Entre nazis y maníacos hemos andado

Para este año, el Fesival de Sitges presenta dos novedades importantes, una para el público en general, que consiste en el aumento del número de películas que se proyectan, una cantidad ingente totalmente imposible de abarcar, y otro para la prensa, que es obligada a madrugar para competir por la obtención de unos cuantos pases. A las maratonianas jornadas, que generalmente acaban de madrugada, hay que añadir la necesidad de madrugar para intentar obtener, mediante internet, un pase para alguna de las sesiones de la tarde. El gran número de periodistas acreditados y la escasez de las entradas puestas a su disposición trae como consecuencia que toda la prensa se encuentre conectada a las 7 de la mañana, esperando su oportunidad para obtener un pase para algún título concreto, que generalmente no  llega y el periodista es incapaz, por fuerza mayor, de cubrir el estreno. De nada sirve acreditar a más de 300 periodistas si luego no hay entradas para ellos.

Y ante esta tesitura, os contamos sobre las películas que hemos logrado ver, ya sea mediante la obtención del bendito pase o bien mediante la fórmula clásica de la sesión mañanera y café expreso a litros.

El cine Retiro acogió la presentación de la película John Dies At the End, dirigida por Don Coscarelli, el en otrora prestigioso realizador de Phantasma. La mañana de ayer significó para Coscarelli el segundo baño de masas dentro de la presente edición del festival de Sitges. Este realizador entronizado comentó con entusiasmo que John Dies at the End es su mejor película y que esperaba que lo pasáramos bien y todo ese rollo autocomplaciente que se suele soltar ante un público dedicado. No obstante, y a pesar de la arenga de Coscarelli, resultó misión imposible ante un film tan irregular como el resto de la exigua filmografía de este realizador.

John Dies at the End es una película con muchos desajustes, con un guión que chirria de modo insultante ante los continuos giros del guión, que no parece saber donde va hasta la mitad del metraje, momento en el que descubrimos que Coscarelli se propone realizar una versión barata y ramplona del clásico ochentero Night of the Creeps, en esta historia de mundos paralelos, poderes paranormales y entidades supradimensionales, destacan, para vergüenza ajena, los actores y su pésimo trabajo, todos ellos jóvenes intérpretes que se ven incapaces que asumir roles que necesitarían de intérpretes más experimentados, habida cuenta de lo bizarro de la propuesta de Coscarelli.

Si echamos un vistazo atrás, veremos que el estilo de Coscarelli es precisamente el que vemos en John Dies at the End, un caos de referencias de serie B que no llevan a ningún sitio, un galimatías que sólo pretende alimentar las mentes del fandom más mitómano en base a los réditos conseguidos por Coscarelli hace treinta años. Y lo peor es que encima le vale.

Motorway es un producto de acción hongkonesa en el que dos policías (que ejercen las funciones de maestro y alumno guiando el primero al segundo por el camino del guerrero) se enfrentan a un experimentado conductor de delincuentes. Con este argumento, se hilvana una película sencilla en su esquema argumental en la que los personajes aparecen muy desdibujados, sin apenas marcas que les hagan empatizar con el público.

En Motorway, el trabajo de los técnicos de efectos especiales y stunts es lo más destacable de una cinta que nos emboba con las impresionantes persecuciones automovilísticas, magistralmente planificadas, pero echamos de menos un poco de calidez y de cercanía de los personajes. A pesar de la presencia del actor protagonista, I Shawn yue, y del director del film, Soi Cheang, no se consiguió que el público vitorease al término de la película. Por cierto, el actor no se quitó las gafas de sol durante la presentación de la película, un detalle de mala educación ante un público que ocupó su hora de la comida en esta cinta.

Desde Finlandia acudió Timo   para presentar su ópera prima, Iron Sky, una cinta sobre nazis que viven en el lado oculto de la luna, cargada de efectos especiales y estética steampunk. La propuesta de Timo  es sin duda un soplo de aire fresco a la cinematografía europea, ávida de nuevas temáticas y donde las propuestas en lo fantástico parecen proceder únicamente de Francia.

Iron Sky es una película divertida e imaginativa, con sobrios actores como Udo Kier o Julia Detz, envueltos en una vorágine de uniformes nazis y pantalla macro. Lógicamente, con el escaso presupuesto del film, 1,2 millones de euros, la mayor parte de las recreaciones ha sido efectuada mediante un logrado trucaje digital.

La película tiene una mordaz carga de crítica política. No sale bien parado nadie, pero menos aún los EE.UU. con una presidenta que sospechosamente guarda mucho parecido con la senadora conservadora del Tea Party, Sarah Pallin.

Timo Vuorensola, que mostró un comportamiento de estrella mediática durante la presentación de la película, estuvo muy amable con el público, haciéndose fotos con los aficionados y repartiendo unas camisetas en  las que aparecía el famoso plano de Viaje a la Luna de Meliés, pero con la caracterización de Hitler. Lo dicho, una estrella mediática con ganas de dar la nota y sobre todo de optar al premio Meliés a la mejor película.

El plato fuerte del día, y lo que será una de las películas del festival, fue Maniac, la versión del slasher clásico de Will Lustig producida por Alexandre Aja y por el mismo Lustig, y protagonizada esta vez por un torturado Elijah Wood.

La película es un auténtico remake que respeta el planteamiento de la película original y engrandece el universo del primer Maniac, explicando más sobre la infancia de Frank Zito (el maníaco) y el origen de su trauma, la severa promiscuidad de su madre, cuyas profundas cicatrices psicológicas conforman el esqueleto de este impresionante film.

Si en el Maniac de Lustig se hacía una crónica a la pobredumbre urbana de las ciudades americanas de principios de los ochenta –una constante en la filmografía de Lustig-, la versión de 2012 no elude en absoluto, plantear la historia en este marco,pero que esta vez es más usada como telón de fondo que como pretexto para las andanzas del Maniac.

La mano de Aja se deja ver en una violencia brutal y contundente, pero también muy estilizada. El realizador utiliza la cámara subjetiva continuamente, para situar al espectador en la mente y los ojos de Frank Zito, y nos ofrece una imagen distorsionada cada vez que éste es poseído por el ansia homicida.

Tanto Lustig como Wood recibieron un bien merecido premio, La Máquina del Tiempo, galardón que el festival ofrece a aquellos que han consagrado su obra al género fantástico. Ambos recogieron el premio agradeciendo sinceramente el cariño con el que el público les ha tratado durante tantos años de trabajo dedicado al fantástico.

El argentino Gabriel Medina presentó en el cine Prado La Araña Vampiro, una aburrida película sobre la iniciación de un joven traumatizado por motivos que no nos son desvelados en la película. La picadura de una peligrosa araña es la excusa para que el joven, con la ayuda de un lugareño alcohólico, recorran una montaña en la que observarán como la naturaleza es depredada de un modo inmisericorde.

Una película de objetivos no cumplidos, de mensaje con tonos filosóficos que se pierde en la lentitud y vacuidad de la propuesta, y que no encuentra su sentido hasta más allá del último tercio del metraje.

El mal sabor de boca del film nos lo quita el recuerdo del cortometraje que pudimos ver previo al pase de la cinta argentina. O Duplo es una historia sobre el Doppelgänger, el doble de una profesora de matemáticas que la acosa hasta hacerla perder la cabeza y perpetrar un horrible crimen. Sin duda una muestra de terror muy destacable y realizada con tanta sencillez como efectividad por su realizadora, Juliana Rojas.

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