Crítica de Borderland, de Zev Berman, con Beto Cuevas
Título: Borderland. Año: 2007. Duración: 104 minutos. País: USA. Director: Zev Berman. Reparto: Brian Presley, Martha Higareda, Jake Muxworthy, Rider Strong, Damián Alcázar, Sean Astin, Marco Bacuzzi, Roberto Sosa, Humberto Busto, Francesca Guillén, Beto Cuevas, Elizabeth Cervantes.
Borderland es una de esas películas en las que nos enfrentamos a eso de «Basada en hechos reales» y nos surge la duda sobre la manipulación a la que han sido objeto dichos hechos, la veracidad en la reconstrucción de un acontecimiento determinado o la tergiversación de las motivaciones de los personajes. Habida cuenta de que el mercado mainstream ha manipulado de forma salvaje biografías y todo tipo de acontecimientos, desde los más luctuosos hasta los más comunes, debemos someter este tipo de producciones a un exhaustivo control de calidad (veracidad).
Por otra parte, el hecho de buscar una recreación completa y milimétrica de un suceso ha resultado más que un fiasco para el arte cinematográfico. No es ese el objeto de una película, si no el dar sentido a las motivaciones de sus protagonistas, buscar las causas y los porqués de sus comportamientos y decisiones. El género documental tiene mucho que decir en esta cuestión. Este género intenta cubrir los aspectos historiográficos desde una óptica objetiva que al final no satisface al espectador pues éste quiere tocar, quiere oler y quiere sentir tal y como lo hacían los protagonistas de los acontecimientos; el espectador espera, por parte del cineasta que exprese su opinión y que moldee el drama para ofrecer las claves de la comprensión de los sucesos.
Lo tiene crudo el espectador que, al mismo tiempo, aguarda una transmisión fidedigna del relato original y, por otra, una reinvención del acontecimiento que le haga vibrar. Es difícil tarea pero es precisamente para eso para lo que acudimos a las salas de cine. El buen cineasta debe sopesar el terreno que pisa, la realidad es huidiza y oscura puesto que nadie puede ponerse en el pellejo de los protagonistas auténticos, y menos si hablamos de una mentalidad en época o lugar lejanos. Un ejemplo de ese arriesgado y extremo intento lo tendríamos en la notable película Grimm Love (2007), film que refleja con gran sensibilidad y milimétrico acontecer, el caso del caníbal de Rotemburgo. Esta noticia saltó a los titulares de todo el mundo creando entre el público las opiniones más contrapuestas respecto a la moralidad de sus protagonistas. Martin Weisz, director de la cinta traslada al celuloide la desesperación, los deseos y las motivaciones de los implicados. Además, es una recreación exhaustiva de todos los hechos que tuvieron lugar hasta el fatal desenlace. He aquí donde el género cinematográfico triunfa y aplasta al frío documental, ofreciendo una oleada de sensaciones difícilmente olvidables.
Borderland no nace con la vocación de reconstrucción de los hechos que sucedieron en el rancho Santa Elena hace ya dos décadas. La intención de la película es sumergirnos en otro mundo, situado en coordenadas distintas a nuestro acomodado hogar y en el que una vez se penetra «se ha de abandonar toda esperanza» como si del infierno de Dante se tratase. Un desafío para el cineasta ofrecer un background y un estado de ánimo idéntico al que debieron conocer los protagonistas, más si cabe con la distancia con la que visionaremos las texturas de los ambientes que nos van a ser mostrados o la mentalidad de los extremos personajes que en ellos pulularán.
Vayamos primero con la realidad de los hechos conocidos como «Los asesinatos de Matamoros», y luego analizaremos su interpretación y dramatización en Borderland.
Desde el rancho de Santa Elena, en la ciudad fronteriza de Matamoros, México, Adolfo de Jesús Constanzo «El Padrino de Matamoros» y su banda transportaban grandes cantidades de marihuana al país vecino, USA. Pero el lugar no era solamente un centro de distribución de drogas. En 1989 fueron acusados de asesinar a más de una docena de personas durante los rituales de Payo Mayombe, un culto afroamericano. Los narcosatánicos habían convertido el rancho en una casa de los horrores. Tras la inspección se encuentra numerosa droga y un caldero de hierro que contiene sangre seca, un cerebro humano, colillas de cigarros, 40 botellas vacías de aguardiente, machetes, ajos y una tortuga asada. En las inmediaciones de la casa, una fosa común con doce cadáveres descuartizados, a los que se les había extirpado el corazón y el cerebro. Entre ellos se encontraba el cuerpo de Mark Kilroy, un estudiante de medicina desaparecido en marzo de 1989 al que habían amputado las dos piernas y extirpado el cerebro, y con parte de cuya columna vertebral, Constanzo se había fabricado un alfiler de corbata que le servía de amuleto. Ayudado por su sacerdotisa y amante Sara Villarreal Aldrete convencen a los adeptos del culto acerca de la invulnerabilidad de las balas y la invisibilidad que conseguirían si siguen al pie de la letra sus macabros rituales. Finalmente, el 6 de mayo del mismo año son localizados en Ciudad de México, desencadenando un fatal desenlace: Constanzo es asesinado por un secuaz -por orden suya- y Sara Aldrete es apresada.
Sin entrar en más detalles que alargarían este artículo hasta lo indecible, este es el resumen de unos hechos reales y contrastados que están al alcance de cualquiera en la red y en numerosa bibliografía. Ahora vamos a la recreación cinematográfica de los mismos en Borderland: Ed, Henry y Phill, tres amigos de Texas, estudiantes de medicina, quieren disfrutan del verano antes de entrar a la universidad y deciden hacer una escapada a la frontera con México para correrse la última juerga: drogas, mujeres y alcohol. Estando en el lado mexicano se topan con los miembros de un culto narcosatánico comandado por Santillán, traficante de drogas y santero. Uno de los gringos será secuestrado y ofrecido como sacrificio a los espíritus para perpetuar el poder del culto.
La sinopsis de Borderland es prácticamente un calco de los hechos relatados anteriormente. Es ahora donde el arte cinematográfico ha de hilar fino para cumplir el compromiso que adquiere con el espectador. El de dotar de sentimiento, veracidad y emoción a la dramatización de estos hechos. En 1997 Alex de la Iglesia dirige Perdita Durango, inspirada en los mismos hechos pero con un enfoque diametralmente distinto. Lo que el director español filma es una road movie con visos de comedia negra que pretende combinar violencia, sexo, drogas y santería. El resultado es completamente distinto a Borderland y destapa la incapacidad del realizador para acometer producciones de cierto calibre.
Desde el punto de vista del género, Borderland es mucho más que una película tex-mex al uso de otras recientes producciones como No es país para viejos (No country for old man, 2007), Baño de sangre a la mexicana (Mexican bloodbath, 2008) o Ciudad del Silencio (Bordertown, 2006), esta última de temática similar. Borderland es una crónica negra, un choque de culturas y mentalidades, un encuentro con el corazón en tinieblas del que hablaba Joseph Conrad. Uno de los aciertos de Borderland es el propio título de la película. Borderland (frontera) no sólo se refiere a la frontera mexicana con los USA si no también a una suerte de difusa demarcación que separa dos mundos totalmente diferentes. El hombre del primer mundo, práctico y materialista, cuenta con el dinero para la obtención de todo aquello que se le antoje, con un sistema que garantiza sus necesidades básicas y sus lujos. No ocurre así en el tercer mundo, donde el analfabetismo y la escasez de recursos mantiene al hombre más cerca de un mundo espiritual al que demandar todo aquello que el hombre occidental posee. El guión se preocupa en señalar las diferencias culturales entre los gringos y los sectarios. Estos primeros son estudiantes de medicina (occidental) y cristianos.
Santillán es el narcotraficante que inspira la figura de Constanzo, un hombre que solicita parabienes durante la realización de sus rituales de santería, y que, dejando aparte la operatividad de la pretendida magia, al menos consigue un respeto y un miedo atroz merced a la crueldad que inflige a sus víctimas, a los que trata como exvotos para los dioses de la sangre. Todo un atajo desquiciado y amoral para emerger de la pobreza y crear un microcosmos en el que él es el amo y señor, contando con línea directa al mundo espiritual.
Desde los ambientes que recrea Borderland pasando por el carácter de los personajes mexicanos hasta el valor que se le concede a la vida humana en ese punto más allá de la frontera (menos que nada) nos deja bastante claro que de este sitio no sale nadie, al menos igual que ha entrado. El grafismo de la violencia de Borderland es brutal en algunas escenas, especialmente en el prólogo dela película. Sin duda Zev Berman, su director, ha hecho gala de una gran sensibilidad en este aspecto pues la crudeza de los picos más violentos del film no dan una sensación de gratuidad. Simplemente es la consecuencia lógica de ese mundo más allá de las reglas y convenciones occidentales. Aparte del prólogo, es necesario destacar la escena del sacrificio humano en la que el personaje de Rider Strong saca valor para encomendarse a su Dios cristiano mientras es despedazado, todo un ejercicio de fe que poco vale en Borderland pues ahí los dioses amables no tienen poder alguno.
Un gran mérito del equipo de intérpretes es la interesante caracterización que consiguen de todos y cada uno de los personajes de Borderland. Desde los estudiantes americanos hasta los sicarios de la secta (increíble el skinhead), pasando por el enloquecido gringo interpretado por Sean Astin (el hobbit Sam de El Señor de los Anillos) hasta el carismático Santillán (muy correcto Beto Cuevas). Hablamos de una interpretación sobresaliente en las cuales las subidas de tono son bordadas por los actores, y también nos referimos a una cuidada estética personal que encaja como un guante dentro del brumoso y cruel universo de Borderland.
Como todas las películas que se atreven a contarnos una historia desde la visceralidad -y aquí nunca mejor dicho- y con un contenido explícito que puede dañar la sensibilidad de más de un espectador. Borderland permanecerá únicamente a merced de aficionados al cine fantástico. Sin embargo es necesario recordar algo: la historia que cuenta este film no nos es ajena ni en tiempo ni en lugar, está y estará vigente dando igual el escenario que queramos ponerle, sólo hay que darse una vuelta por las hemerotecas para encontrar casos similares que son truculenta realidad presente y pasada. Los libertinos del Marqués de Sade, el Sacamantecas, los asesinos de las niñas de Alcácer, el caníbal de Rotemburgo, el trío de las Azores, todos ellos han apuntado hacia un mismo objetivo: el dominio sobre sus congéneres pasando por el tamiz del miedo, la brutalidad y la sangre. Sólo cambia la sofisticación de los medios y el escenario. Realmente no vivimos tan lejos de Borderland.
Artículo recomendado: Borderland y los crímenes de Matamoros
Una de las películas más inquietantes por su veracidad y brutalidad. Está perfectamente ejecutada por sus actores, imprimiendo dosis fuerte de auténtica realidad. Os aconsejaría que la vierais.
Sinduda es dura y estoy contigo que lo más importante es la parte de realidad que la historia representa. Esto nos puede suceder a cualquiera y entonces estaremos jodidos.