MARTA
MARTA, anagrama de MATAR, es el corto de humor negro escrito, producido y dirigido por Lucía Forner Segarra, una directora que exhibe un buen pulso a la hora de componer esta historia de una asesina novel, Marta (Thais Blume) que quiere dar rienda suelta a sus pulsiones con Carlos (Daniel Pérez Prada), la primera víctima con la quiere inaugurar una siniestra carrera como serial killer. La andadura de Lucía Forner Segarra en el mundo del cortometraje se consolida con esta obra que en 15 minutos condensa muchos aciertos y declara su amor al género del terror de una manera tan sonora como entrañable.
La introducción del cortometraje apenas dura unos minutos: Marta engaña a su víctima, Carlos, y le secuestra, drogándolo e introduciéndolo en una camioneta. En este momento, que recuerda a El Coleccionista (1965), el guión ya apuesta por un intercambio de roles para transgredir el modelo clásico de las historias de psycho killers, ahora es una mujer la perpetradora del secuestro y la ejecutora de la sesión de torture porn que tendrá lugar en los minutos posteriores, dentro de una nave abandonada, donde cada plano que vemos en pantalla ha sido meticulosamente recreado para guiñar de forma tangible y personal a clásicos como Reservoir Dogs (1992), Henry retrato de un asesino (1986) o cintas menos conocidas pero igual de importantes para el género torture porn como The Loved Ones (2009). La directora realiza una meticulosa medición de todos y cada uno de los elementos que componen la escena, pivotando la cámara alrededor de Carlos, objeto ya, persona cosificada alrededor de cuyo sufrimiento el voyeuristico ojo de la cámara -en realidad nosotros mismos- se deleitará con su angustia. Carlos, a pesar de su estaticidad, es el eje de la acción de una escena en cuyos planos tenemos repartidos toda suerte de burdas herramientas para causar la mutilación y el dolor del protagonista, una escena salpicada de una estética aparentemente limpia gracias al excelente tratamiento fotográfico, pero cuya paleta de colores guiña al arquetípico cromatismo fecal del torture porn.
Acabado el bloque central del cortometraje y embarcado el cortometraje en su conclusión -colofón aparte que retoma la historia de forma cíclica-, este tercer acto se antoja divertido, pero a gusto de un servidor adolece del impulso energético de una explosión de hemoglobina para rematar esta excelente experiencia cinematográfica. Marta es un cortometraje sólido que alicata la carrera de una directora cuya mayor destreza, habida cuenta de ésta y sus obras anteriores, consiste en la dirección de los actores y en el manejo de situaciones narrativas apriorísticamente complicadas, he ahí la principal fortaleza de este cortometraje.
MADRES DE LUNA
El nuevo cortometraje de Alicia Albares es la obra con mayor esfuerzo de producción que veremos en Cortopilar 2017. Si en el mundo del cortometraje se tienden a contar historias pequeñas y concentradas, Madres de Luna es una historia concentrada pero no pequeña, ni por los marcos temporales y geográficos que maneja ni por su transcendencia en nuestra actualidad. La denostación de la maternidad desde el punto de vista masculino -personificada aquí por el arquetipo lunar-, la utilización de la mujer como vehículo para el placer y su relación con ella como mero objeto de posesión han sido moneda común desde la antigüedad, pero lo siguen siendo ahora mismo, en nuestra correcta sociedad democrática neoliberal y en las culturas importadas de otros lugares del mundo que esconden su medievalismo tras una pátina de modernidad e hipertecnología.
Con todos los ingredientes culturales y geográficos puestos en escena comienza el drama de varias mujeres, jóvenes madres de diferentes épocas y lugares cuya historia nos es contada mediante la voz en off de sus hijos aún no nacidos. Cada segmento, filmado con un gran sentido estético y de tempo cinematográfico, se convierte en un pequeño lienzo donde la realizadora vierte su mensaje y, a la postre, nos deja una breve, pero meticulosa recreación de un momento histórico o contextual.
Dos de los fragmentos del cortometraje transcurren en la actualidad. En el que se desarrolla en un prostíbulo vamos a contemplar una escena no exenta de dureza, que Alicia Albares ha ejecutado con precisión milimétrica para ser lo suficientemente explícita sin caer en la trampa del exhibicionismo. El protagonizado por Ingrid Rubio se desarrolla en un contexto más familiar al espectador y tiene mayor un mayor peso argumental en la acción y en la conclusión del cortometraje. Madres de Luna contiene un mensaje que clama una reflexión a la audiencia: nos muestra retazos de un pasado repleto de abusos y vejaciones, pero un presente igual de estremecedor en el que esos abusos se han convertido en cotidianeidad, solo el dejar a un lado nuestra pasividad podrá cambiar las cosas. Los minutos finales de Madres de Luna guiñan a uno de los géneros favoritos de Alicia Albares, el Fantástico, y su conclusión es afortunadamente esperanzadora, quizás el sector del público más agorero pueda criticarlo, pero la directora no podría caer en el pesimismo sin traicionar al espíritu y la intención de su obra.
ANHELA
Solo tres actores protagonizan este corto de escasa duración para los cánones actuales del mundo del cortometraje. Anhela se desarrolla en un único espacio, un dormitorio, no hay voces, ninguno de los personajes pronuncia ni una sola palabra, su lenguaje son los gestos y su diálogo se mide en la profundidad de sus miradas. Un hombre está postrado en la cama, tiene síntomas de parálisis en su cara, el contexto de la situación nos lleva a deducir que sufre una enfermedad degenerativa y se encuentra en un callejón sin salida, sin posibilidad alguna de mejora. Deducimos también que la mujer y niño que están con él son su esposa y su hijo, ambos visten de forma elegante para despedir al padre al viaje incógnito, a darle aquello que anhela con desesperación, una buena muerte.
Diego Rufo, director de Anhela, vuelve a hacerse de eco de otro terrible problema social, como ya sucedía en su anterior cortometraje Correspondencias (2015). Anhela tiene un tono distinto, más cercano al espectador, evita esa relativa lejanía que mantenía con el personaje aquejado de alzhéimer de Correspondencias. En Anhela, Rufo se acerca al drama de una forma más intimista y, en apariencia, menos melodramática, añadiendo un componente festivo a la situación. Decimos en apariencia porque en realidad, lo que se celebra es la muerte de una persona sin solución de continuidad en este mundo, su partida es voluntaria y está auspiciada por sus seres queridos.
Ponemos de relieve la sensibilidad con la que Diego Rufo realiza este cortometraje y el respeto con el que se acerca a esta situación real, obviamente embellecida por los cánones cinematográficos. La iluminación de la escena y la música de piano que suena en un tocadiscos son elementos que el realizador utiliza para dar empaque visual y sonoro a la pieza, logrando en conjunto una textura inigualable, melancólica, cálida y redentora. El trabajo actoral también tiene que ver mucho en el resultado artístico de este cortometraje, cuya única pega que le encontramos es la extrema idealización de una situación que, en la realidad, se sustantivaría como un episodio más luctuoso que el dibujado en Anhela; pero claro, esto es cine.
NERÓN
El emperador Nerón quema Roma, dicen algunas crónicas que para ocultar su incapacidad para conducir la política imperial y crear una némesis, el cristianismo, al que acusa del incendio de la ciudad. Otras relatan que fue debido a sus excesos de megalomanía y a su escaso talento artístico, su intención era crear una live performance de resultados pictóricos nunca vistos en el orbe imperial -impagable ese retrato del Nerón megalómano que nos regala Peter Ustinov en Quo Vadis (1951)-. El Nerón (Ramiro Blas) del cortometraje homónimo de Rubin Stein es un político moderno que se encuentra bajo custodia en un hospital militar; la mansión presidencial ha ardido y con ella su familia, él es el único superviviente. Una periodista poco afín al carácter populista del político es llamada para una entrevista en exclusiva. La periodista desconfiará de las intenciones reales de Nerón y sospechará que todo se trata de un montaje para ocultar una crisis de gobierno.
El nuevo cortometraje de Rubin Stein, segundo de la trilogía Luz & Oscuridad, que fue precedido por más lúdico Tin & Tina (2013), es un juego de interrogantes, de preguntas y respuestas, del cuestionamiento del papel que ocupan nuestros políticos dentro de una democracia neoliberal cuyo control ya se ha ido de nuestras manos y de la que día a día se nos antojan razonables parecidos con regímenes imperialistas y personalistas. Todo el cortometraje está rodado en un acentuado blanco y negro muy contrastado ¿Será la realidad que nos transmiten los políticos y los medios de comunicación de color blanco o negro y habremos perdido la percepción de los tonos grises? El manido término de la “posverdad” también está presente en el subtexto de Nerón, la verdad a posteriori, la acordada por la política y los medios de comunicación, que normalmente es una sombra de la auténtica realidad.
El realizador aconseja ver Nerón en una sala completamente a oscuras y con auriculares, evitando la injerencia de cualquier sonido ajeno al cortometraje. Recomiendo al público que haga lo mismo, ojalá la distribución de este cortometraje sea la que se merece y la audiencia pueda disfrutar de condiciones de visionado si no iguales, parecidas; es toda una experiencia ¡Arde Roma!
ÁNGEL CAÍDO
El realizador Fran Parra, cineasta curtido en el ámbito televisivo, se estrena con su primer cortometraje, la comedia sobrenatural Ángel Caído, una pieza realizada en blanco y negro que tiene como valedor al versátil actor Adolfo Fernández. Éste interpreta a don Benigno, un párroco local con poca fe y más ganas de preservar su estatus quo que de dar a conocer un fenómeno sobrenatural y aparentemente celestial. El humor está presente desde el primer instante de la cinta, en el que el párroco debe atender a una señora que le reclama una novena por su mascota fallecida. A partir de ese momento tiene lugar el hecho sobrenatural, la caída desde el cielo un ángel de feo aspecto para sustituir la efigie del arcángel San Gabriel, sustraída por unos ladrones; este hecho sobrenatural es tomado por don Benigno como una maldición que pondrá en peligro su cómodo estilo de vida en lugar de un regalo del cielo. El humor que jalona la cinta aligera un discurso más severo, el del alcance de la creencia religiosa frente a la constatación de la misma: el párroco se niega en redondo a reconocer a la criatura como un ángel e intentará quitársela de en medio por todos los medios.
La factura de Ángel Caído tiene mucho de los entrañables clásicos de la Universal. Desde los títulos de crédito del comienzo hasta escenas como la del enterramiento del ángel, en la que la silueta de don Benigno se recorta en el crepúsculo de tonos grisáceos. Este respetuoso guiño a los artesanos de los estudios Universal dignifica al cortometraje, que quizás será incomprendido por gran parte del público, aquel que pone más interés en la parte de la comedia que en las referencias y el subtexto con los que Fran Parra dota de interés real a Ángel Caído.
La veteranía de Fran Parra como operador de cámara se hace más que evidente cuando nos regala unos encuadres fantásticos y unos planos que hasta rayan en ese expresionismo que los realizadores de la Universal, muchos exiliados de una Europa en guerra, supieron imprimir en los fotogramas aquellas películas clásicas. Fran Parra y Ángel Caído han recogido el guante y lo han devuelto con elegancia y buen humor.
MISS WAMBA
Estefanía Cortes vuelve a Cortopilar con un nuevo cortometraje que, en cierta manera, sigue la estela de su obra anterior, intimista y centrada en los sentimientos de sus personajes. Miss Wamba, título del nuevo corto, es una obra que desconcierta en su inicio: estructurada de forma capitular, en su epílogo, una enigmática Ruth Díaz se coloca un vestido y una peluca de color violeta mientras evoca un fantasmagórico recuerdo de su pasado. Acto seguido aparece en un tanatorio donde da comienzo el primer capítulo. El personaje entra en una sala donde ofrece consuelo a una joven asumiendo una identidad falsa. En el segundo capítulo realiza la misma operación con el actor Ramón Barea como protagonista de un duelo por su fallecida esposa. El impagable duelo actoral de estos dos pesos pesados de la cinematografía española transporta al espectador a la intimidad de las vidas de ambos personajes: mujer misteriosa por un lado y viudo desconsolado y de ánimo suicida por otro, en muy pocos minutos desnudan sus corazones y se nos aparecen como personas con una profunda herida, con un insondable dolor por la pérdida de un ser querido.
Miss Wamba es un importante paso en la madurez de Estefanía Cortes como cineasta y exploradora de las emociones humanas. Hay un hálito esteta en Estefanía Cortes, se adivinaba en Yerbabuena de forma tímida, pero en Miss Wamba la estética tiene un peso fundamental: la elección del vestuario, de los colores de los decorados y hasta del mobiliario, juegan un papel muy importante en la modulación de los sentimientos de los personajes y afectan de forma evidente a la percepción que hace el público de los sentimientos que sacan a la luz para que podamos empatizar con ellos.
Este cortometraje trasciende los buenos resultados que alcanzó con Yerbabuena y sitúa a la realizadora como una referencia en el panorama del cortometraje español, y hasta nos atrevemos a asegurar que su buen oficio a la hora de dirigir a los actores y su capacidad para la recreación del drama le asegurarán un salto hacia delante en poco tiempo.