Crítica: Mad Max Furia en la Carretera, de George Miller, con Charlize Theron y Tom Hardy
Título: Mad Max Furia en la Carretera (Mad Max Fury Road). Año: 2015. Duración: 120′ País: Australia. Guión: Nick Lathouris, Brendan McCarthy, George Miller. Música: Junkie XL. Fotografía: John Seale. Reparto: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Zoë Kravitz,Angus Sampson, Rosie Huntington-Whiteley, Riley Keough, Nathan Jones, Abbey Lee, Josh Helman, Courtney Eaton.
Sin prisa pero sin pausa van llegando a nuestras pantallas los remakes de las más influyentes sagas cinematográficas de los años 80; una de las primeras en aterrizar ha sido la de Mad Max, basada en la legendaria trilogía del australiano George Miller; en la recámara quedan Los Cazafantasmas y la inminente Poltergeist. Hace más de treinta años Mad Max era interpretado por Mel Gibson, encarnando a uno de los héroes que le haría convertirse en un estrella. El desaliento de Miller para ponerse tras las cámaras era tal que el proyecto permaneció en el tintero durante unos cuantos lustros, pudriéndose en el cajón de la productora sin el dinero para llevarlo a cabo y con un director y actor con poca motivación para volver sobre el personaje, pero una serie de circunstancias de largo devenir pusieron en marcha de nuevo el proyecto hace tres años; también cabe lo posibilidad que Miller y sus productores vieran la posibilidad de resucitar a Mad Max justo cuando el cine ochentero es puesto en valor gracias a un fandom que da más valor a los recuerdos de su niñez que a la calidad cinematográfica de los títulos que visionó en aquel entonces.
Si hay alguna saga realmente rescatable de aquella época, esa es sin duda la Mad Max, una trilogía que nos ofrecía el retrato de un héroe solitario, un rudo guerrero de la era postindustrial en la que la carencia de gasolina ha llevado al mundo en un apocalípsis que ha degenerado en un nuevo orden de señores de la guerra con aspecto de punks enfrentados a un puñado de supervivientes que aún pugnan por rescatar un pedazo de humanidad entre el caos. Mad Max, héroe vengativo en una primera entrega, de carácter casi autoral, se convierte en defensor de los más débiles en las otras dos; al mismo tiempo el mundo postapocalíptico muta y se convierte, entrega a entrega, en un territorio plagado de criaturas bizarras salidas de un cómic, olvidando todo el verismo de la primera entrega de Mad Max.
El planteamiento de Mad Max Furia en la Carretera (Mad Max Fury Road, 2015) es una mezcla de las dos últimas entregas de su saga: hay un camión que conducir, hay hordas de esbirros de una nueva némesis de Mad Max (Inmortal Joe, un digno sucesor de Lord Humungus), hay mucha acción y también contemplamos la recreación de un mundo que tiene ciertas semejanzas a aquel en el que reinaba Tina Turner en Mad Max, más allá de la cúpula del trueno (1985). Mad Max Furia en la Carretera contiene la brutal acción del segundo Mad Max y el desenfado de su continuación, pero ambos elementos elevados a su enésima potencia. El nuevo Mad Max Furia en la Carretera son 120 minutos de acción, una película donde el espectador verterá adrenalina hasta ahogarse en ella; Mad Max Furia en la Carretera puede ser el filme con más cantidad de acción que se haya rodado jamás, nadie le quitará el mérito de ser un título hecho para y por el público, un homenaje a los fans que han pasado tres décadas esperando la continuación de la saga.
Charlize Teron se implica en esta entrega interpretando a la soldado Emperatrix Furiosa, una temeraria y experta conductora de camiones, contrapunto femenino que ayuda a nivelar el protagonismo de un Mad Max parco en palabras y gestos, vacío de identidad personal a favor de un icono cuyo nombre no se pronuncia hasta el final. Tom Hardy, intérprete de Mad Max, nos deja una actuación tan acrobática como gélida, acompañando las notas más graves de un guión que naufraga allá donde quiere imprimir el dramatismo que la pirotecnia no puede mostrar en la pantalla. pero este despropósito no es demérito de Tom Hardy. Comenzando por el nulo aporte del guión a la mitología de ese mundo postindustrial y terminando por un giro final vuelve a resetear la película, el resto de los momentos dramáticos son rotundamente ridículos, por más que Miller nos quiera mostrar a los más variopintos guerreros y guerreras de la carretera que pueblan el desierto australiano, siempre terminan siendo ridiculizados por un libreto escrito para ser digerido por un público tan amplio como sea posible. Quizás sea necesario recordar el momento en el que la anciana guerrera muere en el camión de Max en medio de un ensalada de balas con una sonrisa en la cara, o la burda historia de amor entre una de las reproductoras y el guerrero, y sólo por mencionar dos parones en el ritmo de la acción de la película que precisamente deben servir lanzar un nuevo acto de la historia, pero las emociones y los valores morales de los personajes son dibujados con un trazo tan grueso que ponen en evidencia una absoluta sumisión del filme a la fagocitación masiva.
Tiros, explosiones, persecuciones, acrobacias y acción de principio a fin, personajes pulp, heavy metal y un poco de carnaza femenina; George Miller quiso montar un fiesta y lo hizo, pero su película no es épica, Mad Max ya no es un héroe, sólo es un macarra que no habla, que conduce bien y que expresa una leve empatía hacia el género humano cuando recuerda a su hija en unos insertos tan burdos como ineficaces. El mundo de Max ya es irreconocible, sumergido en una orgiástica estética pulp -que es lo que menos nos desagrada-, ya no sabemos qué hacemos allí, como hemos llegado, ni adónde nos dirigimos.