Llegamos al Festival de Sitges 2021 ayer domingo y solo nos dio tiempo a ver el último título de la noche, The Sadness, una pesadillesca película de zombies de producción taiwanesa dirigida por el -paradójicamente- canadiense Rob Jabbaz. The Sadness consigue hacerse eco de la actual crisis pandémica mundial llevándola al terreno del gore y dibujando un Apocalipsis tan rápido como violento, al estilo de 28 días después. La diferencia con el título británico es la virulencia y el grafismo de The Sadness, que no escatima en escenas violentas y truculentas bañadas generosamente con hemoglobina de pega. Para mayor depravación, los zombies -o infectados- son unos sádicos violadores, además de caníbales, así que la truculencia alcanza extremos inenarrables. Se nos prometió algo más de adrenalina, pero aún así la película cumple su cometido como título de cierre en la sección Midnight X-treme.
Comenzamos el lunes por la mañana con otro de los títulos fuertes del festival, y del que se espera su estreno en un par de semanas, Halloween Kills, la continuación de la nueva saga de Halloween dirigida por David Gordon Green. A diferencia de su título predecesor -que se estrenó en este festival hace dos años-, el nuevo Halloween no ofrece nada nuevo al espectador excepto unas masacres más estilizadas y unos sets de cuchilladas coreografiados con mucho estilo. Por lo demás, no hay nuevos aportes a la saga, los personajes son planos y la conclusión de Halloween Kills es totalmente abierta a una nueva entrega. Destacamos la resurrección digital de Donald Pleasance como el Dr. Loomis y la vuelta frente a las cámaras de Jamie Lee Curtis, aunque con un papel menos relevante que en el anterior Halloween de David Gordon Green.
Lamb ha sido una sorpresa para todo el público. El tan anunciado thriller fantástico ambientado en tierras islandesas, y que hunde sus raíces de género en el folk horror, logra contar muchas cosas, tocando diversidad de temas que van desde lo cotidiano a lo existencial, y todo con mucho mimo y sensibilidad, con una interpretación sobresaliente de Noomi Rapace. Lamb ya es un título de culto y tiene todas las papeletas para convertirse en una de las favoritas del festival. La película está producida por la compañía A24 y cuenta entre sus títulos de crédito con el nombre del realizador Bela Tarr.
En la selección del festival no podía faltar el nuevo trabajo del israelí Ari Folman, que nos tiene acostumbrados a títulos espléndidos. Si Vals con Bashir y El Congreso fueron películas de animación sobresalientes, su último título, Where is Anna Frank, no podría ser menos. Alejado de temáticas fantásticas o vivencias personales, Ari Folman se lanza a contar la trágica historia de Anna Frank y su familia de una forma muy original, subrayando de paso, algunos de los problemas sociales más graves que tiene Europa en paralelismo a lo vivido por la familia Frank. Where is Anna Frank es un título emotivo y arrebatador apto para todo tipo de públicos, y de una gran vocación didáctica, aparte de una intensa y enriquecedora experiencia visual.
Netflix ha producido la ópera prima de David Casademunt, El Páramo, un título que cuenta con dos pesos pesados de la interpretación española, Inma Cuesta y Roberto Álamo. Aunque muchas veces las intenciones son lo que más cuenta, en el caso de El Páramo las intenciones se quedan solo en eso y lo que vemos en pantalla es una obra muy ramplona en la puesta en escena y con un guion que juega al ratón y al gato con el espectador sin que le lleve a ningún sitio. Inma Cuesta hace lo que puede para salvar al filme del naufragio pero ni su interpretación de desquiciada logra sostener la película. El realizador tampoco aprovecha la épica que le podrían proporcionar los escenarios naturales en los que se ambienta la acción y prefiere apostar por los interiores y algunos planos generales de un sombrío páramo. En fin, deseamos que El Páramo funcione bien en Netflix y permitan al realizador emplear su talento en otro producto más redondo.
El mítico animador Phil Tippett llega a Sitges 2021 con una obra que ha tardado en completar casi treinta años, Mad God. Es esta una película que hay que visionar y entender de una manera diferente a un filme normal. En Mad God todo es visual, todo es derroche imaginativo para disfrute del espectador que ame la animación y los mundos truculentos y oscuros. El guion no contiene una linealidad clásica, más bien son secuencias que se suceden y conectan para, de repente, soltarse del cuerpo principal del libreto como si fueran lastres. Por este motivo, el espectador, tras no encontrar el hilo narrativo una y otra vez, es dirigido al mero goce visual y sonoro, que no es poco en una obra de este calibre como es Mad God.