La Leyenda de la Casa del Infierno

Año: 1973. Duración: 94’ País: Reino Unido. Director: John Hough.  Richard Matheson (Novela: Richard Matheson). Música: Brian Hodgson & Delia Derbyshire. Fotografía: Alan Hume. Reparto: Pamela Franklin, Roddy McDowall, Clive Revill, Gayle Hunnicutt, Roland Culver, Peter Bowles, Michael Gough.

Basada en el libro homónimo del célebre Richard Matheson –que también firma el guión de la cinta-, Hell House, la puesta en celuloide de dicha obra resulta ser un ejercicio de terror gótico sobre casas encantadas en el su director, John Hough, realizaría su mejor película, antes de realizar incorrecciones genéricas como American Gothic (1988), cinta ésta que prácticamente supuso la salida del británico del circuito de cine de terror, rebasado ya por la truculencia y los efectos visuales del horror más contemporáneo. No obstante, La Leyenda de la Casa del Infierno (The Legend of Hell House, 1973) supone una vuelta de tuerca a la temática de las casas embrujadas, desde una doble perspectiva, la espiritual (o mejor diríamos espiritista) y la fantacientífica, la primera personificada por el personaje de la virginal medium Florence Tanner (Pamela Franklin), y la otra por el abnegado y racionalista Dr. Barret (Clive Revill). La productora Hammer –factoría que apadrinó a Hough años antes- nunca había llegado a aunar estos aspectos a pesar del buen número de producciones que dedicó al horror-. El encuentro entre el racionalismo científico y el horror sobrenatural es sublimado en el encierro de un grupo de médiums y científicos en la casa de Emeret Belasco (Michael Gough), hombre adinerado y sádico torturador que permanece como ente espiritual vivo en su imponente mansión gótica, y que se divierte jugueteando cruelmente con sus visitantes hasta causarles la muerte.

Al decálogo de manifestaciones paranormales (movimiento de objetos, posesión demoníaca, apagado y encendido de luces, etc.) debemos unir la lascivia que manifiestan los moradores etéreos de la mansión, llegando a embaucar a una de las protagonistas femeninas para practicar una suerte de coito demoníaco, muy sugerente, a pesar del off narrativo de la escena -Años después pudimos ver en El Ente (The Entity, 1982) una violación demoníaca más brutal- La sensualidad de las protagonistas es explotada recurriendo a una puesta típicamente gótica, ambientando las escenas con mobiliario decimonónico, usando contraste ropa de cama roja y blanca, o vistiendo a las protagonistas con camisones vaporosos, como si de una película de vampiros se tratase. Y aún así, la carga sexual del libro ha sido rebajada considerablemente en esta adaptación cinematográfica.

La mansión cumple con todos los estándares del recinto gótico por excelencia. Sus habitaciones están ricamente amuebladas, con todo lujo de detalles burgueses, y no faltan estancias cubiertas de telarañas como el sótano o la capilla ¡una iglesia en el infierno! afirma uno de los protagonistas. Esta casa gótica es el campo de juegos del diablo, donde sus servidores se han propuesto seguir haciendo el mal aún después de muertos, y los seres humanos son tratados como hormigas a aplastar de forma feroz y terrible, sin embargo, ahora la maldad es vista, en parte, como una manifestación física cuantificable que impregna cada rincón de la casa.

Quedan atrás los tiempos de superstición que marcaron toda la época de la Hammer y John Hough se erige como un superviviente del cine de género tradicional, pero que en un futuro va a dirigir su barca a los pantanosos y sangrientos terrenos positivistas del american gothic, donde el terror ya no cruje ni chirria, ni manos invisibles levantan las sábanas que arropan a virginales damiselas.