Crítica La Hora Más Oscura, de Kathryn Bigelow, con Jessica Chastain
Año: 2012. Duración: 157’. País: EE.UU. Dirección: Kathryn Bigelow. Guión: Mark Boal. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Greig Fraser. Reparto: Jessica Chastain, Joel Edgerton, Taylor Kinney, Kyle Chandler, Jennifer Ehle, Mark Strong, Chris Pratt, Mark Duplass, Harold Perrineau, Jason Clarke, Édgar Ramírez, Scott Adkins, Frank Grillo, Lee Asquith-Coe, Fredric Lehne, James Gandolfini, Reda Kateb.
OBJETIVO: BIN LADEN
Antes de entrar en harina y empezar a desgranar todo lo que da de sí un film como éste, es necesario dedicar unos mortificantes instantes a rasgarnos las vestiduras ante lo que es otro de los poco originales atropellos al título original de una película: La Noche Más Oscura es la denominación oficial con la que algún genio de su distribuidora, la Universal, ha decidido que el film tendría una carrera comercial más fructífera. Es innegable que La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) no es un título para nada comercial pero es precisamente el nombre de la operación de asalto con la que concluyó uno de los episodios más controvertidos de la historia contemporánea: la búsqueda y el asesinato de Osama Bin Laden a manos de un comando estadounidense.
La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty, 2013), la última obra de la oscarizada Kathryn Bigelow. Es la película de la temporada que sin duda alguna está haciendo correr más ríos de tinta antes, durante y después de su estreno. No es para menos pero tampoco para más. La explicación a tan retorcida sentencia es que todo depende con qué ojos veamos el film. Críticos y cineastas de ideología “progresista” han formado un pelotón de fusilamiento desde el que acusan a la película de fascista, queriendo ver una sonora apología al imperialismo norteamericano, en cuyo decálogo hay una nula salvaguarda de los Derechos Humanos. Es Vox Populi, y no descubrimos la pólvora, al afirmar que el atentado del 11-S fue la excusa perfecta para la imposición de una política exterior a base de guerra sucia, misiles teledirigidos e intervenciones militares directas cuando ha llegado el caso. Desde el hundimiento de las Torres Gemelas, el aparato neocon estadounidense, unido a las serviles naciones europeas, está empecinado en conseguir la sumisión de todas aquellas naciones del oriente mediterráneo que por las características de sus regímenes políticos son incómodas para el desarrollo de aquella doctrina que precognizaba el politólogo conservador Francis Fukuyama sobre el fin de la historia y el triunfo del neoliberalismo, y que el ex primer ministro británico Tony Blair –metido hasta las cejas en la invasión de Iraq y fregados varios- calificó como Teoría del Pensamiento Único, que en otras palabras significaba que “o conviertes tu régimen en una democracia (a nuestra manera) y te largas, o te lo convertimos a base bombazos y tú acabarás linchado y sodomizado por unos partisanos en medio del desierto”, y ahí quedan ejemplos como la citada invasión de Iraq, la reciente caída del dictador Gadafi o el avispero sirio. El razonamiento del sector crítico “izquierdista” basa dicha apología en que el film muestra las prácticas de tortura como un elemento que resultó imprescindible para hallar el paradero de Bin Laden, sin que la película se detenga a cuestionar la legitimidad de esas prácticas.
En el otro lado se encuentran aquellos críticos que ven en el film un poderoso thriller, sólido, emocionante y de acción trepidante, narrado con una objetividad digna de admiración, apolítico y realista; en definitiva puro cine rodado con pulso de hierro y alejado de intereses y modas políticas. Sólo hay que fijarse en los comentarios que acompañan a los carteles promocionales loando las virtudes de este título como obra maestra del thriller.
Y hasta aquí la polémica está servida ¿vehículo de propaganda USA o potente thriller sobre uno un tema de candente actualidad?
YO, USA, SOY LA VENGANZA
Quizás ambas posturas sean ciertas y falsas al mismo tiempo; La Noche Más Oscura no es un film tan simple como para ser tachado de fascista o de pieza (maestra) de género, y para poder explicar el desencuentro de ambas posturas debemos ir a la génesis de la historia que cuenta la película.
En el año 2001 varios terroristas saudíes vinculados a Al-Qaeda secuestran aviones comerciales y los estrellan contra las Torres Gemelas, en pleno corazón de Manhattan, uno de los centros financieros del imperio económico USA, y por ende, símbolo del poder de la nación en todo el orbe. Las consecuencias son bien conocidas, Estados Unidos desató su War On Terror provocando una escalada bélica sin precedentes contra aquellas naciones que ya estaban en su punto de mira hacía años: Afganistán, Iraq, Libia, Irán, etc. Un excelente resumen de la reconstrucción de los atentados y de sus posteriores consecuencias está recogido de forma muy didáctica e interesante en la novela gráfica The 9/11 Report, editada también en España.
Aparte de que se usará la excusa de los atentados del 11-S para la criminalización de todos los regímenes de Oriente Medio no afines a rendir pleitesía a occidente, la caza del ideólogo de los atentados, Osama Bin Laden, se volvió más intensa y virulenta. Dos días después de los atentados, George W. Bush aparecía en un consejo de Estado aplicando un símil de la caza de Bin Laden con el de la caza de forajidos en el Far West. A este punto, no debemos olvidar que Bin Laden fue el niño mimado de Estados Unidos en la guerra sucia contra la Unión Soviética en Afganistán.
La historia que cuenta La Noche Más Oscura es, en definitiva, la historia de una venganza, la de una nación herida en su orgullo contra un hombre, pero La Noche Más Oscura también nos cuenta como ha cambiado el mapa político de Oriente Medio, y como desde los consulados y agencias de inteligencia se mueven los hilos de un poder invisible en sus manejos pero contundente en sus resultados, y que tiene como fin único la imposición de la voluntad de Estados Unidos haya donde se lo proponga.
La película está contada como un elástico diario de bitácora de su personaje principal, Maya (Jessica Chastain), cachorro de la CIA, tímida y remilgada en un principio, pero que pronto perderá sus escrúpulos en pos de la misión que se le ha encomendado: encontrar y matar a Bin Laden. Durante el metraje se suceden diversos acontecimientos que han marcado de forma especial las vicisitudes políticas de los últimos años y que podemos contrastar en las hemerotecas: atentados, operaciones fallidas, movimientos de ajedrez a nivel de despacho y declaraciones políticas de calado –interesante la escena en la que dos agentes de la CIA ven por televisión el discurso de Obama sobre la tortura mientras recaban datos obtenidos mediante la coacción y la tortura de los prisioneros-. Curiosamente, el atentado del 11 de marzo de 2004 en España (11-M) no aparece en la cinta, siendo mucho más importante a nivel de daños e impacto político que el de Londres, al que se le dedican un par de secuencias.
El uso de la tortura y de la detención ilegal por parte de Estados Unidos se ha realizado de una manera tan evidente –la CIA dispone de un manual llamado eufemísticamente “Manual de Técnicas de Interrogatorio Avanzadas” especialmente confeccionado para usarlo con los yihadistas- y tan poco cuestionada por las bienpensantes democracias de sus aliados que ha generado un nuevo orden “carcelario” que el ciudadano occidental ya casi asume como cotidiano, y se justifica, de cara a sus mandatarios, por el dolor causado por Bin Laden y sus terroristas, ampliando este rango y denominación –terrorista- a países enteros que no están de acuerdo con ser instrumentalizados para satisfacer los intereses geopolíticos norteamericanos.
Como tal, la tortura de mono naranja que hemos aprendido a digerir cómo un elemento cotidiano del thriller político contemporáneo ya es un recurso –y quién sabe si igual no lo elevan a la categoría de código- cinematográfico común en títulos de acción o temática militarista, ya sea para su crítica o como recurso de ficción, ahí están las películas Route Irish (2010), El Invitado (Safe House, 2012) o Essential Killing (2012); la primera introduce una escena en la que un mercenario es torturado por otro mediante el ahogamiento con agua, la segunda reproduce esta misma técnica en similares circunstancias pero con un mensaje bien diferente –Route Irish es una película firmada por Ken Loach mientras que El Invitado es una película de acción-, y la tercera nos muestra a Vincent Gallo en el papel de un talibán trasladado a una prisión secreta de la CIA en el Este de Europa y su lucha por la supervivencia en un entorno desconocido para él.
No sólo la sed de venganza del gobierno norteamericano hizo posible la existencia de las prisiones de Abu Graib o Guantánamo –donde únicamente se puede explicar la saña con la que se tortura a los prisioneros mediante ese ánimo revanchista contagiado a los soldados y carceleros-, también el deseo de Estados Unidos de convertirse en los matones del barrio, en la nación dispuesta a todo con tal de conseguir la hegemonía mundial, y para ello la dialéctica del terror se pretende combatir es contestada por esta nación con más dureza usando los recursos de la maquinaria político-militar.
Y llegando a este punto, y antes de entrar en los pormenores y detalles de la cinta, como obra cinematográfica que es, resolvemos la ecuación llegando a una deducción que se verá reforzada en los próximos apartados, precisamente cuando nos analicemos la estructura, personajes y desarrollo del film; La Noche Más Oscura o Zero Dark Thirty, por decirlo con más solemnidad, es una lección moral, una fábula en la que la nación más poderosa del mundo habla de cómo llevó a cabo una venganza, y de cómo esa venganza y la forma de ejecutarla está plenamente justificada, no sólo por los tres mil fallecidos de las Torres Gemelas sino también para que sirva como escarmiento a aquellos que se opongan a su expansión y hegemonía. Consideremos el hecho de la caza de Bin Laden como algo que superará la barrera de la presente generación y que será mostrado –si no se hace ya- en los colegios y vida pública norteamericana como doctrina moral de una nación que se cree todopoderosa y la cual puede agredir sin remilgos a quien le parezca, sin tener que recibir ninguna reprimenda a cambio, Y Zero Dark Thirty estará allí, bajo un falso disfraz de thriller, como documento gráfico único –pues aparte de varias fotos poco se sabe sobre el asalto que acabó con la vida del yihadista- para mostrar a las generaciones presentes y futuras.
EL THRILLER DESCAFEINADO
El film comienza con las voces en off de testigos y víctimas de los atentados del 11-S, en la escena siguiente, Dan (Jason Clarke), interrogador de la CIA, tortura de forma cruel a un correo yihadista; en el interrogatorio está presente Maya (Jessica Chastain), que mostrará su repulsa ante tales métodos y ante la frivolidad de Dan en su aplicación. El personaje de Maya evolucionará desde su bisoñez como prometedor cachorro de la CIA hasta la frialdad que le permita el visionado de horas de tortura, la coacción a los prisioneros y finalmente la puesta en marcha del plan para el asesinato de Bin Laden. Y este personaje, a pesar de la fragilidad que exhibe en la transformación de su carácter es el único con un peso real en el metraje. El punto de inflexión donde decide mandar a todos los yihadistas al hoyo es cuando se entera de la muerte en atentado de una de sus compañeras en la CIA; en ese momento rompe a llorar y jura que “los va a matar a todos”. Semejante conclusión, a pesar del dolor que sufre, no puede ser más pueril ya que ¿no lo iban a hacer de todas las maneras? Esta simplificada reflexión sobre la venganza parece que remite a la ofrecida en la excelente película La Sombra del Reino (The Kingdom, 2007), cinta de género puro y duro que sin embargo contiene valiosos elementos didácticos y de reflexión, amén de unas excelentes secuencias de acción. El final de la película en el que Maya rompe a llorar por haber logrado su objetivo y encontrarse vacía y desmotivada –entendemos que es por eso, aunque igual es de alegría- no puede ser más manipulador y pornográfico.
La película está divida en varios segmentos, cosa que el espectador agradece sopena de perderse –o dormirse- en las casi tres horas de cinta. Los primeros segmentos cuentan las operaciones de campo e interrogatorios que llevan a cabo Maya y otros miembros de su equipo, con un tono cercano al thriller documental al estilo de los años 70 como Todos los Hombres del Presidente (All The Presidents Men, 1976), presentando una acción in crescendo pero a la vez fría y distante con el espectador, que no termina de encontrar los quiebros necesarios para mantener la intriga de un modo constante, y a la vez para salvaguardar ese pretendido tono de objetividad que no es tal. Es ahí cuando la postura de la crítica menos politizada falla en su juicio; la objetividad no existe, nada es objetivo, y menos un obra artística, todo expresa una voluntad consciente de alguien, y por mucha distancia que el creador quiera poner con su obra la subjetividad se cuela a raudales por el agujero más insospechado. El carácter del personaje de Dan, empático y graciosillo –no sabemos si se corresponde con el del verdadero Dan, si es que dicho personaje está basado en alguien real o es una licencia dramática del guionista- suavizando las escenas de tortura y creando una corriente de empatía con el espectador –necesariamente, si se quería ser objetivo, el guionista no debió poner tantos chistes en la boca de este personaje-. Al menos el personaje de Jason Clarke tiene una escena interesante y desveladora sobre el destino de los presos, aquella en la que va a visitar a unos monos que tiene enjaulados y le dicen que los han matado por si se escapaban, un momento de gran valor metafórico.
Otro detalle que echa por tierra esa supuesta objetividad es que en la pretendida sucesión de acontecimientos que llevan al asalto vemos pocas escenas de despacho, donde realmente se calculan los riesgos y ventajas de atrapar a Bin Laden para ser juzgado frente a su asesinato, nuevamente aparece la tesis de la venganza pero a su vez podemos presumir de motivos de índole más política para ordenar su ejecución en lugar de su captura.
Formalmente este primer gran bloque de La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) se mueve en un quieto mar de atonalidades, con apenas contrapuntos, y cuando aparecen no se les da el relieve necesario para aumentar el crescendo del film, es más, el guión incide en el apuntalamiento de la actitud de los personajes ante la imperiosa necesidad de conseguir el cadáver de Bin Laden en lugar de reforzar esas características de thriller de las que la película presume. Green Zone: Distrito Protegido (Green Zone, 2010) es un thriller que trata una temática similar y contemporánea pero que dispone de esos elementos indispensables para una reacción en cadena que lleve a un final realmente climático. Dejando aparte la forma de rodar de Paul Greengrass, que nada tiene que ver con la de Bygelow, la historia detectivesca de la cinta de Greengrass, aún siendo más localista y acotada, gana por la mano a la Bygelow, que se presume más global e importante.
El tono documental de La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) es menos extremo que la anterior y oscarizada cinta de Kathryn Bygelow, En Tierra Hostil (The Hurt Locker, 2008) y deja más espacio para la actuación dramática, quedando únicamente en un matiz que poseen algunas de las escenas, matiz que hasta podríamos tildar de costumbrista en las que tienen lugar en las calles de Pakistán. No obstante, este tono documental deviene en falaz cuando la película se adentra en un recorrido por las cárceles secretas de la CIA, restando importancia y dramatismo a una situación que no por falsa –pues lo que se nos muestra en la película sólo debe ser la punta del iceberg del tinglado estadounidense para la detención ilegal de presos- debe ser tratada de una forma tan aséptica; volvemos a remitirnos a los testimonios documentales reales que se han filtrado a la prensa de todo el mundo. Michael Winterbottom sí logró un tono realmente documental en Camino a Guantánamo (Road to Guantanamo, 2006), crónica real, cercana y más objetiva de dos ciudadanos británicos encarcelados en la prisión norteamericana.
En estos primeros segmentos que estamos analizando también hay escenas de acción, que son ejecutadas con mucha timidez para no desequilibrar la película pues el plato fuerte, que lo es, el asalto a la fortaleza de Bin Laden, aún está por llegar. Tan tímidamente se perfilan estas escenas que hasta carecen del mimo necesario para ser creíbles; sólo mencionar el atentado suicida de un falso colaborador del ejército USA resuelto con efectos digitales de dudosa efectividad. Una de las secuencias con cierto sentido del ritmo es aquella en la que se sigue la pista del correo de Bin Laden por la ciudad pakistaní de Peshawar, sin tampoco llegar a ser lo sobresaliente que debería, convirtiéndose en una especie de bourne descafeínado.
Aparte, en las escenas más discursivas la cámara se muestra muy centrada en los personajes y su evolución emocional, tanto es así que abundan primeros planos de rostros y planos americanos donde se saca todo el partido posible a la belleza de la atractiva Jessica Chastain.
DALES CON CUCAL, QUE NO QUEDE NI UNO
Bigelow llega al momento de la historia donde se encuentra más cómoda como realizadora, el asalto del comando de los SEAL al complejo donde se oculta Bin Laden. Esta parte de la película está compuesta por un conjunto de secuencias de impecable factura en la que se narra milimétricamente cómo tuvo lugar la operación Zero Dark Thirty, en la que murieron Bin Laden, sus guardaespaldas y una mujer. Este asalto es sin duda un portento en lo que a acción se refiere, y es lo más estimulante de una película que languidece por los cuatro costados.
Para las escenas del asalto no se escatima en recursos fílmicos, al contrario que en el resto de La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty). Hay escenas con cámara nocturna, encuadres en diagonal, vistas subjetivas, pero sobre todo hay un especial cuidado en no subir el tono sanguinolento o pirotécnico los tiroteos, quedando parcos pero efectivos, aunque a la vista de las fotos que ha filtrado la CIA sobre los cadáveres de los guardaespaldas de Bin Laden, los SEAL reales usaron munición explosiva y las heridas no fueron tan limpias ni misericordiosas como nos retrata Bigelow.
Quedan muchas incógnitas sobre la intencionalidad de Bigelow y su guionista, Mark Boal, quieren dar a La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty). Sabedores de la importancia que tienen este tipo de películas en la cultura popular norteamericana es complicado pensar que no estaban al tanto de las implicaciones –de cara al sentimiento nacional estadounidense- que arrastraría. El thriller es vago y poco marcado como para ser considerada una película de género, y políticamente parece que no termina de definirse, quedándose en un sucinto relato de la caza de Bin Laden, en el cual se escatiman demasiados detalles como para obtener ese tono periodístico del que sus creadores dicen hacer gala.
Una pista: en el momento del estreno, ejecutivos de la CIA se echaron las manos a la cabeza diciendo que la película revela demasiados secretos oficiales, amenazando con severas represalias ¿no será ésta una estrategia que refuerce esa tercera vía que hemos explorado, el de la lección moral? En el cine las actitudes reaccionarias siempre terminan beneficiando al producto que en principio pretenden dañar, actitudes que también pueden tomarse como parte de una estrategia publicitaria, aunque de signo contrario. También tengamos en cuenta que los medios que ha necesitado Bigelow para realizar la película sólo están a disposición de producciones amables con El Pentágono y la CIA, los cuales aprueban los guiones antes de dar carta blanca al uso de extras y material bélico. Y por último pensemos una cosa, Kathryn Bigelow no es precisamente Oliver Stone ni Costa Gavras, y los Óscar están a la vuelta de la esquina, donde competirá con una obra tan vacua como triunfalista como es Argo (2012). Ahora le queda al avispado espectador visionar la cinta y emitir su juicio, y de cualquier manera, ya nos habremos aprendido la fábula de pe a pa: Norteamérica es imbatible y los marines son sus ángeles de la muerte, y aquel que ose levantar la mano, o no plegarse a los deseos de esa nación ya sabe lo que le espera. Vale, en La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) hay thriller y hay una más que clara apología del imperialismo norteamericano, pero en medio y lo uno, con y sin lo otro no nos molestaría si en medio de los dos extremos no nos encontráramos en una tierra de nadie fílmica, un desierto de ideas y de emoción que nos arranca los más sonoros bostezos.