Crítica de La Habitación (Room), de Lenny Abrahamson
Título: La Habitación (Room) Año: 2015. Duración: 118’ Director: Lenny Abrahamson Guión: Emma Donoghue (Novela: Emma Donoghue). Fotografía: Danny Cohen. Música: Stephen Rennicks. Reparto: Brie Larson, Jacob Tremblay, Joan Allen, William H. Macy, Megan Park.
Lenny Abrahamson, el director de la muy interesante Frank (2014) nos trae bajo el brazo una obra auspiciada por una major, nada menos que los Estudios Universal. Diferente en cuanto a la temática de su ópera prima, comparte con ella el tono intimista y la recreación en el dibujo de los personajes y las circunstancias que les rodean. En La Habitación (Room, 2016) los conflictos de personalidad y de enclaustramiento psicológico rigen, desde el primer momento de la película, el comportamiento de los personajes; si bien las circunstancias en las que son presentados al público son definitorias a la hora escribir la trama posterior, el guión pronto abandona el peligroso y facilón camino del thriller y se centra en las consecuencias psicológicas, afectivas y familiares que derivan del punto de partida: el secuestro de la chica protagonista (Brie Larson) y de la educación del hijo nacido (Jacob Tremblay) del continuo abuso por parte de su secuestrador. El afecto mutuo entre madre e hijo es la dinamo que insuflará vida a una historia que a priori puede parecer insulsa pero que en manos de Lenny Abrahamson es una oda a la sinceridad y al amor, una historia sin aspavientos ni salidas de tono.
La primera y claustrofóbica secuencia de La Habitación parece que ha sido sacada, por su tono, de la película de Michael Linklater, Boyhood (2014): un niño, Jack y su madre conviven en una pequeña habitación en la que ella insiste y se esfuerza por educar al chico, haciéndole crecer intelectualmente pese a un eminente encierro que les limita a contemplar la televisión y a ver el sol por una exigua claraboya. Pronto vamos a descubrir que ella fue secuestrada por un maníaco y el niño ha sido fruto de continuados abusos. Un inteligente giro del guión deja atrás la trama del secuestro y sitúa a los personajes en unas coordenadas diferentes, la película se centra en las consecuencias de la vuelta al entorno cotidiano de ella, mientras que para el chico todo es nuevo, sorprendente, y él se enfrenta a ese entorno con la misma inocencia y candidez que los detalles que encuentra día a día en la pequeña habitación. No se vuelve a hacer mención al secuestrador ni existe dilema sobre un ulterior proceso judicial, argumentario típico, tópico y agotado de las películas donde concurren este tipo de circunstancias en el guión. La trama de La Habitación rehúye del sensacionalismo y la vacuidad de una típica película de secuestros o desapariciones –recordamos con horror Perdida (2014), la nueva y vacua obra de David Fincher-, los puntos de giro y miradas a los personajes se hacen siempre desde el respeto a sus sentimientos y a su humanidad.
Para los protagonistas lo que es real e irreal confunden a ambos y deben apoyarse mutuamente para sobrevivir a la experiencia vivida y asegurarse un futuro como familia. La maleabilidad de Jack ante un nuevo mundo y la dificultad de adaptación de ella ante su retorno a la vida normal generan nuevos vínculos emocionales entre ambos, sentimientos que confunden y muestran a los personajes en su completa y profunda humanidad. La Habitación es un título que se apoya en la capacidad que tienen los actores –increíble la actuación del pequeño Jacob Tremblay– para exteriorizar sus emociones y crear a su alrededor un ambiente de calor y afección que se transmite más allá de la pantalla.
Lenny Abrahamson dirige La Habitación con un pulso sobrio y reflexivo, tomándose el tiempo necesario para el desarrollo de los personajes en la nueva etapa de sus vidas, apoyado también en una puesta en escena que se fusiona con intensidad con el guió; al final de la película, el retorno a la habitación desconchada y caótica –nada que ver con el ordenado microcosmos del principio de la película- es una despedida despojada de rabia del inocente Jack, un colofón lleno de cariño y afecto ante las paredes que le vieron crecer. La habitación, pese a ser en la película un evidente icono del sadismo, también es el marco para el desarrollo de la vida, de la conciencia y las emociones. El guión de Emma Donoghue, que adapta su novela homónima, pone en la boca de un niño la elocuencia de un hecho que a cualquier adulto le parecería casi una aberración, la defensa de este discurso basado en la esperanza sólo encuentra su apoyo en su madre.
Con producción irlandesa, igual que su anterior obra, Frank, La Habitación se postula como una nueva pieza que apuntala a Lenny Abrahamson como un director seguro de sí mismo y capaz de realizar películas para los grandes estudios sin perder de vista su independencia narrativa y formal. Igual que Frank, La Habitación ya es un clásico, una obra de culto y una película para disfrutar y dar sentido a nuestras vidas como aficionados al cine que somos.