Año: 2011. Duración: 106’ País: EE.UU. Director: Evan Glodell. Guión: Evan Glodell. Música: Jonathan Keevil, Kevin MacLeod. Música: Joel Hodge. Reparto: Evan Glodell, Jessie Wiseman, Tyler Dawson, Rebekah Brandes, Vincent Grashaw, Zack Kraus, Keghan Hurst, Alexandra Boylan, Bradshaw Pruitt, Brian Thomas Evans.
Lord Humungus cannot be defeated! (Lord Humungus)
¿Hay algo más apocalíptico que tu chica te deje por otro y tú la sigas queriendo? Claro que sí: el cambio climático, la escasez de alimentos o gasolina, una pandemia, una crisis económica…pero cuando usamos nuestra visión de miras individualista y estrecha, el desamor es lo peor, una situación de desasosiego donde el dolor que podemos llegar a sentir es difícilmente superable. Evan Glodell, director, protagonista, guionista y productor de Bellflower (2011) nos pone en esa tesitura con una historia romántica de corte indie, usando como un telón de fondo un escenario suburbial de desarraigo y nihilismo, desenfocando la cámara, quemando la película, saturándola, y mil y una barrabasadas cuya lista sería interminable.
Woodrow (Evan Glodell) y Aiden (Tyler Dawson) son dos amigos llegados a California con la única intención de fabricar un lanzallamas y un coche postapocalíptico –al que llamarán Mother Medussa-. Allí conocerán a Milly (Jessie Wiseman) y Courtney (Rebekah Brandes) con las que ambos terminarán saliendo mientras ultiman sus ingenios postapocalípticos. De los dos noviazgos, será el de Woodrow y Milly el más apasionado. Hasta ahí la primera parte de la película. El segundo segmento del film comienza con el descubrimiento de la infidelidad de Milly y el hundimiento de Woodrow en un estilo de vida aún más nihilista si cabe; la cuenta atrás para su apocalípsis personal ha comenzado. El alcohol y el tabaco, están omnipresentes en la vida de los protagonistas. Esto, junto al entorno agresivo y destartalado que les rodea, serán el combustible que hará que se pongan en pie por las mañanas y que tiren el día a día mientras prueban el lanzallamas, follan salvajemente o se pelean.
La película introduce un guiño cinéfilo de gran peso en el argumento, la figura de Lord Humungus, uno de los personajes de Mad Max 2 el Guerrero de la Carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981), de George Miller, que es asimilada por los personajes como referente cultural, y que servirá de hilo conductor de gran parte del relato. Será en la última parte de la película cuando esta figura y los protagonistas culminarán su simbiosis en escenas de una gran belleza épica. Este personaje aparece, no sólo mencionado, también como protagonista de los más recónditos rincones de algunos planos, y hasta en algunas elipsis.
La evolución de los personajes, sobre todo el de Woodrow, se ha realizado con un notable talento actoral. Es también el última parte del film donde cada uno de ellos exterioriza su rabia, frustración y desamor de una forma tan visceral como brutal. Las buenas intenciones de estos jóvenes que van por la vida sin rumbo, bebiendo whisky y desayunando bacon con cerveza, terminan por reventar en un pustulento drama de violencia, gasolina, sexo y llamas. Es en este aspecto donde la película se desvela esencialmente misógina, cargando las tintas sobre los personajes femeninos, que son los que provocan las pasiones más descontroladas.
No es de extrañar que esta película vaya triunfando (al menos relativamente) en todos los festivales donde se estrena, desde Sundance hasta Sitges. El trabajo de Glodell –con el ridículo coste de producción de 18.000 dólares- es tan indie que narrativa y estéticamente es muy discutible pero, por eso mismo, también es más que impresionante. Un primer visionado de la cinta puede provocar la indiferencia del público, saturado de efectismo estético y de la vacuidad de la vida de los personajes, pero es ahí donde reside el valor de la película, en una visión de la vida intensa, sin tonos grises, y sin preocupación por un mañana que no existe, pues va a desaparecer, y sólo Mother Medussa y Lord Humungus sobrevivirán en el terreno yermo del día después, abrasando todo a su paso con el lanzallamas y olvidando que una vez amaron y tuvieron algo parecido a un hogar.