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Crítica de Blood Father, con Mel Gibson

Título: Blood Father. Año: 2016. Duración: 88 min. País: Francia. Director: Jean-François Richet. Guión: Peter Craig, Andrea Berloff (Novela: Peter Craig). Música: Sven Faulconer. Fotografía: Robert Gantz. Reparto: Mel Gibson, Erin Moriarty, Diego Luna, William H. Macy, Elisabeth Röhm, Thomas Mann, Ryan Dorsey, Michael Parks, Dale Dickey, Richard Cabral, Raoul Max Trujillo, Daniel Moncada, Miguel Sandoval.

¿Mel Gibson está acabado? En no pocas ocasiones, los excesos verbales y etílicos del actor de australiano han hecho que todos nos cuestionemos esa pregunta. Y sin embargo, Mel Gibson es un actor que ha sabido resurgir de sus cenizas, quedarse al margen de sus escándalos y, adoptando un perfil bastante bajo, se ha refugiado en producciones de poco fuste y aún menos pretensiones artísticas, lamentablemente. Su nombre en el encabezado del reparto de los carteles ya era suficiente motivo para atraer al público a según qué productos. Las arrugas de su cara son muy evidentes, él es una vieja gloria del cine de acción de los años ochenta. Su intervención en la autoparódica saga Los Mercenarios (The Expendables) ya se veía como el canto de cisne de un hombre de cine cuya imagen se encontraba agotada. Pero a pesar de las adversidades en lo artístico y en lo personal, el director y protagonista de Braveheart ha demostrado con creces ser un superviviente nato en la competitiva mundo de Hollywood. Es obvio también que Mel Gibson no se encuentra en su mejor momento -es improbable que su época de gloria cinematográfica nunca vuelva-, pero sigue en activo: el protagonismo en Blood Father (2016) y su trabajo en la dirección de Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge, 2016) en una misma temporada apuntan a una carrera que dista de estar terminada. Blood Father es, además, un thriller de acción muy enérgico, un desafío que puede resultar también muy estimulante para el espectador, donde Mel Gibson incluso muestra una forma física increíble para su edad.

Blood Father es, a priori, una interesante muestra de cine negro, un trepidante hardboiled white-trash, dirigida por el realizador francés Jean François Richet, el director del discutible remake de Asalto a la Comisaría del Distrito 13 (Assault on precint 13, 2005), su hasta ahora única aventura al transoceánica. Richet es un realizador bastante valorado en el cine de género europeo, en el que también tocó el género polar y de acción. Su trabajo en Blood Father es el de crear un thriller oscuro y perturbador, polvoriento y seco, sucio, y quizás predecible y poco ambicioso por una insana acumulación de clichés. La fuerza que imprime Mel Gibson a Blood Father es tan fundamental para el filme como el desasosegante tono de algunas de sus escenas de acción, coreografiadas para ofrecer un aspecto más violento y visceral; Blood Father es un producto radicalmente diferente a su estilizada versión de la película de John Carpenter.

El cine pulp se alimenta de fuentes fácilmente entendibles por el espectador, utiliza mensajes directos, figuras claramente reconocibles en la cultura popular, el cine pulp y Blood Father aglutinan los códigos cinematográficos que le son más simpáticos al devorador de películas, al aficionado a las historias donde pululan personajes de ambigüedad moral, situados en un limbo legal y ético, anti-héroes alabados por sus virtudes y vicios, complementos estos que le son imprescindibles para conformar al personaje protagonista de Blood Father. La película es un cuento deliberadamente pulp, una amalgama de sensaciones visuales que nos remiten a un mundo marginal, ajeno a nuestra realidad cotidiana, un universo poblado de delincuentes, moteros y white trash armados hasta los dientes que harán de su locura nuestro paroxismo y nuestro disfrute. El libreto de Blood Father no sorprende precisamente por su complejidad, ni pretende arropar a los personajes con una profundidad que no tienen, pero la dignidad con la que Richet y Gibson afrontan este proyecto ha creado una cinta de entretenimiento notable y que tendremos que tener en cuenta a la hora de cerrar la temporada 2016.

Blood Father no es una obra redentora para su protagonista, Vacaciones en el Infierno (Get the Gringo, 2012) pretendió algo parecido a Blood Father sin conseguir ni siquiera acercarse a la buena artesanía de ésta, la película de Jean François Richet es un vehículo adecuado para la diversión desprejuiciada, para dar ese salto mortal que hacen que nos emocionemos con la dualidad moral de los personajes de una película que esconden más trasfondo del que se aprecian a primera vista.

blood father de jean francois-richet

 

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