John Dies at the End, crítica de la película de Don Coscarelli
John dies at the end. Año: 2012. Duración: 110′. País: EE.UU. Director: Don Coscarelli. Guión: Don Coscarelli (novela David Wong). Música: Brian Tyler. Fotografía: Mike Gioulakis. Reparto: Chase Williamson, Rob Mayes, Paul Giamatti, Clancy Brown, Glynn Turman, Doug Jones,Daniel Roebuck, Fabianne Therese, Jonny Weston, Jimmy Wong, Tai Bennett, Allison Weissman.
Don Coscarelli es un realizador que se sentó en el trono del fantástico siendo muy joven y totalmente desconocido. Quizás esa bisoñez y la falta de prejuicios le puso las cosas fáciles para acometer una obra tan barata como efectiva: Phantasma (1979), la segunda película de su filmografía y la primera de género fantástico. Phantasma exploraba y combinaba de una forma muy inteligente elementos de horror y ciencia ficción. El guión, de haber contado con más dinero para su producción, habría sido un título superlativo que se hubiese enmarcado con letras de oro en el fantástico de todos los tiempos. Aún así, Phantasma es un título referencial del nuevo cine de horror que la década de los 80 traía bajo el brazo.
Tras el éxito de Phantasma, Coscarelli crea una franquicia de hasta cuatro entregas cuya calidad iba cayendo en picado de forma aterradora. Durante la producción de los restantes títulos de la saga el director estadounidense acuña su estilo, demostrando que el Phantasma de 1979 había sido un accidente, una obra de escuela que cumplía con las normas cinematográficas más elementales, que Coscarelli estaba dispuesto a quebrantar una y otra vez en pos de productos con personalidad propia. Craso error el suyo pues demostró una falta de talento rayana en la mediocridad, enmascarada por su rimbombante apellido italoamericano y su personalidad carismática y dicharachera.
El estilo de Coscarelli no ha sufrido muchos cambios en las dos últimas décadas, desde su Phantasma II (1988) hasta el episodio que dirige para la serie Masters of Horror, Esculturas Humanas (Human Sculptures, 2005) ha sido siempre el mismo, y es el que encontramos en su última obra, John Dies at the End (2012), una película que resulta ser un auténtico galimatías de invasiones de seres de otras dimensiones, comedia de cazafantasmas y nihilismo desenfocado.
Aparte de la calidad de la puesta en escena, mejorada con la utilización de los efectos especiales -que algunas veces son incluso de una efectividad dudosa- la película tiene un guión difícilmente salvable por culpa de su incoherencia, sus continuos giros argumentales (prácticamente cada secuencia tiene uno) y la mala gestión de los personajes secundarios, que aparecen y desaparecen sin ofrecer muchas explicaciones. John Dies at the End es una película deudora de aquellas aventuras que mezclaban el horror y el mundo teen en los años ochenta, remitiéndonos a dos títulos fundamentales de aquella época: Las Alucinates Aventuras de Bill y Ted (Bill & Ted´s Excellent Adventure, 1989) y sobre todo El Terror Llama a su Puerta (Night of the Creeps, 1986). Una mezcla de los guiones de ambas películas, aderezada con abundantes dosis de psicotropía, nos da John Dies at the End.
Como aliciente la película cuenta con la presencia de varios actores de gran reputación dentro y fuera del ámbito fantástico: Paul Giamatti, Clancy Brown y Doug Jones. Es todo un lujo poder ver actuando a estos actores juntos aunque su presencia quede muy diluida en el desquiciado guión de John Dies at the End.
La última obra de Coscarelli es serie B en estado puro, un ejercicio de gamberrismo que puede ser contemplado bajo la óptica de la alucinación psicotrópica o de la mediocridad más absoluta, dependiendo del fervor con el público profese a Coscarelli. De cualquier manera el estilo desordenado y grotesco de Coscarelli no deja indiferente, ni para bien y para mal. Hay quien dice -y en este extremo Coscarelli calla pero otorga- que el realizador estadounidense ha creado un universo propio. Si esto es así, el universo de Coscarelli es multiforme, cambiante y sin puntos de anclaje. Más bien esta afirmación parece proceder de la vehemencia de sus fans, que suelen perdonarle casi todo.
