Año: 2011. Duración: 92’ País: Canadá. Director: The Vicious Brothers. Guión: The Vicious Brothers, Stuart Ortiz. Música: Quynne Craddock. Fotografía: Tony Mirza. Reparto: Mackenzie Gray, Juan Riedinger, Merwin Mondesir, Shawn Macdonald, Sean Rogerson, Michele Cummins, Ashleigh Gryzko, Luis Javier, Ben Wilkinson, Arthur Corber, Bob Rathie.
Está de moda esto de que dos hermanos se pongan a dirigir películas de cine fantástico. La fórmula “dos corazones una mente” parece funcionar bien a tenor de los resultados obtenidos por tandems de realizadores consagrados como los hermanos Wachowski, los hermanos Hughes, o dentro de la vertiente más indie, los hermanos Dowdle, los hermanos Ford o los que nos ocupan en este momento, The Vicious Brothers (traducido como los Hermanos Viciosos), que han dirigido su ópera prima Grave Encounters (2011), un falso documental que aunque no está a la altura de uno de sus recientes precursores, The Poughkeepsie Tapes (2007) -realizado también por dos hermanos, los mencionados Dowdle Brothers-, es una cinta que reserva buenos momentos de diversión de ultratumba. El género del falso documental ha supuesto una salida honorable para creadores con buenas ideas y poco presupuesto para ponerlas en marcha. Desde los tiempos de Holocausto Caníbal (1980) hasta Grave Encounters, este formato ha servido para ofrecernos un punto de vista subjetivo de las historias más truculentas contadas con pocos medios.
Un grupo de investigadores de lo paranormal, más sensacionalista que riguroso, comandado por Lance Preston (Mackenzie Gray), se encierran una noche en el abandonado hospital psiquiátrico Collingwood, donde han sido internadas miles de personas, algunas de las cuales hacían de cobayas en manos de un aterrador mad doctor. Allí realizarán la grabación del sexto episodio de su programa explorando los lugares con más actividad psíquica del hospital. Pronto, las energías psíquicas y los fantasmas del psiquiátrico comenzarán a aterrorizar a los reporteros, y éstos se percatarán de que esas fuerzas no tienen intención de dejarles salir nunca de allí.
Como el argumento no es para nada nuevo, se podrían indicar numerosas coincidencias referenciales que han pasado a la historia del horror con más o menos suerte. El que un grupo de investigadores se encierren en una casa embrujada o que se use un hospital psiquiátrico como escenario más o menos granguiñolesco para meter unos sustos a los espectadores, no son historias novedosas en absoluto. Quizás el clásico referencial de más calidad que podamos encontrar sea La Mansión de los Horrores (House on Haunted Hill, 1959) de William Castle, y la versión que la productora de Robert Zemeckis, Dark Castle, realizó en 1999, más coincidente con el argumento de Grave Encounters. Pero sería la producción de John Hough, La Leyenda de la Casa del Infierno (Legend of the Hell House, 1973) la que hilaría más fino en esta línea argumental: un grupo de investigadores de lo paranormal se encierra una noche entera en una casa donde han tenido lugar varia muertes violentas motivadas por la presencia de entes psíquicos de gran agresividad.
El hospital psiquiátrico, la casa maldita o el castillo encantado son la mansión gótica por excelencia, un lugar plagado de energías psíquicas residuales debido al sufrimiento de los que en otrora eran habitantes de sus estancias. Igual que en las cintas referenciadas, los “cazafantasmas” de Grave Encounters recorren los pasillos, las habitaciones con mobiliario desperdigado y en mal estado. En ocasiones las estancias están vacías, otras veces una camilla volcada o una bañera descolocada y con sospechosas manchas de algo parecido al óxido, ponen en alerta al público sobre los escenarios donde se manifestarán las entidades paranormales. Tras un largo comienzo que sirve para conocer a los personajes y el modus operandi del programa que están realizando, la película se adentra en terrenos más terroríficos haciendo uso de tópicos efectivos y explícitos: recorrido a oscuras por los corredores y habitaciones, extravío de los miembros del equipo, gritos, lamentos, aparición de espectros o cambios en el contexto espacio temporal del escenario. También hay un componente psicológico importante e imprescindible para que la película no se convierta en un paseo en el tren de la bruja: las nauseas y la pérdida del sentido del tiempo que sufren algunos miembros del equipo, la aparición de pulseras de pacientes en las muñecas de los protagonistas o la soledad y desesperación durante la escena en los túneles son el contrapunto enfermizo al susto fácil. Como colofón y complemento curioso, se explica el origen pretendidamente satánico de los fenómenos paranormales que ocurren en el hospital; una escena que se agradece al suponer un ligero cambio temático del film que sirve como conclusión del mismo.
El formato del falso documental es todo un revulsivo a la creatividad del cineasta. La construcción de planos y escenas a priori feístas y desordenados -pero que en realidad guardan un orden y una forma premeditados- actúa de lleno en el inconsciente del espectador creando una sensación de falso realismo que asusta aún más, ya que se entiende que la cinta no sido objeto de moderación; debemos creer que todo el material no ha pasado censura alguna. Ya sea un personaje encarnando al especialista de turno o un anuncio de la policía o del ejército, siempre hay algo que advierte al espectador de que el material que va a visionar no está retocado ni montado, aunque un análisis superficial de la película ya pone de relieve la falsedad de esta advertencia, que no es más un recurso dramático. El productor del programa Grave Encounters, realiza este aviso, lo que nos produce más miedo aún al ver que el supuesto vídeo comienza con un animado grupo de investigadores haciendo chascarrillos y termina en una masacre sobrenatural.
La oscuridad es un factor que juega a favor del falso documental. El trabajo de las cámaras en ausencia de luz mediante el uso de modos de visión nocturna activa miedos atávicos en los espectadores porque en la oscuridad todo vale y el ser acosado se encuentra completamente desprotegido, más si se enfrenta a fuerzas sobrenaturales cuya operatividad no depende la existencia de luz. A priori la conversación del personaje de Lance Preston con el cuidador de la finca deja claro este extremo: cuando llega la noche, todo es oscuridad, la única fuente de luz serán las cámaras y las linternas. Así, las escenas más efectivas de la película son aquellas en la que la aparición de espectros o hechos sobrenaturales ocurren en penumbra o son registradas por cámaras con visión nocturna.
El falso documental es una forma barata y creativa de hacer cine. Una buena planificación de las escenas y el aprovechamiento de los recursos de la historia, que en este caso son la geografía del hospital abandonado, la oscuridad y el cinismo de los personajes –que se encontrará con lo que han venido a buscar- juegan a favor de una película a revindicar, que quizás no pueda jugar en la misma liga que otras recientes e inmensas obras como la citada The Pougkeepsie Tapes o la española [REC] (2003) y su secuela, pero es indudable que Grave Encounters funciona como una eficiente película de terror y entretenimiento, engrosando la lista de las producciones más dignas que se han visto durante este año.