Crítica de Brick, cine negro dirigido por Rian Johnson
Título: Brick. Año: 2005. Duración: 119 min. País: Estados Unidos. Dirección: Rian Johnson- Guion: Rian Johnson. Reparto: Joseph Gordon-Levitt, Lukas Haas, Nora Zehetner, Matt O’Leary, Noah Fleiss, Richard Roundtree, Emilie de Ravin, Meagan Good, Brian J. White.
Hay películas en las que la mezcla de géneros es una tapadera, una cortina de humo que quiere despistar al espectador poco avanzado en la dinámica del género y sus ardides, este es el caso de Brick. La primera película de Rian Johnson utiliza un contexto, el que tendría cualquier película ubicada en un instituto norteamericano, para ir más allá, para dar una vuelta de tuerca al cine negro; la acción del filme está ubicada en un marco completamente distinto a lo que ordenan los cánones del noir. Podemos pensar que un instituto difícilmente se darán un cúmulo de circunstancias criminales -y personales- como el que encontramos en Brick, pero la construcción de la película protagonizada por Joseph Gordon-Levitt está cimentada en el auténtico espíritu hard-boiled digno del mejor Dashiel Hammet, escritor que Johnson tuvo muy presente en la escritura del guión, repleto de giros inesperados y enmarañadas disertaciones que no dan concesión al espectador, elementos tan propios de la novela negra.
Brick requiere de un ojo avezado, un conocimiento previo de parte de la literatura negra y del cine negro norteamericano de aroma clásico. La película de Rian Johnson es un ejercicio de estilo, una proeza donde el manierismo de la serie negra queda parcialmente ahogado e integrado en el contexto donde se desarrolla la historia. Los protagonistas, casi todos, se definen con motes o alias que nos recuerdan a personajes del hampa: The Pin, Tug o The Brain son nombres presentes en el imaginario colectivo de los lectores asiduos al género negro. También la construcción de los personajes queda acorde a las estrictas normas de su aparato narrativo: Joseph Gordon-Levitt es un joven despabilado, con instinto de detective pero vulnerable al encanto de las mujeres; su personaje, perdedor por naturaleza e imán para las femme fatales, no es el de un matón al uso pero sí es más duro de lo que parece, muy cercano a ese detective sin nombre que protagoniza una de las novelas más interesantes y malditas de Dashiel Hammet, Cosecha Roja. El segmento final de la película recuerda enormemente a la telaraña que teje aquel Agente de la Continental para enfrentar a las bandas y lograr su objetivo: una justicia más poética que legalista para que los malechores paguen por sus crímenes sean o no los que motivan su investigación.
La trama de Brick se endurece a medida que el relato avanza, si en un principio los espacios abiertos y los pasillos y bibliotecas del instituto invaden la pantalla, hacia la mitad de su metraje ya vemos mimbres de una historia dura, sin aquel humor negro de películas como Crime and Punishment in Suburbia, otra interesante cinta que se mueve en un marco parecido, aunque con puntos de partida diferentes. Y una y otra tienen algo en común, el suburbio. El título de la película no sólo es el macguffin que alienta a gran parte de su recorrido, es también el escenario natural donde se desarrolla, alejado del centro de la ciudad y su vorágine; en Brick no hay bullicio, hay espacios amplios, vacíos, rodeados de tapias de ladrillos, visitamos las traseras de los pabellones escolares, infraestructuras suburbiales, impersonales viviendas ubicadas en interminables urbanizaciones. Y es que Brick también aporta aires de cambio al género negro, nuevos aspectos tan desasosegantes como los que ya conocemos en las obras clásicas; tal es otro de los méritos de la película, no sólo ofrecer estilo, también perturbar nuestro visionado trayendo cerca de nosotros a la maldad y a la sombra de un mundo criminal que bien pudiera estar a la vuelta de la esquina.