Crítica de Cementerio de animales (2019), nueva versión de la novela de Stephen King
Título: Cementerio de animales (Pet Sematary). Año: 2019. Duración: 101′.País: Estados Unidos. Dirección:Dennis Widmyer, Kevin Kolsch. Guion: Dave Kajganich, Jeff Buhler (Novela: Stephen King). Música: Christopher Young. Fotografía: Laurie Rose. Reparto: Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence.
Cementerio de animales, la estupenda novela de Stephen King, fue objeto de una adaptación cinematográfica en el año 1989, firmada por Mary Lambert, cineasta de poco recorrido que posteriormente se encargaría de la secuela de la película. Ahora llega a nuestras pantallas una nueva versión de la novela, un remake que no está exento de polémica. Los más agoreros anunciaban un filme con un resultado muy pobre y desconsolador, señalando la versión de Mary Lambert como la auténtica heredera de los valores que atesora la novela. Si a la versión de Cementerio de animales realizada este año por Kevin Kölsch y Dennis Widmye (autores de la curiosa Starry Eyes, 2014) se le pueden poner algunas pegas por su deriva al cine zombie en el último tercio de la película, el resultado es muy superior a la de 1989. La hondura dramática de la novela de Stephen King no está, ni por asomo, aprovechada en la primera película, que se ceba en una procesión de efectos especiales y sustos, sin dar la profundidad necesaria al drama que está tratando, que en el fondo no es más que la incapacidad del ser humano moderno para asumir la muerte como un estadio natural de la vida.
El argumento de Cementerio de animales (2019) es muy a fiel a la novela original hasta que se produce uno de sus más importantes giros , el que desencadena la parte en la que habrá más acción. Hasta ese momento, vivimos el drama familiar de los protagonistas (interpretados por los actores Jason Clarke, Amy Seimetz y sus dos hijos), en el que conviven dos puntos de vista contrapuestos e irreconciliables: por una parte, la madre tiene un inmenso sentimiento de culpa por la muerte de su hermana paralítica -momento que revive una y otra vez en forma de flashbacks que los realizadores utilizan para añadir un puñado de duras y terroríficas escenas-, rechazando de plano cualquier reflexión sobre la vida ultraterrena; por otra, el padre es un doctor que convive a diario con la muerte y quiere que en la familia se trate este tema -ante la insistencia de su hija (Jeté Laurence)-, aunque su mentalidad positivista le hace rechazar cualquier posibilidad de trascendencia. El choque de ambas mentalidades con una realidad fantástica y terrorífica es una de las bazas de la película, una línea argumental por la que el Cementerio de animales de Mary Lambert pasó de puntillas.
Cementerio de animales es una película de terror que técnicamente puede ser incluida en el género zombie. En esta versión, el aspecto de los resucitados ha sido estilizado y suavizado, los efectos de maquillaje siguen subrayando los rasgos cenicientos de la piel de los no-muertos, sus ojeras y coágulos de sangre, pero también incide en lo putrefacto de aquello que vuelve de la tumba, del pelaje podrido del gato o de la cabellera corrompida del primer resucitado, buscando más realismo y menos estridencia que en la versión anterior.
En cuanto a la ambientación, Cementerio de animales crea una atmósfera más cotidiana e inocua que la sugerida en la novela, como ocurre con la propia cotidianeidad y rutina que envuelve a la familia y a su vecino (John Ligthtgow). Hay dos momentos en los que el guion nos acerca al territorio fantástico por el que transitará más adelante su argumento: cuando tiene lugar la procesión de niños enmascarados, con una puesta en escena inquietante, pero muy contenida y sin muchos aspavientos; y cuando el personaje de John Lightgow muestra al de John Clark el cementerio indio, un escenario neblinoso y recurrente que siempre contemplaremos en la oscuridad de la noche y nunca a la luz del día, en el que un exceso de niebla artificial quiebra el realismo que busca el diseño de producción. Este Cementerio de animales se adhiere a la tendencia actual del cine de terror culto, busca la austeridad y el minimalismo formal dentro de los contornos del cine gótico.
Al final de la película, en el amanecer de un nuevo día, la suciedad, la podredumbre y el mal se adueñan de la familia; su ropa sucia, sus ojeras cargadas y sus rostros pálidos nos remiten de forma inequívoca al género zombie, con un mensaje más gamberro y grosero que el tono global de la propuesta. El espectador debe olvidar la reflexión de la que parte Cementerio de animales y concluir la película con una posible expansión de la maldición india a modo de pandemia zombie. Sorprende que la dura conclusión de la novela de Stephen King no haya sido respetado en esta versión y se haya optado por ese tono final de explotación del género.
Muchos críticos y escritores cinematográficos cuelgan sus reseñas sobre Cementerio de animales y comentan la necesidad de este remake, de cuya primera versión se cumplen precisamente treinta años. Necesidad o no, lo cierto es que hay un mercado para todo lo que lleve el sello de Stephen King. A pesar del tiempo transcurrido, que en términos generacionales es un salto cuantitativo, el público sigue apostando por esta marca para pasar sus ratos de ocio; el que la actual versión de Cementerio de animales sea necesaria o no lo dicta la industria, no el público. En términos comparativos, la producción de ambas versiones responde a épocas diferentes, y a la hora de valorarlas influye un factor tan subjetivo como la nostalgia de una forma de hacer cine muy diferente a la de ahora, y el recuerdo de aquellos que pudimos ver el primer Cementerio de animales en el momento de su estreno.
Cementerio de animales ha sido estrenada el 12 de abril de 2019.