Crítica de Black Phone, dirigida por Scott Derrickson
Black Phone. Año: 2021. Duración: 102 min. País: Estados Unidos. Dirección: Scott Derrickson. Guion: C. Robert Cargill, Scott Derrickson. Historia original: Joe Hill. Reparto: Ethan Hawke, Mason Thames, Jeremy Davies, James Ransone, Madeleine McGraw.
Black Phone (2021) es una nueva adaptación al cine de un relato de Joe Hill. Por si alguno de los lectores lo desconoce, Joe Hill es el hijo de Stephen King, un escritor con una carrera tan prometedora como continuista de la obra de su padre, y que ya no es para nada desconocido en el mundo del cine gracias, no solo a Black Phone, si no a La Hierba Alta (2019), un interesante título producido 2019 expresamente para la plataforma Netflix.
Black Phone ha sido dirigida por el experto en cine de terror, Scott Derrickson, responsable de la notable Sinister (2012), de la famosa El Exorcismo de Emily Rose (2005) y de la comercialmente exitosa Dr. Strange (2016). La escritura del guion ha estado a cargo de él mismo, el guionista habitual del director C. Robert Cargill y el propio autor del relato original, Joe Hill. En el elenco, el protagonismo de Black Phone es compartido por el veterano Ethan Hawke, en el papel del asesino Grabber, y el joven Mason Thames en el papel del niño Finney, una víctima que será un hueso duro de roer para Grabber.
El contexto histórico de Black Phone es el de finales de los años 70. Concretamente, la acción se desarrolla en un estado del Medio Oeste norteamericano. Es el contexto que usa relato y también la película para situarnos en un ambiente de pequeña ciudad plagada de urbanizaciones donde todas las casas parecen iguales y se desarrollan ecosistemas humanos en los institutos muy del gusto del Stephen King de toda la vida: adolescentes apocados, matones, pandillas en bicicleta, etc. Pero aparte de los tópicos que pueblan el universo de King/Hill, Black Phone posee otras capas de narración que aportan a la película unos interesantes valores añadidos desde el punto de vista fantástico.
En cuanto a la forma, Scott Derrickson, también responsable de la fallida Líbranos del Mal (2014), usa unas texturas fotográficas que en ocasiones se asemejan al tono documental que utilizó en algunos segmentos de Sinister, dotando a algunas escenas de un halo de misterio y horror que funciona muy bien. El uso del sonido, como hizo en aquella película, juega una baza importante, sobre todo cuando el grueso del metraje de Black Phone está ambientado en estancias cerradas y el sonido realza el sentimiento de claustrofobia que padecen los personajes. En cuestión de argumento y fondo, la historia de Black Phone bebe de los cuentos de hadas europeos: un ogro secuestra a niños y los “castiga” por su mal comportamiento. Un simple vistazo al cartel promocional nos desvelará la identidad del ogro, el siempre versátil Ethan Hawke, un personaje cuya personalidad el guion no se detiene a profundizar y lo retrata, en un principio como un ser un tanto faérico, con ese importante detalle de los globos negros. El protagonismo dramático de la historia recae en el otro protagonista, Mason Thames y, en menos medida, en el resto adolescentes que aparecen, de manera más o menos continua, a lo largo del metraje. Otro de los pilares de la historia es el de la venganza de ultratumba, bien hilvanada y puesta en escena hasta la conclusión de la película, un final bizarro y violento, pero tampoco demasiado molesto para la mayoría del público.
Black Phone es una película producida por la Blumhouse Productions, casa ya de sobra conocida por los aficionados al cine de terror y que tiene a bien producir un puñado de películas al año más que decentes. Estos son títulos de presupuesto ajustado que cuentan con un buen elenco y con buenas historias. Las películas de la Blumhouse, y este es el caso de Black Phone, no son rotundas y robustas, pero sí lo suficientemente correctas como para satisfacer a los aficionados al cine de horror y hacerse un hueco entre los estrenos comerciales de la temporada. Que siga así por mucho tiempo.