Crítica de Presence, dirigida por Steven Soberbergh
Título original: Presence. Año: 2024.Duración: 85’. País: Estados Unidos. Director: Steven Soderbergh. Guion: David Koepp. Reparto: Lucy Liu, Callina Lang, Chris Sullivan, Eddy Maday.
Presence (2024) es el acercamiento del prolífico Steven Soderbergh al cine de fantasmas o haunted houses (casas encantadas), pero cuidado porque no todo lo que parece es en realidad, y con esto me explico: Presence no es una película de terror. El espectador que haya entrado a la sala esperando una cinta de horror al estilo culterano de El Sexto Sentido, se va a llevar una decepción ante la ausencia de atmósfera, momentos de tensión y sustos. La apuesta de Steven Soderbergh en Presence no es terror sino el thriller, el enésimo relato de una familia acomodada acosada, no ya por un fantasma, sino también por los demonios familiares de la clase media, y ahora veremos cuáles son.
Protagonizada por la recuperada Lucy Liu y con guion del estrecho colaborador de Soderbergh, David Koepp, Presence nos muestra el arquetípico retrato de una familia que atesora éxitos en lo económico pero fracasos en lo humano. El personaje de Lucy Liu, marcadamente frío y distante, no empatiza con las necesidades emocionales de su hija adolescente, profundizando en un brecha que les separa aún más. De los otros miembros de la familia, el padre, como se podía esperar, es bonachón y comprensivo, situándose más cerca de la hija del matrimonio, pero el hijo, también adolescente, es arrastrado por la pulsión competitiva de la madre. En el punto de partida de la película, Presence nos ofrece un retrato que ya es excesivamente arquetípico y rígido de este núcleo familiar, lo que redunda en la falta de espontaneidad y variedad de registros de los personajes.
Con muchos ecos, quizás demasiados, a A Ghost Story (2017), la película de otro director de derivas existencialistas, David Lowery, El fantasma de Presence es testigo de los vaivenes emocionales de la familia y se erige en vigilante de la joven de la casa, con la cámara subjetiva recorriendo y vigilando los movimientos de los protagonistas y recorriendo toda el hogar. Pero a pesar de la presencia fantasmagórica, Presence no es en absoluto una película de terror. Steven Soderbergh no aporta ningún apunte nuevo al género y se limita a usar al fantasma como un personaje más, un invitado incómodo que finalmente tiene su papel estelar en un final que recuerda de lejos a Amenaza en la sombra (1973), de Nicolas Roeg, convirtiendo Presence en un thriller sobrenatural.
Es necesario incidir en este último apunte, Presence usa el elemento fantástico para contar una historia ya trillada con un desenlace inesperado, muy al gusto de un M. Night Shyamalan en sus horas más bajas. Y aún así, como thriller, el filme de Soderbergh es harto frío -ese tono es una característica de su filmografía- y distante, situando al espectador a una distancia en la cual la historia debe ser muy interesante para mantenerle dispuesto a llegar al final. Juega a su favor una ajustada duración que no llega a la hora y media del metraje.