Otro de los estrenos más esperados de la 9ª Muestra Syfy de Cine Fantástico es Apollo 18 (2011), la última película del español Gonzalo López-Gallego, producida en EE.UU. y que ya ha sido estrenada con éxito en medio mundo y en España permanece inédita, aún considerándola un potencial sleeper en la taquilla. Paradojas de la industria del cine en España de las que estamos hartos de hablar. Pero al menos los aficionados hemos tenido dos ocasiones para ver esta película, una en el Festival de Sitges de 2011 y otra en la presente Muestra, donde el propio director vino a presentarla y se ofreció a un interesante debate tras la proyección.
Para hablar de esta película primero hemos de salvar la discusión de si el ser humano (americano, soviético o de donde sea) estuvo alguna vez en la Luna, discusión que no es cuestión baladí merced a aplastantes datos científicos que pondrían en duda este hecho, y del cual ya se ocupó el thriller Capricornio Uno (Capricorn One, 1978). Tragamos saliva y una vez asumida la supremacía yankee en el poco espacio exterior que conocemos surge una nueva pregunta: oficialmente, la última misión a la Luna fue el Apollo 17 (1972), y desde entonces ha pasado un buen montón de años sin que la NASA mencionara la existencia de otra expedición. El film especula con la posibilidad de que se hubiera realizado una nueva misión, llamada Apollo 18, organizada por el Departamento de Defensa americano, y ejecutada por tres astronautas (Warren Christie, Lloyd Owen y Ryan Robbins en el reparto). Esta es la introducción del film, que ha causado tan buena impresión al público de la Muestra.
Mezcla de horror y ciencia ficción, la nueva película del director de El Rey de la Montaña ( 2007) supone un espaldarazo al cine fantástico actual con una propuesta poco aparatosa y efectiva. El formato elegido para la cinta es el del found footage (metraje encontrado), una forma de hacer cine más barato y directo, en la que se permiten licencias técnicas poco ortodoxas como montajes abruptos, planos mal encuadrados o simulación de defectos visuales en el metraje “original”. Pero también tiene otras ventajas, y es la de ofrecer al público un producto más crudo, más cercano al cinema verité que a las producciones cinematográficas al uso. De este modo, los supuestos astronautas cuentan con una serie de cámaras ubicadas dentro de la nave, en el exterior y adosadas a los trajes, que ofrecerían un buen número de horas de grabación, donde se desgrana una historia de ciencia ficción bien rodada, en un escenario creíble y con un eficaz trabajo actoral.
Sin desvelar la trama -también en eso reside la gracia del found footage- debemos alabar el trabajo de los responsables de la dirección artística al conseguir una gran verosimilitud en las réplicas de la nave, tanto de su exterior como de su interior –atentos a la minuciosidad con la que se ha recreado el habitáculo de los astronautas-, y en los parajes lunares, donde reside el horror con el que se enfrentarán los protagonistas.
En el debate que tuvo lugar tras la proyección, González-Gallego contó cómo había sido su relación con los productores, los hermanos Weinstein, y desveló algunos datos interesantes sobre aspectos técnicos y argumentales de la película. Entre las preguntas suscitadas, una muy interesante ¿Cómo llegaron las cintas a la Tierra? El director divagó diciendo que había habido varios finales y el que se montó dejaba la puerta abierta una explicación, aunque bastante endeble. En resumidas cuentas, si las cintas no llegan a la Tierra, no hay película, así que, por las declaraciones del director, deducimos que el final no se tuvo en cuenta a la hora de dar coherencia al relato. De todas formas tanto da pues el disfrute que el espectador puede sacar a esta cinta supera con creces cualquier conclusión lógica o no ¿Y en España para cuando su estreno? Otra pregunta sin respuesta.
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