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Crítica de Sin Frenos, de David Koepp, con Joseph Gordon-Levitt

 

Año: 2012 Duración: 91’ País: Estados Unidos. Director: David Koepp. Guión: David Koepp, John Kamps. Música: David Sardy. Fotografía: Mitchell Amundsen. Reparto: Joseph Gordon-Levitt,  Jamie Chung, Michael Shannon,  Aasif Mandvi, Dania Ramirez, Aaron Tveit.

Dentro del cine de acción existe un pequeño género, bastante reconocible y disfrutable, que parte de la premisa de que su protagonista (o protagonistas) tienen que llegar de un punto A a un punto B, debido a un asunto de suma importancia, y pasando por mil y una dificultades de lo más rocambolescas. Es un tipo de película que reúne en sí misma los tópicos más típicos del cine de acción, pero al mismo tiempo lo hace sin más pretensiones que las de ofrecer una experiencia adrenalítica y de lo más estimulante para el espectador. Vamos allá…Sin Frenos.

Películas como “Speed” (Jan de Bont, 1994) o «16 Calles” (Richard Donner, 2006), suponen ejemplos claros dentro de este subgénero. Films con protagonistas carismáticos, que tienen que hacer frente a situaciones extremas, en las que la velocidad (tanto física como temporal) tiene un papel destacado. Cuentan así mismo con decorados reales (las propias calles de la ciudad), y con un villano (o villanos) bastante persistentes. Y es en esta clasificación en la que se encuadra ésta “Sin Frenos”, adrenalítico thriller de acción, que si bien no descubre nada nuevo, sí que supone una propuesta refrescante gracias a colocar como protagonista, a un mensajero en bicicleta que trabaja en la enorme, y muy viva, ciudad de Nueva York, es la premisa de Sin Frenos, escenas de acción en bici a toda velocidad.

Podría realizarse un, muy coherente, paralelismo entre ésta Sin Frenos (2012) y esa otra “16 Calles” pues ambas tienen una estructura, curiosamente, muy parecida, solo que cambiando a Bruce Willis como policía acabado, por un Joseph Gordon-Levitt en bicicleta y con cero miedo a la muerte. Ambos protagonistas tienen que conseguir lo mismo: llegar a un determinado punto de la ciudad de Nueva York, mientras son perseguidos por policías corruptos que intentan arrebatarles algo de suma importancia. La diferencia entre ambas es la pura sensación de velocidad que emana de las persecuciones del film que ocupa esta crítica.

Y es que las carreras sobre dos ruedas a través del tráfico (de todo tipo) agobiante de la ciudad de Nueva York, se convierten en el reclamo más espectacular y original de esta película. Unas persecuciones muy bien rodadas y montadas, que hacen que te mantengas pegado al asiento con cada giro de manillar o cada coche que aparece sorprendentemente frente a los ojos del protagonista. Un protagonista que tiene un carisma que atraviesa la pantalla, demostrando que Joseph Gordon-Levitt (“El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace”) ha ido convirtiéndose película a película en un actor muy a tener en cuenta. Y aquí nos gana desde el minuto uno, con su particular mensajero temerario, al que todos sus compañeros admiran, pero al mismo tiempo consideran un loco, porque no lleva frenos en su bicicleta. El hecho de que no lleve frenos, provoca al mismo tiempo uno de los recursos técnicos más ocurrentes que tiene la película, y que no es otro que “la búsqueda de la trayectoria posible, dentro de una situación imposible” algo así como un “sentido arácnido” del ciclista cuando se ve inmerso en una situación en la que debería frenar.

El villano de Sin Frenos, interpretado por un gran Michael Shannon (Take Shelter) es otro de los reclamos. Escenas como la de la paliza en el barrio chino, o la del interrogatorio en la ambulancia, sirven para dejar constancia de su buen hacer a la hora de interpretar al malo de la función, y nos deja muy buenas perspectivas para ver su interpretación como “Zod” en la próxima El Hombre de Acero, donde se las verá con Superman.

Técnicamente Sin Frenos es todo un acierto, pues combina las atestadas calles de Nueva York, con diversos entornos más privados (desde una casa de juego china, a un jardín interior) y nos los ofrece con una fotografía magnífica, que resalta por lo realista de su paleta de colores al utilizar los diferentes tonos que el sol ofrece en su avance por el día. Es decir, la acción transcurre en un solo día, y gracias a eso podemos disfrutar de las atestadas horas punta de la mañana en Nueva York, con los amarillos de los taxis, mezclándose con el gris urbano, donde resalta sobremanera la camiseta roja de Wilee (el ciclista interpretado por Joseph Gordon-Levitt), mientras que cuando cae la tarde, la luz anaranjada se entremezcla con el verde de Central Park, para ofrecernos una carrera a toda velocidad por el parque con total nitidez. Al llegar la noche, la bicicleta parece tomar una velocidad menor y al mismo tiempo la fotografía se hace también más oscura, pero a la vez, más acogedora, como si la ciudad aún de noche, protegiera bajo su manto a esos mensajeros odiados por todo el mundo, pero que son capaces de jugarse la vida si el paquete que han de entregar es importante.

El montaje de Sin Frenos es otro punto a favor, no solo a la hora de editar las carreras, persecuciones o trucos (como la huída del almacén de la comisaría), sino también a la hora de contarnos las tres historias (mensajero, paquete a entregar, policía corrupto) utilizando un cronómetro para retroceder o avanzar en el tiempo. Si bien es un recurso muy manido, lo cierto es que está muy bien introducido en la película, gracias al buen hacer del guionista y director, David Koepp, al que le debemos los libretos de, entre otras, “Spider-Man” o “Jurassic Park” y películas como “El Último Escalón”. En esta ocasión no se le puede poner ni un pero a su labor tras las cámaras, pues sabe manejar muy bien el equilibrio de la historia para que no sea una mera concatenación de persecuciones sin rumbo fijo. El guión de Sin Frenos es otro cantar, pues se limita a las típicas frases tópicas que hemos oído una y mil veces en una película de este tipo, sin más pretensión que entretener sin profundidad, pero al hacerlo con honestidad y espectacularidad a partes iguales, Sin Frenos consigue que funcione sin que nos sintamos estafados.

Dónde sí se le puede poner algunas trabas es en el papel que juega el resto del reparto, pues se limitan a ser los típicos secundarios de este tipo de producciones, cayendo en el temido cliché, es decir, aquí tenemos a la chica del protagonista, al amigo competidor, el policía honesto que intenta capturarlo y a la chica en apuros. En Sin Frenos No destacan especialmente por sus dotes actorales, pero sí que permiten que el espectador se involucre un poco más en la historia, aunque sepa exactamente como terminará todo. Porque sí, lamentablemente la trama es muy previsible y el final no está a la altura de lo que hemos visto hasta ese momento, llegando a ser lo más flojo de la producción. Aún así, “Sin Frenos” es una muy buena película de persecuciones, muy bien rodada y muy rápida (no llega a la hora y media de duración), que resulta en un gran ejercicio al servicio del más puro entretenimiento y que da lo que promete, ni más ni menos. Muy recomendable.

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