Crítica de 28 años después, dirigida por Danny Boyle
28 años después (28 Years Later). Año: 2025. Duración: 115 min. País: Reino Unido. Dirección: Danny Boyle. Guion:Danny Boyle, Alex Garland. Reparto: Alfie Williams, Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson, Ralph Fiennes, Jack O’Connell.
28 años después (2025) llega a nuestras pantallas cuando han pasado más de dos décadas desde que Danny Boyle dirigiera 28 días después (2002), una cinta que redefinió el cine de zombis con tal fuerza que fue el título responsable de un alud de exploits realizados con mejor o peor autoría, los zombis ya no eran zombis, eran seres vivos infectados que actuaban con una gran velocidad y virulencia. España puso su grano de arena a esta corriente de exploits con la exitosa saga [REC].
La novedad de 28 días después no solo residió en la creación de una nueva mitología: Londres y todo el Reino Unido se habían plagado de infectados de un virus, Rabia, que se transmitía en segundos; fue también una arriesgada apuesta el formato en el que fue rodada la película, filmada con cámaras Canon XL-1 Mini DV, que cuentan con el limitado formato de 720 x 480 para dar la apariencia de bruma y exceso de grano en la gran pantalla. Su secuela, la más estandarizada 28 semanas después (2007), tendría un formato panorámico para cine y, desde el punto de vista de la saga, supondría un excelente espaldarazo para continuar con la franquicia.

Pero los principales responsables de la idea (el director Danny Boyle y el guionista Alex Garland) decidieron esperar antes de continuar con la tercera entrega, a la vista de la saturación de títulos de género. Tras muchas especulaciones sobre las posibilidades que dejó abierta la segunda entrega, llega 28 años después, situando la acción en las Islas Británicas, completamente relegadas a una cuarentena infinita donde los supervivientes deben arreglárselas como pueden. La tercera entrega nos presenta un microcosmos apocalíptico y acotado territorialmente, a pesar de que 28 semanas después apuntaba a la expansión del virus al continente europeo.
A pesar de que el guion no respeta el final de la segunda entrega, la premisa de 28 años después es a priori interesante y el aficionado podría tragarse este sapo, aún con la frustración que hubiese supuesto el lanzamiento de la saga a una dimensión mucho mayor. Los protagonistas de esta historia son un padre (Aaron Taylor-Johnson), su hijo (Alfie Williams) y la madre de este (Jodie Commers) ambos recluidos en una pequeña isla que tiene contacto con el resto del territorio británico a través de un camino cubierto por la marea la mayor parte del tiempo. Está claro que el guion hará que nuestros protagonistas se aventuren en el interior debido a razones de estricta supervivencia.

Hay que destacar la impresionante labor a la dirección de Danny Boyle, convirtiendo 28 años después una pieza de folk horror británico donde la naturaleza es uno más de los protagonistas. Frente a los barrios desolados de las anteriores entregas, 28 años después se recrea en una naturaleza agreste y peligrosa, de bosques tupidos y hierba alta que encierra peligros que sobrepasan lo visto anteriormente; pero que también guarda a personajes creados por la desolación y las consecuencias apocalípticas de la expansión del virus. Y a este punto cabe recordar la tercera entrega de la mítica saga de Mad Max (Mad Max: más allá de la cúpula del trueno, 1985), en la que los rasgos característicos de las dos primeras películas quedan diluidos en una suerte de caricatura pop. Esto es precisamente lo que ha ocurrido, para nuestra desgracia, en 28 años después.
Es cierto que 28 años después bebe de ricas referencias como el folk horror gamberro de Ben Wheatley o la violencia descarnada del cine caníbal de Ruggero Deodato. Estos indicadores nos ofrecen escenas realmente alucinantes y brutales; la primera media hora de la película contiene tal cantidad de adrenalina que satisface el hype de veinte años de espera. Pero cuando llega el giro crucial del guion la película deriva hacia el esquema narrativo del viaje del héroe, del camino a la madurez, de las pruebas imposibles y del encuentro con el corazón de las tinieblas (con ese guiño más que evidente a Apocalypse Now, 1979). A este punto, la película comienza a volverse errática, caricaturesca e imprevisible en el mal sentido. El resultado es que la saga original fue finiquitada en 28 semanas después y aquí nos encontramos con el comienzo de una nueva aventura cinematográfica que usa los títulos precursores más como un telón de fondo que como el hilo de una historia que debería evolucionar.

28 años después muy poco tiene que ver con el espíritu original de la saga, éste queda prácticamente borrado y la película nos muestra un final abierto, es la primera parte de una trilogía que nos presentará nuevos personajes, con un histriónico Jack O’Connell que promete estar más cerca de alguno de los excéntricos personajes de The Walking Dead que de los realistas caracteres de 28 días después y de su ulterior secuela. Volviendo a la reflexión sobre Mad Max: más allá de la cúpula del trueno, esta película grotesca y sin sentido sentó las bases para la continuación de la franquicia desde un punto de vista enteramente pop y desenfadado con Mad Max: Fury Road (2015) y Furiosa (2024); al menos que nos quede el consuelo de que con 28 años después también va a ser así; veremos la continuación, que ya ha sido rodada y cuenta con la dirección de la eficaz Nia DaCosta.