Crítica: Snowpiercer, de Bong Joon-ho
Título: Snowpiercer. Año: 2013. País: Corea del Sur. Duración: 126′. Director: Bong Joon-ho. Guión: Bong Joon-ho y Kelly Masterson (cómic por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb). Música: Marco Beltrami. Fotografía: Kyung-Pyo Hong. Reparto: Chris Evans, Song Kang-ho, Tilda Swinton, Jamie Bell, Octavia Spencer, Ewen Bremmer, Ah-sung Ko, John Hurt, Ed Harris, Alison Pill, Luke Pasqualino, Steve Park, Adnan Haskovic, Steve Park, Clark Middleton, Adnan Haskovic, Paul Lazar.
La pujanza del cine de acción surcoreano -ignoramos si en Corea del Norte existe una industria similar- está llevando a los directores de género de este país del sureste asiático a una diáspora cuasi obligada para probar las bondades de la industria cinematográfica estadounidense. Hagamos un poco de memoria y encontraremos como en los dos últimos años nombres como Kim Jee-won dirige a Arnold Schwarzenegger en El Último Desafío (The Last Stand, 2013) o Park Chan-wook se atreve con el thriller clásico en Stoker (2013). Ahora le llega el turno a Bong Joon-ho, el director de la exitosa monster-movie, The Host (2006), una película que obtuvo grandes críticas y reconocimientos aunque realmente no era para tanto. La película, independientemente del enorme montón de dinero que amasó en las taquillas surcoreanas, tiene tantísimos defectos narrativos y de forma que en Europa sólo se ha convertido otra película más de culto procedente de ese país. Independientemente de la valoración que nos merezca The Host, el aterrizaje de Bong Joon-ho en Estados Unidos ha venido de mano de nada menos que coproducida por The Wenstein Company, los famosos hermanos Wenstein, reyes midas del «cine independiente» de la industria hollywoodiense, entendiendo el término independiente como que ellos se lo guisan y ellos se lo comen, no que tengan que recurrir a fabricarse sus propias cámaras o a las triquiñuelas a las que nos tienen acostumbrados los habituales del Festival de Sundance.
Parece ser que la productora de la parte americana, de nuevo la Wenstein, no quedó para nada satisfecha con el resultado de la película al ser demasiado «coreana», tanto en duración como en planteamiento argumental, y no digamos ya en lo que la industria coreana conoce como película de aventuras: la irregularidad narrativa está servida. Este hecho ha condenado de entrada al título, que a priori ha despertado una gran expectación entre los aficionados y los medios especializados en cine fantástico, no sólo por encontrarse Bong Joon-ho en la dirección, también por la presencia de los actores veteranos Ed Harris y John Hurt, la aparición del astro surcoreano Song Kang-ho y la apuesta definitiva por la comercialidad de la cinta, el actor Chris Evans, trasunto del Capitán América en las últimas películas dedicas al superhéroe.
El argumento de Snowpiercer tiene a priori interesantes puntos de partida: por un experimento fallido para controlar el calentamiento global el planeta se congela y los únicos supervivientes recorren el mundo en un tren que no para de dar vueltas al globo. En este tren se hace patente la inevitable división social que arrincona a los parias en los vagones traseros y a las clases dirigentes en la cabeza. La rebelión proletaria para tomar el mando del tren está servida. Los desposeídos, comandados por Curtis (Chris Evans), ayudado por el «genio» de la electrónica Namgoon (Song Kang-ho), y con el anciano Gilliam (John Hurt) como ideólogo de la revuelta, van a sorteando los obstáculos que se encuentran vagón por vagón hasta que llegan donde se encuentra el jefe de todo el tinglado, Wilford (Ed Harris).
La película está concebida como una gran aventura en la que se avanza de forma modular, donde cada vagón es un reto a conquistar y una pequeña aventura en sí misma. Los parias del tren irán avanzando, luchando y encontrándose con un universo estético que mezcla el steampunk y el cyberpunk, con las imprescindibles referencias estéticas postapocalípticas a La Carretera (The Road, 2009) -y es que toda película postapocalíptica que se precie hoy en día parece que tiene que tener guiños a La Carretera- en el aspecto sucio y mugriento de los habitantes más desfavorecidos del tren. Hablar de la irregularidad narrativa en una película coreana es cosa común y Snowpiercer no va a ser diferente. Esto unido a la frialdad de las interpretaciones de los actores, termina convirtiendo Snowpiercer en una revisión postapocalíptica de en clave pop, como lo fue aquel engendro que finiquitó la saga Mad Max en los ochenta, Mad Max, más allá de la cúpula del trueno (Mad Max beyond thunderdome, 1985). Chris Evans hace lo que puede aunque no llega a la altura de convertirse en un héroe revolucionario, Song Kang-ho sencillamente no hace nada, parece como si su sola presencia en el film fuera a despertar un desaforado fervor en los fans porque no mueve las cejas ni se atreva a pronunciar una palabra en inglés. Y dicho esto es urgente mencionar, por chapucera, como salva el guión las barreras idiomáticas de los protagonistas: unos moduladores de voz hacen que en la Babel sobre railes que es el Snowpiercer todo el mundo se entienda. Y no lo dejamos ahí, pero es sangrante la excusa que encuentra los guionistas (el propio Bong Joon-ho y Kelly Masterson) para que el hierático Song Kang-ho acceda a abrir las cerraduras electrónicas de los vagones: una especie de droga psicotrópica a la que es adicto; es lógico pensar que si mete un buen colocón cada vez que abre una cerradura no se encuentre en muy buena forma cuando lleve tres o cuatro, pero no pasa nada, el guión se salta a la torera cualquier consideración lógica poniendo a prueba al espectador de forma continua y tediosa.
Para acabar y tranquilizar al lector de esta crítica tan feroz contra Snowpiercer es necesario resaltar el origen gráfico de la película, que está en el cómic Le Transperceneige, creado por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb, e inédito en España. Este extremo justificaría su carácter pulp, su mixtura estética e incluso las veleidades de su guión, pero desde luego como película Snowpiercer no funciona, lo vendan como lo vendan, esta cinta es una adaptación fallida, inmolada al capricho y megalomanía de su director. Ya veremos que es de su carrera comercial en los próximos meses.