Crítica de Bailaora, un cortometraje de Rubín Stein
Título: Bailaora. Director: Rubín Stein
Bailaora, el nuevo cortometraje de Rubín Stein, cierra la trilogía con la que empezó hablando de sobre la familia (Tino y Tina) y posteriormente sobre la política (Nerón). Ahora le llega el turno a otro de los pasatiempos más queridos para los humanos, la guerra. Nada más comenzar Bailaora vemos unas duras imágenes de personas que sufrieron la deflagración atómica de Hiroshima, acaso anticipando el paisaje apocalíptico y real al mismo tiempo, donde se desarrollará el cortometraje. Este escenario recuerda mucho al pueblo zaragozano de Belchite, reducido a escombros durante la Guerra Civil Española. Rubín Stein nos muestra una población barrida por las bombas y los agentes químicos, con cadáveres por doquier y con una quejicosa torre de la iglesia que está a punto de derruirse. Conscientemente o no, la batalla de Belchite planea sobre el cortometraje, no solo como paisaje de la barbarie, sino como terreno maldito -que lo es- y sitio donde lo fantástico también eclosiona, allí en el pueblo de Bailaora, con su árbol del ahorcado y su torre tambaleante.
Frente al minimalismo de Nerón (cortometraje dedicado a la política y que competía el año pasado en Cortopilar), Bailaora supone un despliegue de medios importante donde Rubín Stein tiene que manejar varias localizaciones, espacios de interior y exterior. El cortometraje tiene un añadido fantástico que es de gran importancia en el guion, y que nos remite a las antiguas danzas rituales que tenían como temática a la muerte. Aunque esas danzas tuvieron su origen en la Edad Media, como revulsivo ante la elevada mortandad que provocó la peste negra, la inclusión de una de éstas en forma de baile flamenco añade, en primer lugar, un punto cómico completamente inesperado, y en segundo, una lectura muy profunda sobre la inexorabilidad de la muerte y la destrucción como consecuencia única y posible de un conflicto bélico.
En Bailaora volvemos a recrearnos en una atmósfera expresionista, combinando las luces y sombras y dotándolas de personalidad. Ante un grupo de soldados hace aparición una siniestra bailaora, una niña cubierta de vendas que se marcará un baile flamenco, ayudando a salvar de la muerte a un grupo de niños escondidos. Este personaje y la situación que protagoniza tiene un punto macabro y cómico a la vez, aportando un final redentor al conjunto del cortometraje; aunque la resolución, en la que averiguamos cuál es el auténtico origen de la bailaora, nos vuelva a sacudir en nuestro interior. La bailaora y su número musical ante los soldados, cubiertos de sombras, les recuerda que ellos no son sino instrumentos de la muerte, y su final, en el contexto de una guerra, va a ser el mismo que el de aquellos que han masacrado.
Bailora no es un cortometraje complaciente, a pesar de su apariencia y de su comicidad. Su visionado remueve la conciencia del espectador y le debe llevar a dedicar unos minutos a reflexionar sobre uno de los problema más serios de la humanidad, la guerra, algo que parece tan inevitable como intrínseco a nuestra naturaleza.
Bailaora ha sido nominado a los premios de Mejor Dirección y Mejor de Dirección de fotografía en el Festival Internacional de cortometrajes de Pilar de la Horadada (Cortopilar).