Crítica de 13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi, de Michael Bay
Título: 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi (13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi). Año: 2016. Duración: 144 min. País: Estados Unidos. Director: Michael Bay. Guión: Chuck Hogan (Libro: Mitchell Zuckoff). Música: Lorne Balfe. Fotografía: Dion Beebe. Reparto: James Badge Dale, John Krasinski, David Denman, Pablo Schreiber, Max Martini, Freddie Stroma.
Parece que Michael Bay se quedó con las ganas de dirigir Black Hawk Derribado (Black Hawk Down, 2001). Producida por él mismo y dirigida por Ridley Scott, la película sigue fielmente los el argumento del libro homónimo de Mark Bowden, las tribulaciones de unos marines del ejército norteamericano en la ciudad de Mogadiscio tratando de sacar a sus compañeros de una emboscada. Ridley Scott redefine con esta película el futuro del cine bélico; innumerables producciones de la pequeña y gran pantalla han imitado su atmósfera polvorienta y luminosa, su interminables tiroteos y la visión del sacrificio de los soldados. Black Hawk Derribado no exhibía con profusión la bandera norteamericana, ni remitía de forma insistente a ese código de honor bañado en testosterona que tienen otras películas de este tipo (incluyendo la que nos ocupa en esta crítica), fue una película muy correcta y entretenida, con gran cantidad de acción y un punto de vista relativamente neutral de la historia, de ahí que su éxito comercial fuera tan rotundo en todo el mundo y que hoy sea considerada como una de las piedras angulares del cine bélico contemporáneo. Único Superviviente (Lone Survivor, 2013), Invasión a la Tierra (Battle L.A. 2011) o la presente película de Michael Bay, 13 horas: los soldados secretos de Bengasi (13 hours: The Secret Soldiers of Benghazi, 2016), copian el estilo hiperrealista de Black Hawk Derribado, exagerando las formas y dejando en el fondo una lectura partidista y localista, un rancio patriotismo más visto que el tebeo, estas producciones alejan así cualquier atisbo de hacer una historia más amplia y universal, que es lo que en España venimos llamando «americanada», y 13 horas: Los Soldados Secretos de Bengasi, lo es; pero vayamos por partes, porque la producción de Michael Bay también tiene cosas buenas y funciona correctamente como espectáculo de acción.
La primera casi en la frente, en España tenemos esa mala costumbre de cambiar de nombre algunas producciones que las distribuidoras no creen aptas para una adecuada comercialización en salas. A pesar de lo que podamos pensar, en el caso de 13 horas: Los Soldados Secretos de Bengasi no ha sido así, la película tiene un título tan largo como su duración, dos horas y media. Este metraje, que a priori puede parecer excesivo, se convierte en un festival de tiroteos, explosiones y secuencias de acción. La cinta, para nada abusiva en cuanto a su duración, describe el asalto de un grupo de milicianos armados a la embajada de Estados Unidos en Bengasi y a una base secreta de la CIA. La historia es real, sucedió en 2012 y uno de los objetivos era acabar con la vida del embajador norteamericano, Christopher Stevens. Un necesario prólogo sitúa al espectador en un contexto histórico muy reciente, la intervención occidental en Libia para derrocar a Muamar El Gadafi con la ayuda de supuestos insurgentes (mercenarios salafistas pagados por Occidente) en el contexto de los falsos levantamientos populares conocidos como las Primaveras Árabes. Naturalmente, este prólogo es más benigno con las intenciones de las potencias occidentales implicadas en el conflicto (EE.UU. Francia y Gran Bretaña) y sitúa a Christopher Stevens como un adalid de la democracia y de los derechos civiles en Libia; en realidad fue uno de los instigadores y necesarios cooperadores de la presencia de elementos yihadistas en Libia que hoy han convertido el país en una bola de fuego.
Salvando las consideraciones políticas a las cuales gran parte del público no presta atención o sencillamente desconoce, 13 horas: Los Soldados Secretos de Bengazi, quiere rendir una especie de homenaje a los protagonistas y defensores de la agresión a los recintos estadounidenses, enfatizando su labor constructiva hacia Libia y su arrojo en la defensa de la libertad y la bandera estadounidense. Nada nuevo bajo el sol, como dice aquel anglicismo: mercenarios y agentes de la CIA musculados masacrando a docenas de milicianos que parecen querer que les frían a tiros, mucha testosterona, diálogos de parvulario, escenas familiares vía Skype con la emotividad de un calcetín tendido al sol, políticos que van de pacifistas, etc. Y sin embargo, la película funciona. Michael Bay nos atenaza bajo la sombra de un asedio asfixiante, una la amenaza continuada de un enemigo y una situación que parecen sacado del El Alamo (1960) -un cinta que es tan entretenida y genial como también es un referente para el nacionalismo norteamericano-. Las escenas de acción tienen una lograda planificación y el resultado es vistoso, más teniendo en cuenta que 13 horas: Los Soldados secretos de Bengasi se desarrolla por la noche; una de las mejores secuencias es la persecución de los milicianos a un coche blindado que literalmente dejan como un colador, una secuencia que quita el hipo y cuya factura es sencillamente impecable.
Los títulos de crédito de 13 horas: Soldados secretos de Bengasi dan un repaso a los verdaderos protagonistas de la historia y ofrecen una somera explicación sobre la situación política de Libia. Este inserto, aún por razones de ensalzamiento patriótico y todo ese rollo que tanto gusta al público norteamericano, se nota algo impostado, no tiene el peso panfletario que vimos en Único Superviviente, película ésta decididamente manipuladora y cercana a un reclamo para el alistamiento como fue el título de serie B, Acto de Valor (2012). La temporada pasada pudimos ver El Francotirador (American Sniper, 2015), una película de Clint Eastwood de corte y posicionamientos extremos, con un mensaje categórico a favor de la guerra preventiva que superaba con creces a sus formas visuales, inspiradas en las partes más feístas de Black Hawk Derribado; incluso 13 horas: Los Soldados Secreto de Bengasi llega a ser más honesta que el último Eastwood, la película de Michael Bay tiene propaganda, sin duda, pero es una película que no pretende tomarse demasiado en serio -como tampoco pudimos tomarnos en serie Pearl Harbour (2001)-, la glosa de la gesta de los mercenarios de la CIA es heroica pero correcta en el contexto del cine comercial norteamericano, y por tanto su resultado es aceptable como película de acción y vehículo de entretenimiento. 13 horas: Soldados secretos de Bengasi no es un poderoso thriller, tampoco es el engaño a que fuimos sometidos con La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty, 2012), y que se haya basado en el libro del desconocido en estos lares Mitchel Zukoff no añade ni quita ni pone nada a 13 horas: Soldados secretos de Bengasi , la última producción de Michael Bay es cine de acción destinado a un público muy amplio.