Crítica de Revenge, un rape & vengeance protagonizado por Matilda Lutz y dirigido por Coralie Fargeat
Título: Revenge. Año: 2017. Duración: 108′. País: Francia. Dirección: Coralie Fargeat. Guion: Coralie Fargeat. Música: Robin Coudert. Fotografía: Robrecht Heyvaert. Reparto: Matilda Anna Ingrid Lutz, Kevin Janssens, Vincent Colombe, Guillaume Bouchède.
Revenge fue presentada por su directora, Coraile Fargeat, durante el Festival de Cine Fantástico de Sitges de 2017. Aprovechando su asistencia al evento más fantástico del año la hicimos una entrevista que publicamos ya hace mucho tiempo en esta web. Este grato encuentro nos viene a la memoria al tener noticia del lanzamiento de una edición de esta película en bluray por A Contracorriente Films. Este lanzamiento cuenta con un acicate más, y es que se ha editado en un lujoso steelbook, una ocasión única para que el aficionado cuente con Revenge en su colección y repase un título que bien vale una reseña en nuestro portal de cine fantástico.
El subgénero rape & vengeance, el western y el estilismo de la nueva ola de cine de terror francés -o como se dio a llamar a la pléyade de directores que la cultivaron, “los poetas de la sangre”– son los pilares referenciales y de género en los que se apoya Revenge. La película parte del típico esquema rape & vengeance, pero poniendo mucho cuidado en la forma, el colorido y la música, sin caer en el feísmo típico de estas producciones, incluso dejando en off narrativo el momento de la violación. Otra de las diferencias con sus coetáneos norteamericanos es que en el guion de Revenge la brutalidad del lado masculino no procede de unos paletos de pueblo que quieren proteger su entorno de las injerencias progresistas procedentes del entorno urbano; en esta ocasión, los villanos son personas adineradas y ávidas de dominación, de poseer todo lo que se les encapriche. Si en recientes cintas rape & vengeance como Savaged (2013) los villanos asesinan para proteger su status quo de una forma fiera y bestial, creando un modo de vida basado en rencor y la violencia más salvaje, en Revenge la motivación de los violadores es el saberse en un escalafón social superior que basa su supremacía en el dinero y el poder. El mensaje que transmite el guion está más en consonancia con uno modo europeo de ver la cosificación de la mujer: Revenge es una visión del rape & vengeance más dulcificada que la rabia que exhibían los títulos norteamericanos, pero las motivaciones de la película de Coraile Fargeat son diferentes, y los resultados estéticos y formales también.
La película se rodó íntegramente en Marruecos. La primera parte del metraje trascurre en una de esas villas edénicas, lujosas e inaccesibles. Transcurrido el punto de giro el escenario cambia y nos encontramos con un entorno solitario y desértico, en medio de una naturaleza árida y potente, ideal para la captación de panorámicas y planos largos. En Revenge el western hace su aparición con una atmósfera polvorienta y sucia, con salvajes tiroteos y emboscadas; también hay cabalgatas, no ya a lomos de caballos sino de motos todoterreno y vehículos quad. Pero aún hay más, la impronta de un western fronterizo y mestizo queda marcada a fuego -literalmente- en la puesta en escena cuando el personaje de la actriz Maltida Lutz se cauteriza una herida con una lata de cerveza mejicana; previamente se ha anestesiado tomando una dosis de peyote (Matilda Lutz también interpretaría en 2017 la pelicula Rings, otro título fantástico).
Aparte de las importantes referencias genéricas de Revenge, los auténticos motores de la película son dos mujeres que dan el todo por el todo, su directora Coraile Fargeat y la actriz protagonista Matilda Lutz. La primera ha obrado con meticulosidad para que Revenge sea un espectáculo de acción visualmente estimulante y para que nos deleitemos con la textura y grandeza de muchas de sus imágenes, trabajando todos los tipos de plano posibles, buscando el contraste entre las escenas de día y noche, de exterior e interior y dirigiendo a los actores de manera que resalte de ellos su fisicidad, su angustia, su dolor. Matilda Lutz, por su parte, nos dibuja un personaje de carácter extremamente polar: de chica objeto, blanco de todos los prejuicios machistas del hombre, a sanguinaria vengadora que reventará las cabezas a sus agresores tras una ingesta de peyote. Coraile Fargeat y Matilda Lutz recrean el rape & vengeance en Revenge y lo convierten en un espectáculo gamberro y hemoglobínico, pero también político, con un evidente mensaje feminista.
Por último, hemos citado la herencia de aquella “nueva ola de terror francés”, con sus características pulsiones sanguinolentas y sus planos repletos de sadismo y crueldad. El segundo acto de Revenge es una explosión de violencia bañada con cubos de sangre. La puesta en escena a partir del punto de giro exprime la imaginería gore que hizo célebre a aquellos “poetas de la sangre”, llevándola hasta el terreno del splatter en la dolorosa la escena del pie lacerado. No en vano, la realizadora de Revenge es francesa y en la entrevista que realizamos nos confesó que había tenido muy presente a títulos de aquel movimiento, que fue tan intenso como efímero.