Crítica: Metro Manila, de Sean Ellis
Título: Metro Manila. Año: 2013. País: Reino Unido. Duración: 114′. Director: Sean Ellis. Guión: Sean Ellis, Frank E. Flowers. Música: Robin Foster. Fotografía: Sean Ellis. Reparto: Jake Macapagal, John Arcilla, Althea Vega, Miles Canapi, Ana Abad-Santos, Moises Magisa, JM Rodriguez, Erin Panlilio.
Metro Manila, vida y muerte en un país emergente
Estamos acostumbrados a oír hablar de los “dragones asiáticos” o países emergentes del sudeste asiático como lugares donde se ha producido el milagro económico, aquella cadena de sucesos que termina en el logro de un relativo bienestar social merced a la aplicación de las recetas económicas neoliberales que liberarán al mundo de la miseria y del caos en el que les sumergió la guerra entre los bloques occidental y soviético. El triunfo absoluto del capitalismo, de la casa adosada y del campo de golf, según precognizaba el ínclito Frances Fukuyama en su libro El Fin de la Historia y El Último Hombre, y que el político británico laborista Tony Blair edulcoró mediante la denominación de “pensamiento único” -referido más a su vertiente política, en la cual todos los países del orbe debían regirse mediante un sistema económico idéntico basado en doctrinas políticas neoliberales-, convierte en poco más de una década a países con una economía de subsistencia en monstruos económicos que fagocitan todo rasgo de cultura y modos de vida autóctonos -de eso se trata la globalización-, haciéndoles serviles a los grandes capitales y provocando unas enormes distancias entre las clases sociales. En este contexto, más que en otros el dinero es el único garante para la supervivencia de las personas.
La persecución desesperada de los medios económicos, aunque sean mínimos, para la subsistencia convierte a países como Filipinas en estados asimétricos, con una enorme cantidad de población que vive en megaciudades asfixiadas de gente, buscándose la vida desesperadamente, donde el crimen y la traición campan a sus anchas siendo moneda más que habitual en el día a día de sus habitantes. Según las notas de producción de la película Metro Manila (2013), su director Sean Ellis, tuvo la idea para escribir el guión de una película ambientada en Manila cuando pasaba unas vacaciones allí. Ellis presenció una riña entre los conductores de un furgón blindado, ambos vestidos con cascos y chalecos de kevlar, y armados con fusiles M-16. La violenta discusión terminó con la patada que uno de los conductores dio al furgón. El realizador británico comenta que el oficio de conductor de furgón blindado es uno de los más peligrosos de Manila debido al alto índice de robos que sufren estos transportes. La idea sobre hacer una historia partiendo de este suceso obsesionó tanto a Ellis que finalmente escribió un guión ambientado en Manila en el que la ciudad no sólo sería un marco en el que ambientar su historia, también sería uno de los protagonistas de la película.
El argumento de Metro Manila cuenta la historia de Óscar Ramírez (Jake Macapagal) y su familia, que deciden abandonar los campos de arroz del interior de Filipinas para buscar trabajo en Manila, huyendo de una situación económicamente desesperada. Tras muchas vicisitudes Óscar consigue un trabajo como conductor de camiones blindados, donde el peligro no sólo viene de los atracadores sino también de las oscuras manipulaciones a las que se enfrenta día a día. Su compañero Ong (John Arcilla) le echará una mano en un mundo nuevo para Óscar y su familia, donde nada es lo que se parece y el dinero, poco o mucho, es el motor de la vida y la muerte en la ciudad.
En Metro Manila la urbe es retratada con la precisión del gran director de fotografía que es Sean Ellis –oficio con el que comenzó trabajando en el cine- obteniendo unas texturas visuales que hacen que la congestionada urbe aparezca como un lugar colorista, peligrosos y abigarrado durante las horas de luz y melancólico, ensoñador, y hasta tierno durante la noche. Esta mirada a una Manila superpoblada y llena de contrastes, donde conviven en una misma calle la más extrema pobreza con el lujo más desbordante, es retratada con sumo respeto, sin caer en la peligrosa trampa del feísmo. Similitudes con el estilo cinematográfico de Michael Mann no faltan, el protagonismo la gran ciudad y su meticuloso tratamiento visual son señas de identidad del director norteamericano claramente visibles en la película de Ellis. No son las únicas y por ello no hay que quitar mérito al trabajo de Sean Ellis, que ha demostrado en su corta carrera como realizador que es capaz de lograr resultados tan distintos como sorprendentes; y es que las anteriores películas de Ellis son de admirar por su diferencia formal y genérica: Cashback (2006), puesta en largo de su corto homónimo, es una película realizada con un gran virtuosismo técnico y que nos sumerge en lo surrealista; The Broken (2008), una revisión en clave de terror indie del clásico de la ciencia-ficción La Invasión de los Ladrones de Cuerpos (The Invasion of the Body Snatchers, 1956). Metro Manila supone su incursión en un terreno más dramático, alejado de las clasificaciones genéricas fantásticas hacia un modelo de película que da de lleno en el género noir.
El carácter de los personajes presenta un abanico de personalidades polarizadas. Por un lado el ingenuo Óscar y su familia gente que no está preparada para una vida en una ciudad tan agresiva y despiadada como Manila. Las desventuras que sufren en su intento por hacerse un hueco en la ciudad son constantes, tanto como el tesón que empeñan para superarlas. En este sentido, las interpretaciones de Óscar y su familia están muy ajustadas a los papeles que interpretan, totalmente mimetizados con la miseria que rodea y con ese hálito sempiterno de esperanza. Ellis realiza una analogía de los esfuerzos de Óscar y su familia por superar todas las dificultades en un plano en el que una gata protege a sus cachorros y más adelante un gatito es acosado por una pandilla de niños, siendo rescatado por la hija de Óscar. El otro personaje principal de la cinta es Ong, compañero de trabajo de Óscar y cicerón en la jungla de asfalto que es Metro Manila, muy bien interpretado por John Arcilla en un papel con una extraña mezcla de cinismo y honradez que empatiza desde el primer momento con el espectador. Si pusiéramos en una balanza el peso de los personajes de Óscar y de Ong, a priori ganaría el de Ong pero éste sin el otro no compensarían sus respectivos pesos dramáticos en la historia.
Volviendo a la influencia de Michael Mann en esta película, Metro Manila tiene un componente de modernidad noir que bebe directamente de cintas como Heat (1995) o Collateral (2004), especialmente de la primera. Aparte de utilizar a la ciudad visualmente como un protagonista más, la estética de las armas, los chalecos de kevlar y la contundencia de los tiroteos, unidos a una banda sonora épica y melancólica al mismo tiempo -firmada por RobinFoster– desvelan una severa influencia de Mann en esta historia, que al fin y al cabo es un relato sobre perdedores, sobre la redención de la gente honrada que para salir a delante debe hacer cosas desesperadas. El prólogo de la película nos introduce en una historia paralela a la narración principal, la historia de Alfred Santos, con la que también cierra la cinta, la historia de la desesperación y la honradez frente a un sistema que ha instaurado la pobreza y la criminalidad de forma estructural.
La épica «loser» de Metro Manila sitúa de nuevo a Sean Ellis en el centro de todas las miradas del cine indie; no en vano Metro Manila ha ganado el Premio de Público del Festival de Sundance 2013. La convocatoria anual de Sundance es la Meca de los cineastas que se jactan de ser indies pero que obviamente tienen una vocación de calidad que trasciende el mero cine de guerrilla. Desde la creación de este festival la cantidad de talentos que se han dado a conocer es ya incontable, pero no es sólo ese el mérito de Sundance. El festival fundado por Robert Redford ha conseguido que cineastas como Sean Ellis puedan acceder a importantes fuentes de financiación para crear, desde la independencia, cintas como Metro Manila, que son el contrapunto de sensatez y humanidad a las normalmente frías y mecánicas producciones hollywoodienses.