La enorme cantidad de títulos programados en Sitges 2012 no sólo nos provoca falta endémica de sueño y dolor de rabadilla. De entre todos las proyecciones que podemos ver cada día –sin tener en cuenta a las que no podemos asistir por falta material de tiempo- siempre hay una que brilla con luz propia y que, en algunos casos, nos sorprende por lo inesperado y por la casualidad de haber cogido ese y no otro pase. Así ocurrió en la jornada de ayer, y gracias a los bocadillos de jamón con tomate a 2,50 de una panadería cercana, el milagro pudo hacerse realidad a la una de mañana, aguantamos lo suficiente para  buena sesión de terror . Pero vayamos por partes y este acertijo quedará desvelado.

El festival ha presentado en riguroso preestreno la última y esperada película de Rob Zombie, Lords of Salem. Tras una intensa campaña publicitaria y aún más intensa expectación por fin el público español pudo echar un ojo –o los dos, dependiendo de la trasnochada de cada uno, pues nosotros asistimos al pase de las 9 de la mañana- a la incursión de Rob Zombie en la temática brujeril norteamericana, concretamente al mito de las brujas de Salem.

La película se aleja a millones de años luz de lo que el polifacético director nos tiene acostumbrados. Es un film sobrio y de final abierto, donde su esposa  Sheryl Moon Zombie tiene el protagonismo absoluto. Independientemente de esta elección para protagonizar la película, el metraje se debate entre el presente –donde se desarrolla la mayor parte de la trama- y el pasado, donde un  cónclave de brujas condenadas a muerte lanza una maldición a los descendientes de aquellos que las han mandado a la hoguera.

Fotografía de tonos apagados,  satanismo bizarro y asimilación de los estilemas cinematográficos del american gothic urbano, que nos remiten a títulos como La Semilla del Diablo o El Íncubo, para una película que no convenció al público, que la despidió con muchos pitidos y pocos aplausos. La calidad de Zombie como artista deja fuera de toda duda la densidad de su obra, para la que, aunque suscribimos a medias las opiniones contrapuestas que expresaron los espectadores, habría que dar una oportunidad a un nuevo visionado y llegar a la conclusión de si Rob Zombie la ha pifiado o es que ha logrado reinventar el american gothic para el siglo XXI.

Buscando un poco de acción y una dosis de adrenalina para mantenernos despiertos nos fuimos al pase de The Viral Factor, película hongkonesa que sorprendentemente se encuentra en la sección oficial a concurso (Secció Oficial Fantastic Competició). Quitando un espectacular arranque con una secuencia de acción ambientada en Jordania, el resto de la película discurre entre vacuos momentos que pretenden dar dramatismo a la historia, mamporros y disparos, sin más excusa que el reencuentro de dos hermanos, uno policía y otro delincuente, que tendrán que unir sus fuerzas para recuperar un temible virus de laboratorio.

Las escenas de acción recuerdan a la epiléptica cámara de Paul Greengrass en la saga Bourne.  La omnipresente presencia de pistolas de la casa Glock nos hace preguntarnos si esta marca no habrá pagado para que se exhiban sólo sus armas, y más allá también nos hace cuestionarnos si The Viral Factor ha sido incluida en la sección oficial únicamente como título de relleno.

Otra película asiática, pero en este caso con un ligero sabor europeo al estar coproducida entre Tailandia y Francia, nos derivó al terreno del cine negro, Headshot. La cinta fue presentada por su realizador, Pen-ek Ratanaruang, que tan pronto pisó la platea para hacer la presentación, quiso bajarse de ella con esa fórmula tan manida de “no os voy a decir mucho más, espero que disfrutéis la película y si queréis preguntarme algo andaré por aquí”. Un tipo tímido este Ratanaruang, afortunadamente su película estaba dotada de importantes valores cinematográficos impregnados con un tono casi melvilleiano.

Un policía honrado se ve envuelto en un caso que implica al hermano de un ministro. Su negativa a corromperse le llevará a convertirse en sicario. Unos tiroteos de infarto y una atmósfera típicamente noir no serán suficientes para evitar que las dos horas de duración del film se hagan un poco largas, pero al menos queda la sensación de estar ante una obra distinta y atrevida.

Modus Anomali, otra cinta asiática, esta vez indonesia, y dirigida por Joko Anwar, nos lleva a terrenos puramente genéricos. Psicópatas, nihilismo visual y una cámara que se mueve a la perfección entre un naturalismo y violencia sin concesiones hizo las delicias de los espectadores ávidos de emociones fuertes y baños de sangre. A la película le falta garra narrativa pero como muestra de género funciona perfectamente. Su director presentó entusiasmado su obra ante el público del cine Retiro.

La última película de la noche fue esa gran sorpresa que nos deparó el día. Citadel es un film sobre la superación del miedo, una actualización del mito de Juan Sin Miedo en ambientes góticos de terror urbano, con conexiones con el universo de Clive Barker. La película logra asustar de verdad al conceder una suprema importancia a dos factores imprescindibles para conseguirlo: la historia y la atmósfera.

Su realizador, Clarán Foy, durante su presentación indicó otra de las claves del film, la crisis económica actual. Citadel muestra un extrarradio abandonado por los servicios sociales, con edificios sucios y degradados, y en medio de todo un terror cotidiano pero también telúrico e  inimaginable. Sin duda Citadel es otro de los grandes títulos de este festival.

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