merchandising. Esta estrategia de exhibición de Tiburón sentó las bases del blockbuster veraniego.

Pero no solo los tiburones acechan a los jóvenes descuidados. Un psicópata fue atacado de niño por un tiburón, dejándole no solo unas horribles cicatrices si no una herida en el alma, un trauma que le lleva a secuestrar mujeres y echarlas de comer a los tiburones. El argumento de Dangerous Animals parece novedoso, no se había hecho nada igual en el terreno de la explotación de Tiburón, y no es porque falten títulos que han tomado como referencia a la cinta de Spielberg con argumentos de lo más saltarines.
El terror veraniego y marino se adueña de las salas de cine con esta producción que, a mucha distancia de su filme seminal, nos ofrece un digno espectáculo y momentos de gran inquietud. Según el crítico Álvaro Peña, el splasher es un género cinematográfico en el que las historias están situadas en entornos marinos y sus personajes se ven abocados a ser devorados por tiburones u otras bestias del mar. Los protagonistas deben evitar que se los zampen al ritmo con el que los adolescentes suelen ser acuchillados en el cine slasher. Siin duda Dangerous Animals encaja de pleno en el término acuñado por el crítico español.
Si los títulos anteriores de Sean Byrne manejaban un terror muy físico y orgánico, con profusión de escenas torture porn, Dangerous Animals no adolece de estas en absoluto. No solo hay una fisicidad en todas las escenas de terror, el guion también juega con la angustia, la desesperación, el encierro y el olvido, y la puesta en escena se recrea en la manida paleta de colores fecales del torture porn. Por contra, tenemos momentos de gran luminosidad, con una foto que aprovecha de forma magnífica los escenarios soleados y la amplitud del mar. También hay muchas escenas nocturnas que cuentan con la complicidad de un mar oscurísimo pero en las que se pierde detalle de todo lo que sucede; nuevamente, hay que agradecer al director de fotografía, Shelley Farthing-Dawe, el buen trabajo realizado.

En el elenco principal nos encontramos con dos rostros casi desconocidos. Hassie Harrison formó parte del equipo de la serie Yellowstone. Jay Courtney hasta ahora ha interpretado papeles secundarios en algunas superproducciones como Terminator Génesis (2015) o Escuadrón Suicida (2016). Sean Byrne, seguramente, acuciado por el ajustado presupuesto que ha debido manejar, ha puesto la confianza en estos intérpretes, que han dado la talla, creando personajes potentes y físicamente versátiles para la cantidad de escenas en las que han tenido que demostrar su buena forma física.
En Dangerous Animals nos encontramos a un Sean Byrne plenamente adaptado a un tipo de cine más popular, más comercial si se quiere ver así. Hemos comentado que conserva sus tropos, sus signos de identidad, es cierto; pero la mutación de Sean Byrne, diez años tras su último trabajo, nos ha traído a un cineasta mucho más maduro, que hasta nos cuela referencias a películas menos conocidas. Podemos mencionar a la australiana Wolf Creek, por la cercanía del personaje de Jay Courtney con el de John Jarrat, The Shallows, también por cercanía del personaje de Hassie Harrison a al de Blake Lively y, agárrense, a El Cabo del Miedo. Dangerous Animals también es un thriller, una película de suspense en tierra firme y una de terror en alta mar; en el primero de los casos Sean Byrne recrea un thriller tropical que tiene puntos en contacto con el tono luminoso y urbano del remake que Martin Scorsese hizo de El Cabo del Miedo.
La valoración que damos a Dangerous Animals es muy positiva. Es una película con la maquinaria bien engrasada para satisfacer al aficionado al cine de terror, pero también para funcionar de modo comercial como una entretenida película veraniega. Sean Byrne ha cambiado pero no ha renunciado a su estilo, aunque en esta ocasión la pantalla deje de lado la oscuridad y se llene de luz y agua.