Crítica The Killing Room, película dirigida por Jonathan Liebesbam
Título: The Killing Room. Año: 2009. Duración: 93 minutos. País: USA. Director: Jonathan Liebesman. Guión: Gus Krieger, Ann Peacock. Reparto: Timothy Hutton, Peter Stormare, Chloë Sevigny, Nick Cannon, Shea Whigham, Clea Duvall, Bill Stinchcomb, Michael Byrnes, Luke Sexton, Tim J. Smith.
The Killing Room (2009) ofrece un curioso el contraste con la última obra del realizador sudafricano Jonathan Liebesman, Invasión a la Tierra (Battle: Los Angeles, 2010). Ésta última cinta, una epiléptica fantasía bélica con grandes medios, apenas sin guión y con actores poco versátiles. La primera, un eficaz thriller político con un puñado de actores reunidos en una habitación que ejecutan eficaces interpretaciones. The Killing Room quizás sea su película más pequeña pero no por ello la de menos calidad. La película no sólo es un eficaz thriller político si no que mira al interior de los mecanismos represivos de las democracias occidentales que, amparados por motivos de seguridad, logran ponerse al mismo nivel que los regímenes sátrapas de los que supuestamente protegen a sus ciudadanos.
Tras el corto Genesis and Catastrophe (2000), Liebesman comenzó su andadura cinematográfica en el año 2003 con el film de terror Darkness Falls (2003), a lo que seguiría un nuevo corto, Rings (2005), y su gran oportunidad para darse a conocer en las salas de todo el mundo, nada menos que La Matanza de Texas, el origen ( The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning, 2006), precuela del remake de La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 2003) producido por Michael Bay. Los estupendos resultados obtenidos, tanto a nivel artístico como de taquilla, presagiaban que el realizador estaba destinado a encabezar un proyecto de más envergadura. No fue así, sino que Liebesman se decidió por este curioso thriller que es The Killing Room, con ecos más que evidentes a algunos capítulos de Expediente X y cierto tufillo a la primera Saw (2004), y que contaría con dos estrellas locales: Timothy Hutton y Peter Stormare.
En The Killing Room cuatro individuos (tres hombres y una mujer) se adhieren a un estudio psicológico por una modesta cantidad de dinero. Un entrevistador entra en la habitación, de aspecto aséptico y con los muebles clavados al suelo, y tras una breve charla dispara a un primer sujeto y abandona la habitación. Los restantes descubrirán que el experimento al están siendo sometidos parece un cruel juego de supervivencia dentro de la habitación. Hasta el final de la película no encontraremos la explicación de tan macabro planteamiento, nada más y nada menos que una recreación moderna del proyecto MK ULTRA, que buscará sujetos que se inmolen voluntariamente en misiones especiales, gente normal cuya debilidad mental y sumisión al sistema les haga proclives a un posterior lavado de cerebro. Lo que cuenta The Killing Room es únicamente la selección de los candidatos, dejando la puerta abierta a una continuación de la misma: el adoctrinamiento, es decir, lavar y programar el cerebro al sujeto que sacrifique o realice una acción concreta cuando aparezca la señal detonante implantada en su mente.
El proyecto MK ULTRA viene a ser parte de una serie de experimentos que el gobierno estadounidense arrancó pasada la Segunda Guerra Mundial, al objeto de infiltrar agentes dobles dentro del régimen comunista. Los avances de los programas de adoctrinamiento llegaron a su culmen con el proyecto MK ULTRA durante la Guerra de Vietnam, que introdujo el alucinógeno LSD como forma de distracción de la realidad. Según algunos dossieres existentes fue dicho programa el que terminó con la vida de diversas personalidades de la política izquierdista norteamericana, entre ellas la de John Lennon. A este respecto es recomendable la lectura del libro de John D. Marks, En busca del candidato de Manchuria. También convendría dar un repaso a otros thrillers que se basan en el proyecto MK ULTRA como El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, 2004), descafeinada versión de la película homónima dirigida por John Frankenheimer en 1962.
En el apartado actoral, para The Killing Room se han elegido intérpretes cuyos personajes simbolizan diversas virtudes o defectos que les dejarán fuera o dentro de la selección: Timothy Hutton representa al hombre decidido y agresivo, que no se dejará dominar, Nick Cannon el hombre sumiso y receptivo al castigo, Shea Wigman el patriota. En el otro lado del espejo, controlando momento cada estímulo y señal del experimento, quizás la parte más suculenta del reparto: Peter Stormare como el Doctor Phillips, nombre claramente ficticio, cuyo personaje deja entrever que ha sido un desertor del antiguo bloque comunista, y que pronuncia una de las frases más desveladoras de todo el film: El enemigo tiene a alguien que está haciendo exactamente lo que haces tú. Junto a Stormare, Chlöe Sevigny interpreta a la Doctora Reilly, nueva ayudante y discípula de Phillips.
Cada vez se ven con menos frecuencia thrillers tan sobrios como The Killing Room. Aparte de las interesantes y fundamentales referencias histórico-políticas del argumento, The Killing Room ofrece unos detalles que dejarán al espectador absorto, pensativo y confundido en ocasiones, y no será hasta el final donde todas las piezas del puzle cuadren: la selección de los candidatos, los cánticos musulmanes que se oyen en diversos momentos, la extremada metodología científica del funcionamiento del programa. The Killing Room es un thriller que merecería una continuación que recogiese la sensibilidad del original y profundizase en un argumento que está en los dosieres desclasificados del gobierno estadounidense. No hay que inventarse demasiado, el proyecto MK ULTRA o como quiera llamarse ahora es tan real como la desconfianza que depositemos en el sistema que nos gobierna.
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