Crítica de Civil War, dirigida por Alex Garland
Civil War. Año: 2024. Duración: 109 min. País: Estados Unidos. Dirección: Alex Garland. Guion: Alex Garland. Música: Geoff Barrow, Ben Salisbury. Reparto: Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Stephen Henderson.
La dilatada carrera de Alex Garland como escritor y guionista es más que conocida: 28 días después (2002), Nunca me abandones (2010) o Dredd (2012) son algunos de los títulos en los que el británico ha puesto su talento y su pluma creando sólidos libretos. Con Ex-Machina (2015) Alex Garland comienza su andadura en el campo de la dirección con películas de perfil independiente hasta su fichaje por la productora A24, con la que dirige Men (2022) y su último título Civil War (2024), su película más ambiciosa y, por ende, también la más ambiciosa de la productora independiente.
Lejos de esperadas batallas campales, efectos especiales y combates heroicos, la acción de Civil War se centra en el trabajo periodístico de un grupo de corresponsales de guerra que se adentra en la primera línea de combate entre las facciones que se disputan el control de Estados Unidos. Por una parte una facción oficialista comandada por un presidente autócrata con un perfil sospechosamente similar al de Donald Trump, y por otra una facción rebelde procedente del oeste norteamericano cuya filiación política nunca queda aclarada.
Como unos kapuscinskis del siglo XXI, los protagonistas (Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny y Stephen McKinley Henderson) protagonizan una road movie en la que documentan los excesos, contradicciones y crueldad de una sociedad civilizada volcada en la barbarie bélica.
Civil War no elude el exhibicionismo bélico. Alex Garland es consciente de que una película bélica debe tener escenas de acción, pero éstas siempre están al servicio de la historia. Cada escena en la que hay involucrados actos bélicos o algún tipo de acción cuenta con la participación activa de los periodistas, sin que el exhibicionismo gratuito y la grandilocuencia propia de estas producciones pese sobremanera. Y, no obstante, destacamos un último acto trepidante y lleno de tensión en el que Alex Garland ha usado Civil War para renovar los códigos del cine bélico llevado al entorno urbano, unos códigos que permanecían intocables desde Ridley Scott firmase Black Hawk Derribado (2011) y que, a buen seguro, serán copiados hasta la saciedad como sucedió con la cinta del veterano director.
Pero, ¿qué es Civil War? Es una película sobre periodismo bélico, es una película política o es un reclamo para que el público norteamericano vaya al cine a contemplar una distopía a pocos meses de las elecciones de 2024 en EE.UU. que casi seguro darán la victoria a Donald Trump. Podemos afirmar que es un poco de todo eso. Pero vayamos por partes.
En lo referente a la temática periodística, Civil War loa a la prensa independiente, una prensa a riesgo de desaparecer, que es incómoda a los regímenes que se dicen democráticos y que están enzarzados en aventuras bélicas incómodas para la opinión pública. Solo hay que tener presente el genocidio israelí en la Franja de Gaza, que se ha cobrado la vida de 106 periodistas hasta el día de hoy, y a la que ningún medio excepto los oficiales o “empotrados” en el ejército israelí pueden acceder para informar.
El apartado político está muy relacionado con las próximas elecciones en EE.UU. En el comienzo, Civil War muestra el rostro de un presidente con un sospechoso parecido a Donal Trump, que presumimos de ideología ultraderechista. La corriente neoliberal que azota el mundo se ha quitado la careta y está empeñada en la destrucción de la democracia, y no es ningún leitmotiv vacío ni objetivo imposible, está ocurriendo en Argentina, Israel y en algunos países europeos, donde las tesis ultraderechistas han permeado hasta los cimientos de la sociedad.
Civil War es, con todo ello, la distopía de un escenario bélico en el contexto de una rebelión contra un gobierno autoritario con un claro desenlace pero con un incierto futuro en el que, parafraseando a Thomas Jefferson, parece que se aplica aquella máxima tan manida por la retórica norteamericana: El árbol de la libertad debe ser regado de vez en cuando con la sangre de los patriotas y los tiranos, aún cuando el propósito o la ideología del ejército triunfante es completamente desconocida. Con esto, Civil War podría verse como una actualización del cine político, pero desposeído de militancia, con una mirada neutral extrema, como la de los protagonistas. En el libreto de Civil War no vemos ningún tipo de compromiso político, la asepsia reina a lo largo y ancho del discurso y la mirada de los periodistas de Civil War es tan fría como inmutable. También eso es un signo de los tiempos, la ausencia de militancia de la ciudadanía facilita la aparición de ecosistemas de ideologías radicales y el periodismo deja de ser comprometido; como en Civil War, a lo máximo a lo que aspira es a ser profesional, aunque esto no es poco en los tiempos que corren.