En realidad nunca estuviste aquí poster

Crítica de En realidad nunca estuviste aquí, una película de Lynne Ramsay protagonizada por Joaquin Phoenix

Título: En realidad nunca estuviste aquí (You Were Never Really Here). Año: 2017. Duración: 95 min. País: Reino Unido. Dirección: Lynne Ramsay. Guion: Lynne Ramsay (Novela: Jonathan Ames). Música: Jonny Greenwood. Fotografía: Thomas Townend. Reparto: Joaquin Phoenix, Alessandro Nivola, John Doman, Judith Anna Roberts, Alex Manette, Ekaterina Samsonov, Kate Easton, Jason Babinsky, Frank Pando, Ryan Martin Brown, Scott Price, Dante Pereira-Olson, Jonathan Wilde, Leigh Dunham, Vinicius Damasceno.

La elección de Joaquin Phoenix como Joe, el torturado protagonista de En realidad nunca estuviste aquí (You were never really here, 2017), no puede ser más acertada, el actor norteamericano de origen puertorriquense está especializado en este tipo de papeles. Echando la vista atrás, pocos de los roles que ha encarnado nos resultan simpáticos o tienen un espíritu demasiado positivo. Joaquin Phoenix es un intérprete duro, quizás demasiado aferrado a un perfil psicológico que aleja de él cualquier atisbo de comediante -al menos de comediante ligero-. A tal punto lleva el actor su angustia existencial, que ya ha anunciado más de una vez su retirada de los platós y del star system de Hollywood -a pesar de dicho sistema es el responsable de su millonaria fortuna. Con éstas, poco tuvo que pensar Lynne Ramsay en el candidato perfecto para En realidad nunca estuviste aquí, fábula contemporánea sobre la opresión, abuso de poder y sus consecuencias dhármicas.

Previamente a En realidad nunca estuviste aquí, la anterior puesta en largo de la realizadora escocesa Lynne Ramsay fue Tenemos que hablar de Kevin (We need to talk about Kevin, 2011), un inquietante relato sobre la psicopatía infantil, basada en una voluminosa novela escrita por Lionel Shriver. Aunque esta cinta hace gala de una extraordinaria sensibilidad y estilismo formal, no abandona su responsabilidad como relatora de un dramático status quo para muchas familias occidentales, abandonadas a una solución «a la burguesa» de sus problemas familiares, aún siendo tan graves como el que relata la historia. A pesar de los puntos de contacto entre ambos filmes, En realidad nunca estuviste aquí tiene un contexto muy diferente, partiendo de su matriz literaria, un pequeño relato de Jonathan Ames, de apenas cien páginas de extensión. Tenemos que hablar de Kevin y En realidad nunca estuviste aquí comparten, no solo raíces literarias, también una visión muy oscura del ser humano como reflejo demiúrgico de sus procreadores, genético, en el caso de Tenemos que hablar de Kevin, traumático, para En realidad nunca estuviste aquí.

En realidad nunca estuviste aquí dirigida por Linney Ramsay

Joe (Joaquin Phoenix) es un hombre que roza la cincuentena, viste de forma desarrapada y luce una descuidada barba blanca. Vive con su madre, ya anciana. Ambos han sido víctimas de los abusos de su padre y esposo, y ambos se sirven en el uno del otro para cerrar unas heridas cuya hondura parece insondable. Además, Joe recibe encargos como matón justiciero de parte de algunas personas que desean tomarse la justicia por su mano para castigar a los abusadores de menores. Joe, con sus demonios interiores y su ansia de venganza, se convierte en el trasunto del Travis Bickle de Taxi Driver (1976) y del Jake Van Dorn de Hardcore, un mundo oculto (1978), un versión, eso sí, white trash, un personaje maloliente y desheredado que impartirá su propia justicia con un martillo, arma favorita de su padre abusador. Joe se sumergirá en los bajos fondos de las urbes, viajando de una punta a otra del país, buscando a una joven desaparecida, Nina (Ekaterina Samsonov), hija de un influyente político estadounidense. Hasta ese momento, nos encontrábamos con una película que camina en tierra firme, pisando el sólido suelo del drama social, donde, con poco, cualquier cinta medianamente bien realizada alcanza notoriedad dentro de los circuitos de la comodidad contestataria. Pero en el momento en el que la película se lanza al thriller, lo seguro del terreno se convierte en resbaladizo, y la historia quiere encajar, mal, y a cualquier precio, escenas de acción y persecuciones -insulsos tiroteos incluidos- dentro del tono dramático inicial, convirtiendo al personaje de Joe en un «vigilante», moralista asesino a sueldo, rudimentario hitman que la emprende a martillazos en los cráneos de los pedófilos.

Pero aún queda otro punto de giro que incluso ennoblece la irregularidad de En realidad nunca estuviste allí. Como si de un thriller político se tratase, Joe se encontrará con una auténtica némesis, sus enemigos son más poderosos que nunca. Ya no se trata de reventar la cabeza a un pedófilo del tres al cuarto, el encargo que ha recibido le lanzará al terreno de la conspiración illuminati. Sus enemigos son políticos muy influyentes que tienen a la policía y al servicio secreto a su servicio, para que realicen el trabajo sucio y tapen el estiércol que les pueda salpicar a su paso. A pesar de que Joe pueda cumplir su misión, será difícil que él y la niña que debe rescatar puedan tener un futuro cuando el sistema que debe protegerte te persigue y quiere eliminarte. Esta desesperanza se materializa en las alegorías que continuamente aparecen en la película, de poesía extrema y, nuevamente, en las antípodas del tono thriller predominante en pasado el primer acto de la cinta.

En realidad nunca estuviste aquí con Joaquin Phoenix y Ekaterina Samsonov

En realidad nunca estuviste allí tiene una interesante lectura sobre la desesperanza, la sensación de seguridad, el destino y la contingencia del ser humano ante hechos decisivos, pasados y futuros, que han tenido o tendrán lugar a lo largo de su vida. La dramática historia de Joe, su misión en el mundo y su encuentro con la joven Nina, crean un marco para la posible redención de sus almas. Dicha redención parece un sueño inalcanzable a causa de la hondura de las heridas dejadas por sus progenitores, y también por saberse esclavos de un sistema de poder en el que solo son peones, pedazos de carne para usar y tirar. En realidad nunca estuviste aquí, eso es lo que desean pensar los protagonistas de la película, Joe y Nina, que todo fue un sueño y nada de lo ocurrido sucedió jamás.

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