Crítica de la película de ciencia ficción australiana Crawlspace, dirigida por Justin Dix.
Título: Crawlspace. Año: 2012. Duración: 87′. País: Australia. Director: Justin Dix. Guión: Justin Dix, Eddie Baroo. Música: Jamie Blanks, Jamie Murgatroyd. Fotografía: Simon Ozolins. Reparto: Amber Clayton, Nicholas Bell, John Brumpton, Peta Sergeant, David Whiteley, Samuel Johnson, Eddie Baroo, Leslie Simpson, Bridget Neval.
Crawlspace (2012) suena a título de videojuego del estilo Dead Space, una saga aventura intergaláctica con zombies y dioses primigenios que ha alcanzado cierta popularidad entre los fans de los juegos más cafres, y cuyas entregas cinematográficas han cosechado buenas críticas debido a su destacable factura, mucho más aún que el videojuego, a modo de simbiosis entre dos lenguajes y plataformas que cada vez tienen más en común. En Crawlspace no vamos a ver nada de esto, el título de esta película, dirigida por el experto en efectos especiales Justin Dix nada tiene que ver con engendros del espacio exterior ni con viajes interestelares, todo lo contrario, está ambientada en un complejo subterráneo del gobierno australiano para crear armas biológicas, supersoldados que protejan a los mandatarios mundiales con los poderes de la mente en lugar de con las armas; el título Crawlspace -Crawl (arrastrarse) y Space (espacio)- hace referencia a los angostos escenarios donde se va a desarrollar la acción.
Aparte del desliz del título, la productora de Crawlspace –Wolf Creek Productions, capitaneada, como no, por Greg Mclean, realizador de la saga Wolf Creek– apuesta por un escenario claustrofóbico que bien podría ser el de una nave espacial, repleta de corredores de color blanco azulado, con sistemas de compuertas que se abren y cierran con control remoto, y con los imprescindibles pasajes de ventilación donde los protagonistas tendrán sus momentos más apurados. Estéticamente la película navega entre un calco sucio y amarillento de Aliens El Regreso (1986) y algún que otro guiño a Depredador (Predator, 1987), pero los títulos que más influyen a esta obra de serie B en su fondo son Scanners (1981) y esa olvidada e injustamente subestimada versión del videojuego Doom (2005), cinta inspirada en la tercera entrega del popular y violento juego.
El argumento de Crawlspace despista en un primer momento. El realizador se guarda unas cuantas cartas en la manga para posibilitar importantes giros en el guión de la película, cuyo guión comienza de la forma más predecible: un grupo de élite del gobierno es enviado a una instalación de investigación secreta para que se cargue a todos los enfermos-prisioneros que la ocupan. Los fríos e implacables marines que creen estar eliminando a unos infectados paran su carnicería indiscriminada al encontrar a una mujer cuya identidad se va desvelando poco a poco. Tras el encuentro de la prisionera con el pelotón de soldados la película deriva en el típico survival horror, sin muchos más escenarios que los corredores, salas médicas y conductos de ventilación donde el body count irá dejando cada vez más mermado al elenco protagonista.
La puesta en escena cuenta con texturas sucias y atmósferas brumosas para hacerse valer como protagonista secundario pero indispensable para este historia modesta pero que aparece un poco más grande –dentro de sus limitadas pretensiones- a medida que avanza el metraje. También cuentan y mucho las escenas en las que los efectos especiales se divierten exhibiendo gore a raudales, Crawlspace es una historia de supervivencia, pero también de horror, contando con cierto nihilismo gráfico que la hace divertida y disfrutable en los momentos más sanguinolentos. Pierde el interés en los flashbacks que intentan explicar las causas por las que la mujer protagonista se encuentra en el complejo, éstos momentos y el final apotéosico y exagerado son los únicos instantes en lo que la acción se desarrolla en el exterior.
Crawlspace es una película que no disimula su modestia pero que a la vez tiene vocación de título de culto, una cinta que quiere entretener a un sector del público fantástico muy concreto, sin alardes reflexivos ni planteamientos metafísicos, sólo acción, gore, una puesta en escena modesta pero eficaz y un puñado de referencias fílmicas de culto. El futuro de Crawlspace como título perdurable en la mente del aficionado es un poco complicado de predecir, toda vez que se trata de una producción australiana que tuvo una recepción muy fría en nuestro país. Se trata, empero, de una propuesta inteligente y brillante, siempre, volvemos a repetir, dentro de las coordenadas de la serie B cinéfaga. En temporadas pasadas otros títulos como Eden Log (2007) o Dante 01 (2008) también reunían esas condiciones y han sido lamentablemente olvidados por la afición fantástica, esperemos que a Crawlspace no le aguarde el mismo destino.