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Crítica de Antiviral, una película de Brandon Cronenberg

Año: 2012. Duración: 110′  País: Canadá. Director: Brandon Cronenberg. Guión:  Brandon Cronenberg. Música: E.C. Woodley. Fotografía: Karim Hussain. Reparto: Caleb Landry Jones, Sarah Gadon, Malcolm McDowell, Douglas Smith, Joe Pingue, Nicholas Campbell, James Cade, Lara Jean Chorostecki, Lisa Berry, Salvatore Antonio.

El hijo de la nueva carne

Existenz (1999) fue la última vez que David Cronenberg se acercó a la temática de la nueva carne, término acuñado por el mismo que se refiere a la transformación del cuerpo humano mediante la inoculación de virus o por terapia genética, sentando la bases de esta temática cinematográfica  en su cortometraje Crimes of the Future (1970). Con el tiempo Cronenberg matiza esta temática en pos de una nueva carne en la que la tecnología se fusiona con el cuerpo humano, inaugurándola con la adaptación de Crash (1996), la novela de James Ballard. Una Historia de Violencia (2005) supone el abandono definitivo de la senda en la que el director canadiense puede considerarse un auténtico visionario, dejando títulos tan imprescindibles como Rabia (Rabid, 1977) o Cromosoma 3 (The Brood, 1979).

Sorprende mucho que el debut de Brandon Cronenberg, hijo del susodicho director, tenga como leitmotiv aquello que hizo célebre a su padre y que, como comentamos, ya sólo forma de su carrera pasada. En Antiviral (2012), Cronenberg hijo se sumerge de lleno en el universo distópico que lanzó a su padre al estrellato de los realizadores fantásticos, el de la nueva carne. En este título, los famosos (estrellas de cine o modelos) venden los virus de sus enfermedades a corporaciones que se encargan de inocularlos a sus fans. Desde un simple herpes labial hasta un cáncer de colon, el fandom gasta su dinero por sentir las mismas enfermedades que sus ídolos, e incluso comer su tejido muscular clonado en los mejores restaurantes de la ciudad.

Desde ese punto de partida, los empleados de las compañías se auto-inocularán las cepas creando una red de espionaje industrial en la que participará activamente el protagonista de la cinta, Syd March (Caleb Landry Jones), empleado de una de las compañías, que se contagiará de una severa enfermedad objeto de codicia por parte de los dos emporios en liza.

Antiviral recurre a una estética fría y limpia, de decorados de color blanco sanitario y mobiliario minimalista, sólo rota cuando el protagonista debe recurrir al auxilio de traficantes de tejidos para poder resolver sus problemas. Es en ese momento cuando la estética de la nueva carne se desvela más realista, sanguinolenta y viscosa, con ecos a ese Videodrome (1983) que fue pieza canónica en la filmografía de Cronenberg.

La propuesta de Brandon Cronenberg avanza en el sentido de la morbosidad ya apuntalada por su padre, cuyos planteamientos argumentales tenían presente un regusto sexual y morbosamente incómodo. Si en Crímenes del Futuro los pacientes inoculados desarrollaban nuevos órganos sexuales, en Antiviral la fusión celular entre la celebridad y el fan se convierte en un acto sexual íntimo, pero sucio, alejado de todo recato e higiene. Al protagonista se le quiere dejar morir sólo para conseguir una proyección de la agonía que sufrió la celebridad tras enfermar. Posteriormente, su cuerpo será curado pero su lívido necesitará de la carne de su admirada celebridad como alimento, momento de delirio escenificado de forma contundente, con el que se cierra la película.

Brandon Cronenberg sale victorioso de su debut con Antiviral, más teniendo en cuenta que su apellido le marca allá donde vaya, y que ha retomado la temática que hizo famoso a su padre. El buen pulso con el que ha rodado Antiviral la ha hecho merecedor del Premio Citizen Kane al mejor director novel dentro del reciente Festival de Cine Fantástico de Sitges.

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2 COMENTARIOS

  1. Joder, Alfredo! Esta película tiene una pinta muy buena. Encantado estaría de poder verla. El problema es que se visionará por cauces que yo desconozco….
    Ahí lo dejo, Alfredo.
    Abrazos

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